En resto del día lo pasé desconcentrada. Primero bloqueé mi usuario del programa del almacén. He firmado mal tres autorizaciones, fije mal el descanso de dos de los asesores para el mismo día, deje caer mi taza de café y la cafetería quedó tremendamente divina.
Y como si fuera poco, el jefazo que tengo presencio todos y cada uno de mis incidentes y acabó por enviarme a la bodega.
¿Qué hago yo aquí? No sé ¿Sé por donde comenzar? Menos ¿Tengo quién me ayude? No ¿Sé cómo ordenar la mercancía que llega en cinco minutos? Tampoco ¿Ganas de mandar al jefe a China? No me faltan ¿El jefe es un idiota? Ni quién lo dude ¿Puede ser peor mi día? Oye, no quiero respues... me resbalo y caigo en cuatro patas.
Gracias universo por dejarme terminar de responder a cada una de mis preguntas. Le estaré eternamente agradecida.
Me levanto del suelo, limpio mis pantalones y mis manos refunfuñando y maldiciendo por lo bajo. Esto no me va a quedar grande, tomo la planilla de revisión de mercancía y escucho el sonido de lo que supongo yo es el furgón aparca fuera de bodega.
Aquí voy.
Al fin son las cinco de la tarde, entro en la oficina recojo mi bolso y me despido de Jhon que es el único que está, marco tarjeta y me dispongo a salir a casa.
La verdad es que extraño mi moto, he tenido que hacerle un par de cambios por lo que me la entregan hasta la semana que viene. Al salir hay un puesto de comidas rápidas y mi estómago ruge pidiendo que lo alimente, me acerco y pido una empanada. Bienaventurado quién inventó tal manjar. Mientras la empacan doy un vistazo a mi alrededor viendo millones y millones de carros transitar pero mis ojos caen en dirección a un hombre que está acostado en el suelo, no pienso dos veces en pedir otra empanada junto con un refresco y me acerco a él.
—Hola—saludo amablemente
—Hola
Me siento a su lado cruzando mis pies
—¿Cómo estás?
—Triste—no duda en responder
—¿Quieres acompañarme a merendar?
—No señorita, siga usted tranquila.
—El caso es el siguiente, resulta que quise compartir contigo, toma, es de mala educación no aceptar presentes— Toma la bolsa con el refresco que le doy y empezamos a comer, al cabo de unos minutos dice
—A veces no quiero comida, a veces solo quiero hablar con alguien Y las demás personas pasan y hacen como si no existiera. Otras en cambio, dicen que me lo merezco por elegir el camino de las drogas, sin embargo yo nunca me he drogado, ni siquiera sé que es emborracharme.—la tristeza es aun mas evidente en su tono de voz
—Las personas son demasiado prejuiciosas, les gusta más hablar por lo que ven porque les es más fácil. Y todos queremos de vez en cuando hablar con alguien, se puede estar rodeado de amigos, familiares pero te sientes solo, todo a tu alrededor avanza como si nada mientras dentro de ti se desata una guerra que busca salir a través de palabras, sé lo que se siente—expreso con un rastro de melancolía en mi voz
—¿Cómo te llamas?
—Scarlett—extiendo mi mano y el la acepta
—José, pero puedes decirme Jos.
—Encantada Jos
—Tienes tus manos rojas y tus pantalones sucios ¿Te caíste?
—Oh. Si, me di el porrazo de la vida— Ambos sonreímos— ha sido un día difícil
—¿Por qué?
— A veces las cosas que te digan las personas afectan, incluso creo que afecta más su silencio.
—A veces los silencios son gritos desesperados—dice él muy seguro
—Eso es muy profundo Jos.
—Eres muy agradable a parte de bonita—responde el restándole importancia a mis palabras
—Gracias ¿Así qué podemos hablar luego?
—Estaré esperando por eso.
—Adiós, Jos
—Adiós, bonita
Creo que he encontrado un nuevo mejor amigo.
Me levanto del suelo y me dirijo a la parada de buses, el cielo está amenazando con romper a llover en cualquier momento pero así es la ciudad, bipolar como ella sola.
ESTÁS LEYENDO
Te elegí para SIEMPRE
RomanceScarlett, una joven con tan solo 23 años de edad, ha evitado el amor a toda costa. Sabe que el amor duele, que el amor no es bonito y sobre todo, tiene claro que los "siempre" están sobrevalorados. Tomás Corrigan, el chico que la dejó sin palabras...