capítulo 4

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Es domingo día de descanso, de reunión de amigas, pijamas, palomitas y todo tipo de empaquetados. Porque nuestra vida sentimental es tan triste que si me pongo a lamentarme de ella terminamos peor que en un velorio.

Estamos juntas en mi cama viendo Un paseo para recordar porque para películas tristes y románticas ¡Estamos presentes!

Todas unas solteronas en su mas bello esplendor.

A Paola y Juliana las conozco desde la escuela, trece años de amistad y todavía me pregunto ¿Cómo puedo aguantarlas tanto?

A Juliana cualquiera que la ve podría apostar que no rompe ni un plato, y sí, así lo fue hace unos años, hasta que le rompieron el corazón. Tanto que los pequeños pedazos que quedaron se juntaron y la hicieron más fuerte y decidida. ¡Ahora rompe la vajilla completa!

Paola, mi mejor amiga, con ella es otro cuento. Estando en noveno grado tuvimos una pelea absurda y nos dejamos de hablar por casi Año y medio, lo gracioso de todo es que nunca hablamos mal la una a la otra y cuando necesitábamos algún favor, ahí estábamos para hacerlo. Sin embargo y para fortuna mía nuestra amistad se volvió inquebrantable, ella es la más pacífica de las tres ¡Pero pobre de aquel qué se meta con ella!

Y yo, bueno, yo soy una buena persona.

—Scarlett ¿Recuerdas cuando en noveno grado en las presentaciones de inauguración de las Olimpiadas hacías caer a Pocholo y hasta incluso lo empujabas?—Rememora Paola y todas reímos al tiempo, cuando estabamos en el colegio, eramos el terror de la clase. Lo mejor que podias hacer en ese tiempo, era ser nuestro amigo o atenerte a las consecuencias de nuestras maldades que iban mas alla de lo racional.

—Pobre Pocholo, tan lindo que era y Lett tan mala que era con él—. La  fingida indignación de Juliana me hace contraer el rostro en una mueca de desaprobación.

—Lo siento, era inmune a sus encantos, tenía el ego demasiado inflado y no le hacía daño una que otra zancadilla—hablo  imitando el tono de voz de Juliana y las risas se intensifican a tal punto de hacernos llorar. 

—Oigan—me atrevo a habalar— recuerdan el chico que les conté ¿Él qué pidió disculpas por el incidente de su hermana?— mi voz sube unas cuantas octavas que es imposible que no se filtre una cierta emocion en ella.

—¿POR EL QUÉ CASI LE HACES UN ALTAR AHÍ MISMO?—Juliana, quien antes estaba sentada justo al lado de Paola, Ahora casi me besa la trompa.

Lo que hacia el chisme.

—Eh, sí, él—respondo a trompicones retirandola de mi espacio personal e impidiendo que se robe una de las pocas frituras que quedan en nuestro bowl con estampados de frutas. El final siempre era para mi.

—¿Lo volviste a ver y no nos contaste? Oyeee, eso justo al cora—dramatiza Paola colocándose la mano en el corazón.

En nostras reinaba el dramatismo

—Ese es el caso—suspiro— y sí lo volví a ver, y no, no les conté porque... Es... Él... Mi nuevo jefe—digo y puedo ver la cara de sorpresa de mis mejores amigas.

Se quedan en silencio sopesando lo que les he dicho hasta que Juliana al fin reacciona.

—¡No lo puedo creer!

— ¡Yo tampoco!

—¿O sea qué tu jefe sí está buenon?—quiso saber Juliana demasiado interesada

—Ainshhh Juli—digo—es un maldito idiota. Ese día no entré a reunión cuando hicieron el llamado y tampoco entró Ale.—recuerdo lo sucedido y de inmediato me enojo—El punto es que ni siquiera dejó que le explicara el por qué, luego lo veo siendo todo risas con Ale y a ella no le echó bronca, y para completar el día dijo que para estar de jefe de piso quién sabe que cosas hice.

—¿Un capullo engreído entonces?—pregunta Paola y yo asiento instintivamente

—Así altaneros es como me gustan—ruedo los ojos ante el comentario de Juli y Paola imita mi gesto.

—A ti te gusta cualquier escoba con corbata y título de jefe, Juliana—río por el comentario de Paola ganandome un almohadazo de parte de la afectada.

—Niñas ustedes me hacen dar risa. Pero ero eso no termina ahí—digo causando tanta curiosidad en ellas que giran la cabeza como la niña del aro.

—¿Te lo morreaste en la oficina?—pregunta la peliroja con ojos como plato 

—¡JULIAAAANAAA! —exclamo al tiempo que le lanzo la almohada que hace un rato estampo en mi cara, solo que esta vez ella sí la  esquiva ágilmente—¿Es qué no piensas en más?—Ella se encoge de hombros restándole importancia—No lo besé, el inútil ese me ha puesto más trabajo del que debería y nada de lo que yo hago le gusta—hago un mohín típico de mi y cruzo las manos en mi pecho. Bueno, mis pocos pechos.

—O creo que le gustas tú—reflexiona Paola después de un tiempo y exageradamente pongo los ojos en blanco.

—¿Helado?—Digo cambiando de tema

—Sisisisisisisi

Helado. Por ti vamos

                                                                                ********

La alarma del celular suena, me estiro en mi cama para luego levantarme y correr las cortinas. Afuera está haciendo el sol habitual de aquí Villavicencio. Sonrío agradecida al cielo por tan hermosa vista, amo las mañanas.

Hago mi cama y voy hacia mi armario decidiendo qué ponerme. Tomo unos jeans obscuros tipo pitillo, una blusa estilo corsé negra, un cinturón miel para contrastar el tono negro y tacones a juego. Me dirijo a la ducha, abro el grifo y regulo la temperatura. Hoy quiero una ducha con agua caliente, me enjabono el cuerpo, lavo mi cabello y finalizo mi ducha todo el tiempo cantando. Una vez que me seco tomo crema corporal y la esparzo por todo mi cuerpo. Termino de vestime y tomo el secador de cabello. La verdad lidiar con mi cabello es cosa seria, dado a que soy crespa. Pero es que no me gusta mi cabello a pesar que todo el mundo lo ame, sinceramente se me hace más fácil mantenerlo lacio. O algo parecido, porque ni con la mejor plancha de cabello sobre la faz de la tierra puedo mantenerlo liso totalmente. Normal: crespa y con la humedad de la ciudad no es mucho lo que se pueda hacer.

Cuándo consigo el resultado que quiero me dispongo a maquillarme. Nada exagerado, rímel, delineado de gato, polvos compactos, colorete para mis mejillas y un labial de color rosa para mis labios.

Al llegar a la oficina como de costumbre 7:45am dejo mi bolso y me dirijo a la cafetería, tomo mi habitual café con galletas saladas disfrutando del silencio que la estancia me proporciona.

El día ha sido muy agitado. Y es obvio, los de recursos humanos están en capacitación desde hoy hasta el viernes, lo que significa que son cuatro días a cargo de sus labores más las mías y las que mi amado, inutil y muy arrogante jefe quiera darme, ya me he acostumbrado a eso.

He mantenido una relación estrictamente profesional con él. Fue demasiado decepcionante ver la otra cara de él – O la verdadera– a la que creí que en el paradero de buses

—Es hora de almuerzo —hablando del rey de Roma y el karma es quien se asoma.

—Ajá—respondo cortante a lo obvio de su afirmación

—Te invito a almorzar—propone de lo más natu... Espera, ¿Qué?

Sus palabras me tomaron por sorpresa, sin embargo me recompongo rápido.

—Gracias pero no es necesario, traigo mi almuerzo 

—No importa, quiero almorzar contigo

Este debería tratar sus problemas de bipolaridad

—No quiero ser grosera jefe pero...— me interrumpe, como si en nuestras conversaciones  fuera raro.

—Tomás, llámame Tomás

—¿Qué fue con eso de las licencias en mi trabajo? ¿Qué lo hace cambiar de opinión?—lo encaro con el ceño contraido

—Tú eres la excepción a cualquier regla, Scarlett—Su cambio repentino hace que algo dentro de mi se revuelva

—Ok, bien—digo no muy segura de sus palabras

—Entonces ¿Almuerzas conmigo?

Te elegí para SIEMPREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora