Habían pasado unas horas desde que mi padre y Takeshi se fueron; ambos tenían cosas que hacer y estaban conformes con mi fachada de «estoy bien». La verdad es que no lo estaba; tenía un dolor constante en mi pecho que no se podía curar con ninguna medicina o algo por el estilo. La única cura era el amor, pero después de todo, creo que la única persona que no me ha visitado es la única que podría ayudarme a sanar; sin embargo, luego de todo lo que le he hecho, no creo que Naruto sea capaz de perdonarme. Han sido demasiadas veces las que lo he lastimado. Sinceramente, no creo merecer su amor; él merece a alguien mucho mejor que yo.
El aire fresco entraba con suavidad por la ventana abierta de la habitación donde estaba hospitalizada. Tenía los ojos cerrados, intentando mentalizarme acerca de mi actual situación. Después de que Soichiro me quitara mis ojos, no sabía si poder volver a utilizarlos con el Seisujikan; pero todavía no podía averiguarlo, ya que necesitaba unos días más para recuperarme de la reciente batalla y pérdida de chakra.
Escucho unos leves toques en la puerta y me acomodo rápidamente en la cama, cubierta con las sábanas.
—Adelante —digo en voz alta.
La puerta se abre y veo a un joven rubio de ojos azules tan intensos que siento que podrían conocer hasta mi más íntimo secreto. Él me mira atentamente, con un leve sonrojo en sus mejillas. Al mismo tiempo, tiene una caja pequeña en sus manos de color blanca, con un listón que la envuelve.
—Hola —me saluda.
—Hola —no oculto la sorpresa en mi voz—..., Naruto.
—Y-Yo... quería darte esto —extiende la cajita. La observo, sin saber bien si tomarla o no—... Me lo dieron las enfermeras justo después de la cirugía.
Extiendo mi mano y tomo la cajita. Le quito el listón y la abro, dejando ver un collar blanco con forma de copo de nieve. No tardo en percatarme que se trata del collar que él me regaló hacía seis años atrás.
Mis lágrimas no tardan en salir, al igual que Naruto no tarda en acercarse y posar sus manos en mis mejillas, secando mis lágrimas con sus pulgares, delicadamente.
—No llores, por favor —me suplica.
Dejo la caja con el collar a un lado y quito las manos de Naruto de mi rostro, impidiendo que él me toque otra vez. Una mirada de desconcierto se nota en su rostro.
—¿Está... t-todo bien? —me pregunta.
Mis ojos se posan en los suyos por un breve periodo de tiempo; niego con la cabeza y vuelvo a sollozar. Cuando veo que se acerca a abrazarme, lo detengo y vuelvo a negar.
—No te merezco —balbuceo, con la voz quebrada—..., no te merezco —repito, en un hilo de voz casi inaudible.
—¿Qué dices?
—Te he hecho tanto daño... Ni siquiera... N-Ni siquiera...
Pero mi voz se rompe. Naruto se acerca a mí y esta vez no impido que me rodee con sus brazos. Esta vez, me aferro a su ropa con toda la fuerza que me queda, mientras lloro desconsoladamente.
—Ni siquiera pude protegerlo... —sollozo.
Siento el cuerpo de Naruto tensarse.
—Proteger..., ¿qué? —susurra.
Mi llanto se hace más sonoro, mientras siento mi corazón estrujarse con cada palabra que digo; cada palabra conlleva un recuerdo doloroso.
—A nuestro..., nuestro bebé —digo, en un hilo de voz.
Naruto detiene sus caricias en mi espalda y se tensa completamente. Por mi parte, no paro de llorar y me separo de su abrazo.
—Lo siento tanto, Naruto —balbuceo—... De verdad que lo siento...
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Para siempre, de veras
FanfictionTercera temporada de «Una llama congelada» y secuela de «Un gélido incendio». -------------------- Mi vida después de la Cuarta Guerra Mundial Shinobi no estaba decidida. Lo único que tenía en claro era que debía enmendar todo lo que hice en la otra...