39. El regreso de los Uchiha

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Inflaba mis cachetes y hacía viscos constantemente, con la finalidad de escuchar a Minako reír. La forma en que sus ojos se entrecerraban y sus mejillas se hacían como una bolita, me enternecía de sobremanera. Con solo tres meses de nacido, Minako era un niño muy alegre que le encontraba la gracia a todo; aunque, claro, cuando apenas conocía una nueva cara, el niño se comportaba muy serio y casi sin expresión alguna.

—¿Te estás divirtiendo? —me pregunta Naruto, apoyado en la pared.

Desvío la mirada de mi hijo hacia su progenitor, con una sonrisa.

—Y mucho —le respondo.

El rubio abandona su posición para acercarse y sentarse a mi lado, en el sofá. Su mano izquierda se posa sobre la pequeña cabeza de Minako, acariciando el poco cabello que tiene. Nuestro hijo no tarda en estirar sus brazos hacia su padre, queriendo que él lo cargase. Naruto lo toma, permitiéndome descansar al fin de mis brazos.

Entonces, me doy cuenta. Aquella mirada enternecida que Naruto le dedica a nuestro hijo es pura felicidad. Ambos sabíamos muy bien que habíamos tenido por poco tiempo figuras paternales o maternales, por lo que no sabíamos muy bien cómo actuar con Minako; pero, aun así, tanto Naruto como yo, nos apoyábamos el uno al otro. Y eso era lo que importaba, puesto que solo deseábamos estar el uno con el otro.

Teníamos una familia; un hijo, producto de nuestro amor. Y aquello me hacía sumamente feliz. Es una felicidad que jamás había experimentado antes; un sentimiento puro, que emerge cada vez que veo a nuestro hijo.

—Deberíamos ir ya, ¿no lo crees? —susurro, sin dejar de mirar a los dos hombres que dominaban mi vida.

—¿Crees que ya hayan llegado? —Naruto despega su mirada de Minako y me observa a los ojos.

—Eso creo...

Sin esperarlo, mi esposo planta sus labios en los míos, sorprendiéndome. Los mueve lentamente, pero a un compás apasionado. Cuando por fin se separa, ambos tenemos un sonrojo, pero él me sonríe enternecidamente.

—Te amo —susurra.

Me sonrojo más de lo que ya lo estoy y sonrío inconscientemente.

—¿A-A qué viene eso? —tartamudeo.

—Solo quería decírtelo.

—Pues... También te amo.

Le doy un corto beso en los labios y me levanto del sofá, tomo la bolsa que contiene todo lo necesario para Minako y me apresuro a la puerta, seguida de Naruto. Cuando salimos, tomo la mano desocupada de Naruto (aquella que no carga a Minako) y entrelazo sus dedos con los míos.

Caminamos por las concurridas calles de la aldea, mientras noto cómo varias personas miran inquisitivamente a nuestro hijo. Aunque ya supieran acerca de él, siempre se interesaban más de lo necesario, y eso llegaba a incomodarme. Así que decido acelerar mi paso hacia la entrada de la Hoja, donde logro divisar a Ino junto con Sai, Takeshi, Hinata y mi padre, tomando de la mano a mi pequeño hermano Obito, quien apenas había cumplido cinco años.

«¿En serio Sai está aquí? Bueno, seguramente vino solo porque Ino se lo pidió.»

—¡Uh! ¡Allí está mi sobrino favorito! —chilla Takeshi, corriendo hacia nosotros.

—Es tu único sobrino —murmuro.

—Por eso, es el mejor. ¿Puedo cargarlo?

Naruto se lo entrega cuidadosamente, pero al instante, el pequeño comienza a llorar, a lo que Naruto vuelve a tomarlo entre sus brazos, calmándose al instante.

Para siempre, de verasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora