48. Chuunin

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«Kakashi nos explica poco de los exámenes y después nos deja en nuestras manos la decisión si ir o no; obviamente estoy obligada a ir por mi equipo, aunque eso no signifique que no quiera ir porque claro que sí quiero.

(...)

Miro a Sasuke, él está concentrado; después, a Naruto, quien está levantando su mano... «¡¿Qué?!». Mi sangre se va de mi cuerpo en menos de un segundo. ¿Renunciará?

—¿Acaso creen que renunciaré? —le grita al instructor, respondiendo mi pregunta—. ¡Pues no es así! ¡No, señor! Yo no renuncio ni me rindo. ¡Este es mi camino ninja!

Con sus palabras, le inspira confianza a los demás. Me quedo tranquila al saber que no renunciará, por más difícil que parezca. Él es perseverante. ¿Por qué creí que él renunciaría? Qué idiota soy.

—Bien —dice Ibiki—, ustedes aprobaron.

(...)

—¡Naruto, cuidado! —le grito y salto a su lado.

Lo empujo para que caiga y la serpiente se estrella contra mí. Me aferro a su frente, pero gracias al golpe he quedado sin aire. La serpiente se sacude y no puedo más. Me suelto en contra de mi voluntad y salgo volando lejos de mi equipo.

(...)

—Tú historia no me hace sentir nada —me dice.

«¿Acaso... aquí termina todo?».

La presión de la arena llega al punto de dejarme sin aliento. Cierro los ojos con fuerza, deseando salir de aquí.

—Ataúd de arena —sentencia.

«¿Morí?».

Vuelvo a abrir los ojos. Temari me mira asombrada y siento el corto césped en mis manos. «¿Estoy bien?». Miro a mi alrededor, estoy fuera del ataúd. ¿Cómo salí? No tengo ni la menor idea, pero eso no me preocupa. Mis manos están temblando al igual que todo mi ser.

—Lo... hizo —dice Temari.

(...)

—Esos ojos —dice—... ¿Será que...?

No logro escuchar sus últimas palabras ya que su brazo también se alarga y me toma por el cuello, estrellándome contra otro árbol cercano.

—¡______! —grita Sasuke.

Veo cómo intenta levantarse, pero se cae por lo débil que está.

—¡Quédate ahí! —le ordeno.

Orochimaru alarga su cuello hasta mí y me observa.

—Sí, lo son —dice—. Los ojos de la Viajera. El mismo color púrpura... Entonces, tú debes ser el legado de la Viajera.

—No sé de qué hablas —escupo.

Me duele el cuello, por lo que intento no moverme.

—Claro que no —secunda mi afirmación—. Eras solo una bebé de cuatro meses cuando te dejó allá. Solo la conocí durante cinco años antes de irme... Pero fue lo suficiente para darme cuenta de su poder —sisea—. ¿Qué tan bueno sería... tener una seguidora del clan Umi?

(...)

Me lanza unos shuriken que me cortan los brazos y se distrae, creyendo que encontrará otro más; pero, esta vez, soy yo la que termina el ataque. Clavo un kunai en su brazo y con mi antebrazo detengo el otro brazo. Comienza a golpearme con el brazo que tiene el kunai clavado. Sé que le duele.

Para siempre, de verasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora