45. Sensei

526 50 24
                                    

Sentía la brisa agitar levemente mi cabello recién cortado. A pesar de que me encantaba tenerlo largo, decidí cortármelo hasta los omoplatos, con casi treinta centímetros de diferencia. ¿La razón? Sencillo: me era más fácil sujetar mi cabello en las misiones con este largo; además, así mis hijos no tendrían de qué tirar para que centrara mi atención en ellos.

Siento una presencia detrás de mí, pero ni siquiera abro mis ojos. Conozco demasiado bien ese chakra como para asegurarme de que ni loco me haría daño.

—No sabía que estarías aquí —me comenta.

—Necesitaba un espacio libre, papá.

Mi progenitor llega hasta mi lado y se posa en el mismo barandal que yo. De reojo puedo ver cómo él todavía usa la capa común de los Kage, con el título de Hokage escrita en ésta.

—¿Cómo le va a Obito en la Academia? —le pregunto, para sacar conversación.

—Lo veo muy feliz y no tan enojado como lo estaba antes. Ya sabes... por ser yo el Hokage, apenas y tenía tiempo para pasarlo con él.

—Lo entiendo...

«¿Ocurrirá lo mismo con mis hijos cuando Naruto se convierta en Hokage?». Sabía que aquella fecha no estaba lejos, pero no me había preguntado aquello hasta este momento. Sabiendo cómo sufrió Takeshi, comienzo a temer que le ocurra lo mismo a Minako o Natsumi.

—Hay algo que te quiero comentar, ______ —murmura mi padre, mirando al horizonte—. Sé que en ti veo la voluntad de fuego..., además de la clara idea del trabajo en equipo...

—¿Qué quieres decir?

Una corriente de aire frío llega hasta nosotros, a lo que me abrazo a mí misma, intentando recobrar el calor. Ya casi terminaba el año, apenas faltaban unos cuantos días.

—Pronto se graduará una nueva generación de niños en la Academia, hija... —Su mirada se posa en mí, haciendo que trague saliva—. Me gustaría que te convirtieras en sensei de algún equipo.

(...)

Suelto, por milésima vez, un profundo suspiro, a la vez que continúo haciendo garabatos en la hoja de papel que antes era blanca. Mi hijo, Minako, me dedica una mirada curiosa, mientras que Natsumi se dedica a jugar con uno de sus tantos peluches.

—¿Qué tienes, mami? —me dice el azabache.

Apoyo mi barbilla en la mesa, mirando de reojo a Minako, quien está sentado en la silla de al lado.

—Pienso mucho —murmuro.

—¿Por qué? —Inclina su cabeza.

Vuelvo a suspirar.

Desde que mi padre me recomendó el trabajo de sensei, no había dejado de pensar en eso. ¿Por qué escogerme a mí, habiendo muchos más y mejores para aquel importante puesto? ¿Acaso cree que seré buena líder?

Bueno..., a decir verdad, yo he sido la que ha tenido iniciativa con el proyecto de los rescates, además de que he planeado cada uno a detalle. En cada uno de ellos, me he preocupado de proteger a mi única compañera: Sakura; y, en cada uno, hemos pasado lo suficientemente desapercibidas como para no cambiar la historia.

Sí, podría decirse que tenía lo necesario como para liderar un equipo..., pero... ¿podría protegerlos?

—¡Mami siempre podrá proteger a sus seres queridos! —exclama Natsumi, para después caer de espaldas y quedar dormida.

—¡¿Qué le pasó a mi hermanita?! —chilla Minako, corriendo hasta la inconsciente rubia.

«Otra vez el Seisujikan... Al parecer, se metió en mi mente.»

Para siempre, de verasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora