56. Tumba

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Narrador omnisciente

«Una niña de no más de cinco años sale corriendo de su casa, huyendo de un hombre cruel que le había reclamado el que haya salido de su habitación sin autorización. La niña de cabello azabache corre desesperadamente hacia la playa, en busca de un lugar donde esconderse y que no la encuentre.

Finalmente, llega a la habitada playa, pero no se detiene, pues se siente aún insegura. Sus pies le duelen por correr en un área no firme, pero se concentra en seguir adelante, sin importarle nada más que su seguridad.

Inesperadamente, su cuerpo se estrella con algo firme, a lo que cae de bruces y se quema las manos por la caliente arena. Al momento de levantarse por inercia, nota a una niña de cabello castaño que la mira con enojo.

—Oye, ten más cuidado —le reclama la castaña.

—Lo siento, es que yo...

Pero calla al ver que no sabe dónde se encuentra.

A pesar de que conocía muy bien la playa de su hogar, desconocía esta área; o podría ser que, al haber chocado con la otra niña, la azabache se desubicó.

—Bueno, no hay problema —le dice la castaña, cuando ve el rostro de confusión de la niña, dándole un poco de lástima.

La castaña, que vestía un traje de baño, observa con cuidado el rostro de la pelinegra, notando los púrpuras ojos de ésta. Se sorprende bastante y le parecen bellos sus ojos, pero decide callar aquel rasgo, pues podría ser algo de lo que no le gustase hablar a la dueña de tan singulares ojos.

Así que desvía su atención a la ropa de la azabache.

—¿Planeas entrar al mar con esa ropa? —inquiere, al notar su camisa y sus pantalones cortos de mezclilla.

La azabache se ruboriza y desvía la mirada. La castaña sonríe y le extiende la mano.

—Vamos, ponte de pie.

La azabache acepta su mano y se pone de pie, tal como le pidió la castaña. Se limpia la arena y le sonríe levemente por su amabilidad. Era la primera chica que conocía y no huía despavorida al ver sus ojos.

—Mi nombre es Jade Abascal.

—Y-Yo soy ______...

—¿Y tu apellido?

La azabache desvía la mirada, avergonzada. Puede que supiese el apellido del hombre que la cuidaba, pero le avergonzaba que ese hombre fuese su padre. Siendo alcohólico, los demás niños no querrían acercarse a ella.

—Bueno, luego me lo dices. ¡Vayamos al mar!

Dicho esto, la castaña, de nombre Jade, toma la mano de ______ y sale corriendo hacia la arena más fría, puesto que ya le quemaban las plantas de sus pies.»

Una azabache abre lentamente sus rojizos e irritados ojos. Había pasado casi toda la noche anterior llorando y lamentándose el haber sido la causante de la muerte de su mejor amiga.

—¿Cómo estás? —le pregunta un rubio a su lado, que ya estaba despierto desde hacía unos minutos.

—¿Hoy es el funeral?

—No lo digas tan rudo...

—No hay otra forma de decirlo —replica, girándose sobre la cama.

El rubio la envuelve en sus brazos y besa su mejilla.

—Vamos a vestirnos. No quiero que estés todo el día así; me duele, de veras.

—Naruto, es mi mejor amiga. Es como si tú perdieras a... —Pero calla cuando se da cuenta de lo que está diciendo—... Lo lamento.

—No importa. Sé cómo te sientes, ______.

Le da un corto abrazo, aún recostados sobre la cama.

(...)

Habían pasado varios meses desde que ______ escuchó por última vez la voz de su mejor amiga, y cada día la visitaba en su tumba; incluso se las arreglaba cuando iba en una misión larga y tenía que visitar a su amiga.

Pero hoy no iría sola, pues su pequeña hija, quien entraría a la Academia en menos de un año, la acompañaría.

—¿Estás lista, Natsumi? —inquiere la azabache, colocándose las sandalias ninja.

Sip, ya estoy.

La niña rubia se coloca sus sandalias y toma la mano de su madre, para después ambas salir de la casa. Naruto se encontraba en la oficina, trabajando desde tempranas horas de la mañana; mientras que Minako, el hijo mayor de la familia, estaba estudiando en la Academia, por lo que ambas mujeres Uzumaki estaban en tiempo libre.

No tardaron mucho en llegar al cementerio. Por su parte, ______ se encontraba calmada, pues le gustaba visitar a Jade y pasar tiempo con ella, hablando, aunque no le pudiese contestar. A veces, sólo se quedaba a su lado, cuando no tenía de qué hablar, y observaba la tumba con el nombre inscrito de su mejor amiga.

Por otro lado, Natsumi se sentía nerviosa, pues era de las pocas veces en que ella visitaba a Jade, a quien consideraba una tía para ella.

En cuanto llegan a la lápida, ambas hacen una reverencia y su madre se inclina a posar su mano sobre la lápida, como si estuviese abrazando a Jade. Su hija la observa con tristeza y dolor, pues no sabe cómo ayudar a su madre para que no sufra; incluso quisiera poder compartir su dolor o quedárselo todo ella.

Así que, en un acto desesperado y común para su edad, decide buscar algo que podría hacer sonreír a su madre: un ramillete de flores, que pondrá en la tumba de la mejor amiga de su madre.

Las recolecta ella misma del bosque cercano; unas flores blancas y otras lilas; incluso toma tréboles, que le recuerden al color de ojos de su tía. Cuando está listo, vuelve corriendo con su madre, pero la encuentra a mitad de camino, sorprendida.

—¿Qué llevas ahí, Natsumi? —le pregunta la azabache al inclinarse.

—U-Un ramo para la tía Jade...

______ la mira con sorpresa y le devuelve una tierna sonrisa.

—Es muy lindo de tu parte darle eso... Ve y pónselas, pero no tardes mucho, ¿de acuerdo? Ya debemos ir por tu hermano Minako.

La rubia asiente repetidamente con la cabeza y sale corriendo hacia donde debería ser la tumba de su tía. En cuanto llega, nota que hay alguien más en el lugar: un niño de cabello azabache y con forma de hongo, que viste de verde.

—Di-Disculpa... —El niño se gira, ya que estaba viendo la tumba—..., vengo a poner esto. Con permiso.

Se acerca y deja el ramillete en frente de la lápida, dándose prisa.

—¿De dónde conoces a mi madre? —inquiere el azabache.

—Mi madre era su mejor amiga... Bueno, ya me voy. ¡Adiós!

—¡Espera, ¿cuál es tu nombre?!

La rubia se detiene y mira con una leve sonrisa al niño.

—¡Natsumi Uzumaki, de veras!

Dicho esto, se cubre la boca inmediatamente y su rostro se torna rojizo, a lo que el azabache se ríe de su actitud tímida.

—¡Soy Metal Lee! Un gusto.

—Igual.

Y sale corriendo la rubia hasta llegar a su madre, quien no tarda en notar el rojizo color del rostro de su hija.

—¿Todo bien, Natsumi?

—S-Sí. ¿Por qué lo preguntas, madre? ¿Hay algo nuevo en mí? Yo estoy bien, de veras.

______ observa con sorpresa a su hija, para después sonreír enternecidamenteal verla tan nerviosa; tanto, que soltó una muletilla parecida a la de su padre.    

Para siempre, de verasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora