35. De boda en boda

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Se notaba que no habían perdido el tiempo, pero eso me alegraba. Tan pronto como su cuerpo se adecuó al tiempo correcto, ambos decidieron llevar a cabo una unión formal. Y, poco tiempo después de la boda de Sakura y Sasuke, ya estábamos en una nueva boda: la de Kurenai y Asuma.

La más emocionada era Mirai, que llevaba puesto un pequeño vestido anaranjado y era cargada alegremente por Shikamaru, quien era el encargado especial de cuidarla mientras sus padres se casaban. Al parecer, finalmente podrían ser una familia feliz.

Apenas estaba terminando la ceremonia y ya todos estaban llorando de emoción, pero más Gai-sensei. Finalmente, la ceremonia termina y los nuevos esposos se dan un beso para formalizar su relación. Su pequeña no tarda en bajar de los brazos de Shikamaru y correr hacia sus padres. Con alegría, Asuma-sensei la carga en sus brazos, para después caminar hacia la salida del templo.

—Felicidades, Asuma-sensei, Kurenai-sensei —les digo cuando salen y comienzan a recibir felicitaciones.

—Nada de esto hubiera sido posible sin ti —me dice Asuma-sensei. De repente, me da un abrazo—. Gracias.

Kurenai-sensei hace lo mismo, pero tarda más en separarse.

—Me alegro, de verdad, que Kakashi y Natsuki hayan tenido una hija como tú —me sonríe la nueva Sarutobi.

Ellos continúan con sus felicitaciones y yo me dedico a observarlos, enternecida y orgullosa de lo que he logrado.

—¿Estás bien? —me pregunta Naruto, que se ha mantenido a mi lado desde el inicio de la ceremonia.

—Eso creo —digo y siento una lágrima recorrer mi mejilla.

Mi rubio no tarda en secármela con su pulgar.

—Has logrado cosas maravillosas, ______. —Mi esposo se hinca y besa mi vientre, el cual apenas tiene una pequeña montañita en él, casi imperceptible—. La primera, es este pequeñín que está dentro de ti, que es nuestro segundo hijo.

Por suerte, la mayoría se ha alejado de nosotros, así que logro sollozar con comodidad, recordando los únicos dos meses que estuve embarazada de mi primer hijo. Naruto se levanta y me abraza, provocando que quede escondida en su pecho, mientras sus brazos me rodean en un cálido y reconfortante abrazo.

—Sabes que te amo, ¿no es así? —Asiento con la cabeza ante sus palabras—. Te amo tanto como a nuestros dos hijos. Puede que uno no esté aquí, pero el otro pronto vendrá y le hablaremos de su hermano mayor.

Llevo mis manos a mi vientre, inconscientemente, a la vez que me separo.

—¿Qué crees que sea? —inquiero, secándome las lágrimas.

—Un niño, fuerte como yo —me dice, sonriendo ampliamente.

—También creo eso —susurro.

A pesar de tener solo un mes de embarazo, no me faltaban las ansias para poder ver al pequeñín que llevaba dentro..., o pequeñina.

(...)

Parecía que estábamos de boda en boda, pues nos encontrábamos en otra. Incluso, puede que éste sea el año de las bodas.

—¿Y podré entrenar con él? —pregunta mi hermano menor, Obito, señalando mi vientre.

Se nota más que en la última boda en la que estuvimos, pero seguía siendo muy poco notorio.

—Tendrías que esperar unos cuantos años —hago una mueca, contestándole.

—¡Yo seré su sensei! —exclama, sonriendo.

Para siempre, de verasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora