62. Muerte a la sangre Umi

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Sabía dónde estaban. Sabía a dónde se lo habían llevado; a mi pequeño Minako. En cuanto Naruto dio la orden, formé un equipo y comenzamos a dirigirnos hacia la Aldea de los Umi, donde mi hijo se encontraba. Naruto se había quedado para asegurarse del bienestar de los aldeanos; pero, en cuanto estuviesen a salvo todos, él vendría. Por el momento, sólo nos encontramos en la misión mis padres, mi hermano, Rin y Minato. Yo voy a la cabeza, mientras que los demás cubren mi retaguardia. Por un segundo, mi madre se coloca a mi lado.

—Minako estará bien —me dice. Yo no le dirijo la mirada—. Siempre ha sido muy fuerte.

Respiro profundamente y acelero el paso, al mismo tiempo que los demás. Con la velocidad con la que vamos, no dudo que lleguemos pronto.

Entonces, corremos al lado de un tronco caído.

—Estamos cerca —aviso al resto del equipo.

—Lo recuerdo —comenta mi madre, más para sí misma que para los demás.

Ignoro su comentario y continúo con el camino hasta llegar a la cima de una montaña, teniendo a la vista toda la aldea. Nos detenemos unos segundos, los suficientes para recuperar el aliento. La razón por la que no usamos nuestro Seisujikan es porque necesitamos guardar nuestro chakra para una inevitable batalla con los últimos Umi puros. No sé exactamente quiénes sean el hombre y su esposa, pero sé que estarán en la aldea por ser el único lugar en el que tienen una ventaja gracias a la barrera.

—Sigamos —ordena Minato, mi suegro.

Bajamos rápidamente la montaña y me detengo unos metros antes del río. Luego, me giro hacia mis compañeros de misión y asiento mi cabeza hacia mi madre. Ella nos da un poco de su Busshitsu púrpura a todos, con las intenciones de que no nos afecte la barrera. Cuando estamos todos listos, cruzamos la barrera y el río, sin problema alguno, más que alguna extremidad entumecida. Por otro lado, mi madre se debilita bastante y mi padre la carga en sus brazos.

—Es más fuerte que la barrera de la Hoja —murmura mi madre.

—¿Estarás bien? —le pregunto. Ella asiente con la cabeza—. Papá, si la ves muy débil, llévala a casa. Estaremos bien.

Mi padre asiente con la cabeza y deciden quedarse cerca del río. Por otro lado, el resto continúa con el camino hacia la aldea. Cuando nos acercamos, todos usamos la mayor discreción posible. Somos cuatro personas buscando el chakra de mi hijo, el cual no aparece por ningún lado.

Una chica se encuentra atada de manos y pies junto a la fuente del centro de la aldea. Pareciera estar llorando y no poder moverse. «Este chakra...: ¡Hanami!». Sin dudarlo, corro hasta ella y la analizo, notando que se encuentra en un genjutsu. Así que la libero, tanto del genjutsu como de sus manos y pies.

—¿______-sensei...? —balbucea, viéndome con sus ojos rojos e hinchados. Cuando nota que en realidad se trata de mí, se lanza en mis brazos—. ¡Lo lamento! ¡Yo no quería! Ellos me dijeron que me ayudarían a ser más fuerte y confié porque sabían tus debilidades con el Seisujikan por ser Umi... ¡Me mintieron y me sacaron información sin yo darme cuenta! ¡Pensé que eran como usted y confié! Por mi culpa atacaron la Hoja...

Abro mis ojos más de lo normal cuando escucho todo lo que mi alumna dice, sollozando. Tiemblo levemente cuando pienso que ella fue la culpable del secuestro de mi hijo... «No... A ella la engañaron. También fue una víctima.» ¿Cómo iba a imaginar que algo así sucedería? Mi propia alumna, sin saberlo, había ayudado a atacar su propio hogar.

—Takeshi, Rin. Llévenla a la Hoja.

Ambos me hacen caso y mi hermano la carga, mientras que Rin protege sus espaldas. Los tres desaparecen dentro de poco, dejándome sola con Minato. Suspiro y vuelvo a concentrarme en mis acciones.

Para siempre, de verasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora