38. Dos bodas y tres bebés

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Los curiosos ojos abiertos de par en par de la rubia me observaban sin cesar, a la vez que un sonrojo se apoderaba en sus mejillas. La miro de reojo con una sonrisa, mientras ella no deja de observar a mi pequeño hijo que amamanto en mi pecho. Minako se mantiene con los ojos cerrados, succionando la leche que produzco por su reciente nacimiento.

—¿Por qué tanta curiosidad en Minako? —le pregunto.

La rubia abre sus ojos más de lo normal y se sonroja, para después desviar su vista hacia otro lado.

—¿No te...? —murmura, avergonzada—. ¿No te duele?

Giro mi cabeza hacia ella, con una ceja alzada al no entender su pregunta.

—¿Qué cosa?

—Que tu hijo... haga eso. —Miro inmediatamente a mi pequeño.

—Pues..., no. Solo come.

—Hum..., ______.

—¿Sí?

—¿Dolió... el parto?

Me vuelvo a girar hacia ella. La rubia sostiene con fuerza el sofá del baño mientras que espera mi respuesta. Pareciera como si temiera la respuesta.

—¿La verdad? Me dolió como jamás me había dolido algo —la noto tensarse más—..., pero no me arrepiento. —Ella me mira, sorprendida; por mi parte, miro a Minako—. Este pequeño es lo mejor que me ha pasado...; claro, después que haberme enamorado de Naruto, porque sin él, Minako no estaría aquí. Mi hijo es la cosa más maravillosa que conozco...

El citado deja de succionar y se separa de mí, a lo que la mujer a mi lado desvía la mirada y yo me acomodo mi ropa. Cuando me acomodo, limpio al pequeño y le hago sacar el aire que lleva dentro, con suaves golpes en su espalda. Estos momentos son los que agradezco internamente la ayuda de Kurenai, pues es la única madre que conozco... Lamentablemente, a Kushina no la puedo incluir, pues ella no estuvo para cuidar de Naruto por diferentes causas; así que mi único apoyo en estos pocos días en los que Minako lleva con vida, ha sido Kurenai.

—__-______..., ¿puedo... cargarlo?

—Claro que sí, Temari.

Con cuidado, le entrego al pequeño Minako a Temari, quien está sonrojada por el temor a lastimarlo. Observa con los ojos bien abiertos a mi hijo, que apenas está conciliando el sueño.

Desde su boda con Shikamaru, ella se mudó aquí con él, hacía cinco meses. En todo aquel tiempo, Temari y yo nos habíamos vuelto buenas amigas, al igual que ella con el resto de las chicas de la Hoja.

—¡Agh! —se queja alguien, entrando al baño—. ¡Ya no lo soporto!

Mi hijo comienza a quejarse, por lo que lo tomo de los brazos de Temari y lo acuno enseguida. La rubia no para de mirar a Minako, incluso cuando Tenten entra por la puerta del baño.

—Ah, hola... —nos saluda, avergonzada al pensar que estaba solo el baño.

—Hola, Tenten —la saludo, sonriente—. ¿Ocurre algo? Te oías molesta...

—Es este vestido —masculla, tirando del corpiño—. Me aprieta...

Y cómo no, si su pecho estaba experimentando los cambios de los últimos meses de embarazo, por los cuales yo también pasé y ahora estoy en las consecuencias de aquello.

—Tienes siete meses, eso es lo que pasa en ese tiempo —le explico de manera burlona, sintiéndome toda una profesional.

Me fulmina unos segundos con la mirada, hasta que suelta un bufido y se sienta a nuestro lado, observando también a Minako.

Para siempre, de verasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora