5. Peticiones

727 82 15
                                    

—¿______? —inquiere alguien a mi espalda.

Me giro con rapidez y con las mejillas sonrojadas por mis anteriores palabras. En cuanto veo al varón que tengo en frente, una amplia sonrisa aparece en mi rostro. Ha cambiado.

—¡Sí eres tú! —exclama.

—Hola, Kurenai —le sonrío y me pongo de pie, sin dejar de mirar al niño que captó mi atención desde un inicio—. ¿Cómo han estado?

—Nosotras, bien; este niño de aquí es quien siempre pregunta por ti.

Me sonrojo al instante y miro al niño, él se esconde detrás de Kurenai. De repente, una niña de cabello negro llega corriendo hasta Kurenai. Su parecido con la sensei es tan grande que no dudo un instante en que sea su hija, Mirai.

—Supongo que esa niña preciosa de ahí es Mirai —digo, indiscretamente a Kurenai para que Mirai se ponga curiosa.

—Sí, es mi hija —dice sonriente. Se gira hacia la niña—. Mirai, ella es la hermana de Obito. Saluda.

La niña me observa unos segundos y luego agita su mano animadamente. El niño es quien se mantiene detrás de Kurenai, sin dejar de verme. Saludo de vuelta a Mirai y me pongo de cuclillas para alcanzar su altura.

—Es bueno conocerte al fin, Mirai —le sonrío; luego, me dirijo hacia el chico—. Hola, Obito. Soy tu hermana, ______.

Él me mira unos segundos y luego sale de su escondite. Lo que me preocupa es que siga igual de serio desde que nos encontramos. Es muy parecido a mi padre: sus ojos, su cabello, su color de piel... Lo único diferente sería que Obito no lleva una máscara.

—Tienes los ojos de Takeshi —murmura con una tierna voz—... ¡Entonces sí eres mi hermana!

Y dicho esto, se lanza a mis brazos y lo envuelvo al instante en un cálido abrazo. Realmente había extrañado a todos, pero en especial a mi familia. Obito, al ser parte de ésta, lo extrañé demasiado; pero había sido más con él porque no tuve la oportunidad de verlo crecer durante un año entero. Sin duda alguna, esto es algo de lo que me arrepentiré por un largo tiempo.

—¿Por qué te fuiste? —inquiere al separarse, pero sin soltarme.

—Hablamos luego, ______ —me avisa Kurenai al ver que Obito se interesó por un tema personal—. Adiós.

—Adiós, señorita ______ —se despide Mirai.

—Gracias por cuidar de Obito, Kurenai. Adiós.

Ellas se alejan y me percato que Obito ha mantenido su mirada fija en mí. Su seriedad será algo muy característico de él, supongo.

—La verdad, Obito... es que yo fui a... conseguir un regalo para papá. —No le mentí, mas le oculté la verdad.

Obito entrecierra los ojos.

—Mentirosa. —Una gota de sudor cae por mi frente. Es sorprendente que el niño tenga mucha habilidad para deducir. ¿Acaso será el típico chico serio súper inteligente?

Suspiro.

—¿Sabes qué? Vayamos a casa —le digo—. Hace mucho que no entro a mi dormitorio y estoy muy cansada.

Me levanto de mi lugar y hago una reverencia hacia la tumba de mi madre, en forma de despedida. Luego, comienzo a caminar hacia mi casa..., por donde, según yo, era el camino. Segundos después, me doy cuenta que Obito no me sigue.

—¿Obito? —inquiero mirando a todos lados—. Maldición...

Justo antes de volverme paranoica, diviso su pequeña figura en el mismo lugar que antes. Corro hasta él lo más rápido posible.

Para siempre, de verasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora