En cuanto me percato que estamos en un lugar diferente, suelto la mano de Soichiro y me alejo unos metros de él, lo suficiente para tener mi espacio y que no piense que huiré de él. Aunque quisiera, todas las vidas de los habitantes de la Hoja dependen de mí, por lo que no puedo huir.
—Vamos, debemos llegar a nuestro hogar —me dice, de una manera seria y fría.
Me dedico a mirarlo unos segundos mientras camina hacia el interior del bosque, por un camino que apenas se aprecia. Llevo mi mano a mi pecho y siento la forma de mi collar por debajo de la ropa. Me alegro de llevarlo puesto.
—No te quedes atrás, cariño.
—No me llames cariño —escupo y comienzo a caminar.
Llego hasta su lado e intento pasar de largo, pero me detengo al darme cuenta que no conozco nuestro destino.
—¿Sabes, siquiera, a dónde nos dirigimos? —me pregunta Soichiro.
Me limito a permanecer callada. Él se coloca a mi lado y siento su mirada en mí.
—Eres muy bella, ¿sabes?
«Ojalá pudiera estar con Naruto», pienso.
—No espero que contestes —prosigue diciendo—, así que continuemos.
Soichiro avanza y lo sigo. Podría escapar, pero él conoce la ubicación de la Hoja. Aunque me fuese a otro lugar, él iría a vengarse de mi decisión.
—¿Alguna vez te preguntaste dónde vivía nuestro clan? —comienza a hablar. Yo guardo silencio—. Tomaré eso como un «no». Bueno, en este mismo momento estamos cruzando un bosque que está en las afueras del País del Fuego, y en lo más profundo de este bosque se encuentra una aldea... Hace medio siglo, esa aldea rebosaba de poder y felicidad; sin nada de dolor, pues estaba prohibido cualquier sentimiento negativo que te llevara a la locura. Aquella aldea pertenecía a los Umi.
Nos detenemos en frente de un pequeño riachuelo. Soichiro se hinca para tomar un poco de agua de éste, como si fuera cosa de todos los días, sin tomar en cuenta que el agua no está purificada. Miro a mi alrededor, intentando ubicarme para saber qué tan lejos está la Hoja y así calcular cuánto tiempo tardarían en llegar refuerzos si es que no acatan las indicaciones que le di a Yuriko.
—Toma un poco de agua —me ofrece el pelinegro—. No querrás deshidratarte. Es un camino algo largo.
—¿No puedes, simplemente, llevarnos ahí con el Seisujikan?
—No —responde secamente y toma otro sorbo de agua—. Vamos, que es la única fuente de agua hasta llegar a la aldea.
Suspiro profundamente y me acerco al agua, alejada unos metros de él. Para mí, sigue siendo el enemigo. Sin embargo, la sed me gana y acato su ofrecimiento de agua. Doy unos pocos sorbos al agua entre mis manos.
—Continuemos —dice al aire, sin mirarme.
Doy un último sorbo y ambos emprendemos, de nuevo, el camino hasta una aldea desconocida para mí.
—Te contaré cómo es que terminé siendo el último Umi puro, ______, para que no te aburras.
Lo fulmino con la mirada unos breves segundos.
—Verás... Después de que tu abuela materna liquidara al clan entero por culpa de Bugendai, se llevó a tu madre lejos del lugar para intentar olvidarse de los recuerdos que le traía su homicidio. Luego, tu madre quedó sola y se fue a...
—La Hoja. Sí, me sé la historia —interrumpo.
—Pero solo la de tu madre —señala.
Sube a un largo tronco caído lleno de musgo y continúa el camino por ahí. A mí no me queda de otra más que seguirlo.
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Para siempre, de veras
FanficTercera temporada de «Una llama congelada» y secuela de «Un gélido incendio». -------------------- Mi vida después de la Cuarta Guerra Mundial Shinobi no estaba decidida. Lo único que tenía en claro era que debía enmendar todo lo que hice en la otra...