De vuelta a Miami. Es domingo en la madrugada, el cielo desde el avión se ve precioso. Con Camila ocupamos una de las camas, ella está durmiendo, con sus brazos alrededor de mí cintura, su cabeza en mi hombro y una de sus piernas encima de mi. Parece un koala. Estuve todo el viernes en el hospital, a mi cerebro le había bajado la inflamación pero seguía un poco inflamado después de todo, y mis exámenes salieron perfectos. Me recetaron medicamentos por unas semanas, que no tuviera contacto con mi pasado de ningún tipo fue la primera recomendación del señor doctor Clayton. No volví a trabajar en la pastelería para mi mala suerte, no querían someterme al estrés que puede ser estar constantemente trabajando rápido para elaborar productos, también me recomendaron no alterarme ni estresarme, y no pude hacer más sino seguir las reglas. Me hicieron una linda despedida en el trabajo, me llevo mucho de ese lugar, me enseñaron muy buenos trucos y lo que era trabajar en equipo. Las despedidas con Nicole y su madre no fueron fácil, ellas eran las más cercanas a mí en la pastelería; tampoco lo fue con mi primo Chris, lo había recordado, a él y todas las locuras que hicimos cuando éramos niños. Mi hermana y la señorita Allyson venían con nosotras, querían estar en mi segunda fiesta de cumpleaños.
Han sido días buenos, he disfrutado de hacer otras cosas, ayer fui a una exposición de star wars con Camila, ya que le gustan estás películas, Nicole y mi primo Chris, invitados por sugerencia de mi novia; esta vez no hubo celos de por medio; no sabía de que iba esa exposición aunque ya sabía qué historia era esta ficción no era lo mío, iban a sacar una nueva película pronto y estaban promocionándola, fue divertido ver todos eso personajes recreados, y los accesorios, me compré una espada que se enciende en la tienda de regalos, también le compré una a las niñas; había gente disfrazada aparte de los que estaban trabajando en la promoción, con muy buen maquillaje, un alienígena muy feo con cara de gruñón me regaló un brazalete. Al menos era amable.
Me puse un tipo de audífonos, estábamos descendiendo, tampoco podía someterme a ese tipo de presión, así que debía protegerme los oídos. Estaba saliendo el sol, y las cosas que desde arriba se veían pequiñitas estaban creciendo, oficialmente estábamos en Miami.
-Camz- estábamos aterrizando ya, y mi adormilada novia estaba apretandome con fuerza-. Bonita.
-Cierrala- mi koala se aferró más a mi camisa mientras yo cerraba la ventanilla.
-Ya bonita, todo va a estar bien.
Camila se había traumado con los aviones a los 10 años, no era cuestión de altura su miedo. Tuvo una vuelta de vacaciones pésimas, el avión en donde iba tenía muchas fallas y sonaba terrible, no ayudaba que afuera estuviera una tormenta. Llegó salva a su destino, pero se enteró que en ese mismo avión, el cual partió nuevamente minutos después, hubo fallas y cayó al mar muy cerca de donde estaba. Muchos pasajeros murieron, y esa noticia llegó a los oídos de mi Camila, inmediatamente le agarró miedo a los aviones y se aterrorizaba cuando había un movimiento raro en el vuelo. Cuando fue a visitarme a California viajó en autobús y taxis, así de grande es su temor.
-Ya aterrizamos, estamos bien.
-Estás gritando- según yo estaba hablando normal, no escuchaba mucho por esos raros audífonos.
-¿Cómo dormiste?-trato de sacarla de su escondite para dale un besito de buenos días, pero ella se resiste -¿Estás muy cómoda ahí?- arreglo mi tono de voz para no gritarle esta vez.
-Si, hueles muy rico- acaricia mi cuello con su nariz, sus exhalaciones me dan cosquillas. Consigo dar vueltas al asunto y ponerme encima de ella, su pierna queda fuera de la cama, pero eso es lo de menos, la parte importante son mis labios sobre los suyos, atacando lento, recibiendo mordiditas de su parte.
-¿Quieres ir a desayunar por ahí?-quería una respuesta pero al mismo tiempo no, porque no quería que dejara de besarme para que me respondiera.