Un alemán destrozado

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Todavía había algunos días para poder descansar, Julian ya no salía de su casa después de lo ocurrido con la selección y su novia noto el evidente cambio de ánimo.

Su familia había ido a visitarlo aquellos días libres, a su madre se le ocurrió llevar un álbum de fotografías de cuando Julian era pequeño, a pesar de que lo animo un poco, al llegar donde comenzaba en el TVS 1860 Munich se puso nostálgico.

-Los bonitos tiempos...- comento en voz baja, esperando que no escucharan, pero Sarah lo hizo, y con ese pequeño comentario le dio una idea bastante buena. Le traería una visita sorpresa.

Roman Bürki recién llegaba de su compromiso con la selección, se sentía bien, pero estaba totalmente preocupado por Julia. No cumplió su trato de decirle lo que pasaba o lo que hacía, y por los tiempos, yo no tuvo tiempo de buscarlo.

Lo iría a buscar para saber que había pasado, pues sabía que él ya había llegado hacia unos pocos días. Sin embargo, no tenía las suficientes energías. Tomaría una ducha, y a partir de ahí vería si iba o no.

Justo antes de poder hacer algo, el celular sonó.

- ¿Bueno? ¿Erik?

-Roman, necesito que vengas...- la voz del alemán sonaba totalmente angustiada.

-Erik, ¿què pasa?, ¿estás bien? -Tomo sus llaves para salir de inmediato.

-Si, estoy bien...- era evidente que estaba llorando- Se trata de él...- el asunto que no le había comentado aun- Ha vuelto...

-Voy para tu casa. Tranquilízate.

A pesar de que estaba muy cansado, fue de inmediato con Erik. Jamás lo había escuchado de esa manera, y dentro de su ser, podría sentir que por fin descubriría la verdad que ocultaba.

Erik vivía en unos departamentos cercas del lago Phoenix. Era vecino de Reus, por tal motivo tenía que llegar de forma discreta para no ser descubierto, a pesar de que ya estaba anocheciendo. Era justo también cuando había más movimiento en la casa de Reus, pues llegaba Aubameyang y se solía ir a altas horas de la madrugada.

Al llegar, Erik lo jalo para que pasara inmediatamente.

- ¿Qué ha pasado? -Bürki lo tomo de los hombros. Erik seguía llorando, parecía que había dejado de llorar desde que hablaron.

-No digas nada...- pudo decir casi inaudible.

-Erik...- lo soltó, pero el mayor no se imaginaba que el alemán lo besaría, mientras sus manos iban directamente al grano.

- ¡Erik! -Grito Roman y lo empujo para alejarlo- Erik, vine porque creí que estabas mal, no para esto.

-Lo necesito Roman. -Se hinco delante de él.

-No, Erik. No hagas esto... -lo trato de levantar, pero este comenzó a sollozar- Erik no te puedo ayudar si no me dices que pasa. -Se agacho y lo abrazo. -Amigo, necesito saber...

Solo se escuchaban los llantos de Erik, que le tomo un poco de tiempo corresponder el abrazo.

-Te contare todo, -por fin le dijo. Se puso de frente y sus manos acariciaban sus mejillas del suizo- solo si primero lo hacemos...

Roman estaba muy cansado, pero su amigo lo necesitaba. Necesitaba olvidar un poco. Hacer que le doliera menos.

Tal vez era el cansancio lo que hacía que sus movimientos fueran lentos, comparados con los de Erik que eran atrabancados, demasiado torpes.

Desesperado, le saco la sudadera y la playera, exponiendo sus tatuajes. De nuevo volvía a besarlo.

El suizo se hizo para atrás, subiendo a Erik a sus piernas, sintiendo su erección.

Por primera vez, de todos sus encuentros sexuales, no fantaseaba con Julian, veía claramente a Erik Durm. Lo sentía.

Sentía sus caricias desesperadas...

Sus besos sabían a frustración...

Sus ojos derramaban la tristeza de su alma...

El alemán se despojó de su ropa, quedando completamente desnudo. Él hacia todo, solo necesitaba desabrochar el pantalón de su compañero y llevarlo a su máxima erección, para sentirlo en su interior y comenzar a moverse.

El suizo lo beso, sujetándolo, saboreando su dolor.

Aquellos gemidos ocultaban el lamento de su corazón herido.

Bürki se dio cuenta que aquello no estaba bien, se separó de Erik para dirigirse a su habitación.

-Es aquí...- dijo Erik al ver que Roman se dirigía a otra.

-No es verdad.

Fueron a la habitación que estaba al fondo. Alguna vez, cuando Erik apenas se estaba mudando, el rubio lo llevaba ahí, había muchas cosas, algunas tenían cuadros. Malletas y otras cosas. Pero solo un par de ocasiones tuvieron sexo ahí, después Erik decidió cambiar de habitación.

Roman abrió la puerta y vio aquella habitación ya acomodada. Los cuadros estaban colgados, la cama bien tendida y limpia, lista para arruinarla.

Fueron directo a la cama, dejo que Roman se acostara y volvió a subirse en él.

En ese momento, descubrió que aquellos cuadros mostraban playeras, no precisamente de varios, si no de uno en específico.

Miroslav Klose.

La persona que Erik quería olvidar era aquel veterano alemán.

En su oído Erik estaba llegando al orgasmo mientras el suizo no podía apartar la vista de las playeras, se sentía observado.

De repente los movimientos se volvieron lentos y los gemidos se volvieron en reales lamentos.

Erik estaba llorando y Roman solo pudo abrazarlo con mucha fuerza. Pararon su acto y se separaron.

-Erik vístete. -El alemán se quedó acostado en la cama lamentándose mientras Roman comenzaba a acomodarse- ¡Vamos Erik! -Lo movió para que se levantara.

Lo hizo, pero solo se sentó en la cama, veía a Roman salir de la habitación para recoger la ropa del suelo.

Cuando volvió ya estaba vestido y Erik seguía sentado.

-Erik cámbiate...- volvió a ordenarle, pero este no se movió, solo tenía la mirada baja- ¡Erik! -Esta vez le grito.

- ¿¡Què demonios Roman!? ¿¡Què carajos quieres!? -Había ignorado las palabras de Roman.

- ¡Cámbiate! -Le arrojo su ropa a su rostro.

- ¿¡Para què!? -Hizo su ropa a un lado.

-No podemos estar aquí.

-Vete tú...

-No. -Se detuvo y lo miro- No te dejare solo...- le tendió la mano, sonriendo. Esperanzado a que Erik tomara su mano. El alemán miro a su alrededor, observando las playeras, regresando la vista a los ojos de Roman y decidió tomar su mano.

Por fin le hizo caso y se cambió. En cuanto estuvo listo, partieron en el auto de Roman, y durante el camino lo dejo claro.

-Iremos a mi casa Erik, pero llegando allá hablaras. -Erik estaba en silencio, como niño recién regañado. -Me vas a contar tu historia.

No había más opciones, aquella platica la había postergado mucho.

Era tiempo. 

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