El recuerdo de Maxi, II

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Los dos alemanes estaban en la barra del bar, era su quinta cerveza aquella noche. Después de recuperarse del impacto en el bosque, decidieron ir a tomar.

Querían ahogar el dolor, atontarlo con alcohol y olvidarlo todo.

Ambos estaban golpeados del rostro y ninguno de los dos pretendía atender sus heridas, el problema real era la mentira que dirían, sobre todo Julian, ya que un gran club lo había fichado y seria imagen pública, y en unos días tendría que ir a Dortmund a presentarse.

-Podemos...- dijo Maxi que arrastraba las palabras- decir que nos asaltaron...- Julian no respondió. -O...- Maxi volvió a guardar silencio.

-No quiero ir a casa...- Julian ya solo movía su tarro mientras el líquido amarillo bailaba al fondo del tarro.

-No hay que volver...- los dos estaban muy ebrios para conducir- esto apesta...

-Totalmente...- Julian por fin termino de tomar lo que quedaba en el tarro para poder pedir otra.

-Despedida. -De pronto dijo Maxi.

- ¿Qué? -Lo miro extrañado Julian.

-Lo que paso fue una despedida...

-Lo fue...- agacho la cabeza- Ellos lo dijeron...

-Sí, pero puedes decir la verdad.

- ¡NO! ¡Jamás! -Julian le grito- Te conté lo que me hicieron, no quiero que esto se haga público. ¿Sabes cómo me afectaría? -Estaba enojado por lo que sugería.

- ¡No idiota! -Le levantó la voz- Solo decir que te golpearon unos canteranos porque te irías, nada más.

- ¿Y la policía?

-No hay necesidad si tú insistes en no levantar cargos. Incluso mejor, decir que fueron aficionados enojados. -Tomo un trago de cerveza y después siguió- Te apuesto que la federación no querrá que se haga público porque se exhibirán como la peor liga a nivel mundial.

Para Julian sonaba lógico, era una buena mentira que podría funcionar.

Aquel recuerdo invadió a Julian que estaba desesperado por llegar a la casa de Roman Bürki.

Había convencido a su vecino de que le prestara su bicicleta, era la forma más rápida en llegar a la casa con su compañero, que ya era muy noche para visitas. Las lágrimas corrían.

Trato de secarlas cuando subía las escaleras hasta el último piso, tratando de lucir bien, pero estaba tan desesperado.

Al estar frente a la puerta del suizo, cuando la iba a tocar, se abrió, no estaba bien cerrada. Su error fue haber entrado, haber caminado hacia donde se escuchaba el ruido, el cuarto de Roman, lo conocía por aquella vez que se quedó a dormir. Abrió la puerta y vio como Roman besaba a Erik en la cama.

- ¿Roman? -Se quedó parado, estaba en shock.

El suizo que no traía playera seguía sobre el rubio besando su cuello mientras sus manos estaban debajo de su playera.

No fue hasta que este último vio al joven en la puerta que exclamo su nombre.

- ¡Julian! -Roman paro y volteo para encontrarse con la mirada del castaño.

- ¡Demonios! -Se levantó y se dirigió a la puerta.

- ¿¡Qué demo...!? -Julian no pudo terminar la frase porque Bürki lo tomo del brazo y lo jalo hacia afuera, cerrando el cuarto.

- ¿Qué haces aquí? -Lo llevo a la sala.

-Tenía que venir a hablar contigo... -se tallo los ojos, tratando de no llorar frente a él.

Algo dentro de Julian Weigl se quebraba.

- ¿¡Por qué no llamaste!? -Le grito.

- ¿¡Es por él que no me has contestado!? -Lo enfrento.

-Julian, Erik también tiene problemas. No eres mi único amigo.

- ¡Así no tratas a los amigos! -Empujo a Bürki. Se sentía defraudado, pero no entendía por qué.

-Lamento que hayas visto eso, ¿sí?

- ¿Y cómo pretendes que te mire ahora? -Siguió empujándolo y Roman lo tomo de las muñecas.

-Mira Julian, puedes hacer lo que quieras menos cuestionarme. No te debo ninguna explicación.

- ¡Dijiste que estarías para mí!

-Lo estoy, pero estas cuestiones no puedes recriminarme nada. No puedes cuestionar con quien me acuesto y con quién no. -Comenzó hacerlo hacia atrás, mientras el joven forcejeaba, tratando de soltarse de manera brusca. -Y si es así, te pido que te largues de mi casa. -Lo llevo hasta la salida.

Lo empujó hacia afuera y le cerró la puerta en la cara.

- ¡ROMAN! -Le grito Julian desde afuera, golpeando la puerta- ¡Roman! ¡Por favor! -Las lágrimas volvían aparecer.

Al ver que no había solución, recargo la frente en la puerta.

-No... ¿por qué Erik?    

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