Soy de esas personas que siempre están imaginándose lo que pasará después: qué pasará en la página siguiente, qué pasará en los que capítulos que vienen, cómo será la vida de los personajes cuando la historia termine. A veces me paso horas y horas armándome mi historia en mi cabeza, tanto que me da miedo que algún día empiece a creerme que esa vida inventada es la real y dejé de vivir mi vida real.
Mi vida real, el mundo real, como me gusta llamarlo, no sé cómo describirlo, supongo que es normal. El problema es que yo siempre busque algo más que lo normal, incluso más, o distinto, de lo que todos pueden llamar extraordinario. Por eso imagino, por eso busco que lo que imagino se haga realidad, y eso es lo que nunca sucede, hasta esa noche. Esa noche paso lo que hubiese querido pasara. O quizás ya me volví loca, y en realidad nunca paso.
Esta historia puede comenzar en varios lugares, momentos que explican cómo llegué a esa noche a ese bar, a esa barra, frente a esa linda bartender y a todo lo que paso después. Pero quiero que lo entiendan, así que simplemente voy a empezar por mí.
Yo, Ana, Analia, nombre que detesto, así que se queda en Ana. Padres que se preocupan demasiado. Un perro, una casa de tamaño justo para tres personas y un jardín demasiado grande para mantener. Un sueño: hacer cine. Veintiún años de no hacer nada emocionante. Familia demasiado católica. Yo solo les sigo la corriente, en realidad, no sé que siento respecto a la Iglesia. Nunca tuve un novio, ni conocí a algún chico sobrio que estuviera interesado en mí y no en mi escote. A este punto de mi joven vida estaba a tres cuartos del camino a creer que simplemente no existía alguien para mí y estaba bien. Había llegado a la conclusión de que toda esa magia solo existía en libros y películas, quizás a veces se escapaba un poco a la vida real, pero no era para mí, no la alcanzaría jamás, por más altos que estirara los brazos; no era para mí y ya no me dolía saberlo.
Terminando con el relato de mi miserable vida, déjenme decirles que no era tan miserable como suena. Yo era feliz, al menos lo era la mayoría del tiempo, porque no podía evitar sentir que me faltaba algo, había un hueco adentro mío y no sabía qué hacía falta para rellenarlo. Hasta que la conocí.
Quisiera contarles todos mis demonios, dudas, inseguridades, miedos, todo de mi vida, para que quizás puedan entenderme un poco más. Pero para eso, señores, tendría que dedicar páginas y páginas, y no sabría por dónde empezar, ni qué palabras usar, a veces creo que simplemente no existen las palabras para describir los verdaderos sentimientos. Así que todo eso se los voy a ir contando a medida que haga falta, y ahora, sí, voy a ir a esa noche, o mejor a unas horas antes.
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Mi mundo real
Non-FictionAna siempre fue lo que esperaban que fuera: una chica recatada, catequista, que participa activamente de su parroquia y estudia Medicina como su padre. Nunca estuvo conforme con esa vida, pero siempre tuvo demasiado miedo de cambiarlo. Entonces ll...