Por milésima vez.

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Quiero hacer una aclaración: este es un capítulo diferente, ya que no es narrado por Ana, sino por Tina. Lo tenía planeado para celebrar el 1K, y ya las pasamos, asi que acá está. Va a ser por única vez, asi que disfrútenlo.

Cerré los ojos. Sabía que no me iba a dormir, pero por lo menos quería descansar. Intenté que mi mente estuviera en blanco, pero, como todas las noches, su nombre apareció en cabeza, como una maldita canción pegadiza.

Ana.

Ana. Ana. Ana. Ana.

Dios, no podía pensar en nada más. ¿Por qué no tenía un nombre más difícil de recordar o de pronunciar? No, tenía que tener el nombre más común, fácil y hermoso del mundo. No, no es hermoso, solo un nombre común. No te metas en ese terreno porque no vas a poder salir. No pienses que tiene un nombre hermoso, que encaja perfecto con su simpleza, con su sonrisa tímida, con sus ojos achinados, con su nariz pequeña, con su piel suave ¡Ay! Ya lo hice de nuevo. Maldición, Tina. ¿Cómo llegamos a esto?

Sé muy bien cómo llegamos: vi una linda chica en el bar y pensé que estaba mirando a una morocha sexy. Nunca fue mi verdadera intención convencerla de que se fuera con ella, sino entretenerla lo suficiente como para que se viniera a mi apartamento. Solo eso, no iba a pasar de una noche. Pero las cosas no salieron como lo planeé. No solo malinterpreté la situación, sino que, además, ella volvió al bar, preocupada por lo que yo había visto. Debí ofenderme, su preocupación era bastante homofóbica, pero no pude resistirme a su carita de qué hice, de inocente. Ella no pretendía ser mala. Quise ser amable y le ofrecí ese trago. Me di cuenta cómo ella miraba mis labios y pensé, por un segundo, que tal vez era una chica confundida a la que podría ayudar a desconfundirse, así que le di mi número. Realmente no esperaba que llamara, mas no hizo falta, ya que el destino actuó por nosotras.

Nunca iba a sacar de mi cabeza su risa de niña, saltando alrededor de esa fuente en El Rosedal. Se veía tan... podría haberla besado ahí mismo. Quería agarrar sus cachetes sonrosados y alli mismo besarla, en medio del agua y los mini arco iris que esta formaba al encontrarse con la luz del sol. Hubiese sido perfecto, un perfecto primer beso. El problema era que no hubiese sido perfecto en lo absoluto: a ella era no le gustaban las mujeres. Y cuando, en ese momento, me decepcioné al recordarlo, me di cuenta que la había cagado: me gustaba Ana.

Debí dejarlo ahí, no escribirle más. No nos habríamos visto y ahora no estaría enamorada de chica que nunca me va a mirar como algo más que una amiga. Pero no, ¿por qué somos tan estúpidos cuando nos gusta alguien? Seguí adelante, creyendo que me daría cuenta que no encajábamos y me olvidaría de ella.

Pobre idiota.

No me olvidé y todo empeoró. Cada palabra que salía de su boca, cada sonrisa tímida, cada vez que achinaba los ojos, cada vez que... que hiciera lo que hiciese, me volvía loca. Empecé a tener algo que nunca hay que tener: esperanza.

La forma en que me miraba... no era una mirada de amiga, o eso era lo que yo quería creer.
Como esa tarde en la plaza. Dos minutos más y la habría besado, pero nos interrumpió ese imbécil amigo suyo.
Y hoy ¡Dios, hoy! Hoy la quise más que nunca. Como apretaba su cuerpo junto a mi en la moto. Creo que hice como diez cuadras de más con tal de seguir sintiéndolo. Su abrazo en el balcón, la forma en que mi nombre salió de boca: Cat. Y a lo último, cuando Bruno, mi hermano, se hubo llevado a Cami, y nos quedamos solas, me acerqué a ella. Quería abrazarla, agradecerle por tener esta alocada idea que podría habernos puesto en prisión. Pero, en lugar de poner mis brazos a su alrededor, me quedé frente a ella, tan cerca como nunca.

Seguía teniendo esa expresión rebelde y arriesgada. Me encantaba esta Ana. Me encantaban todas las Ana, pero esta me gustaba más. Era la misma que había tirado sus apuntes a la bañera, sin importar lo que viniera después; la que no quería seguir ningún plan y deseaba llevarse el mundo por delante. Y me encantaba porque, de alguna forma, sabía que esta era la verdadera Ana, la que estaba luchando por salir. Y mi parte egocéntrica, y la que quería amarla, no dejan de repetir que es por mí. Estaba luchando gracias a mí y estaba saliendo gracias a mí. Pero, claro, eso no era cierto. Si estaba acá justo cuando ella esta pasando por esto, es solo casualidad.

- Gracias. - logré decir.

-No es nada - me respondió encogiéndose de hombros. Algo que solía hacer cuando quería restarle importancia al asunto, y era adorable.

Creo que ella no entendía lo importante que había sido todo esto para mi. Logré decirle a Bruno todo lo que pensaba, lo que me pasaba. Le dije que extrañaba a mi hermano, ese con el que crecí, el que dio la mano cuando le dije que a mis padres que me gustaban las chicas, el que me defendió de los que se burlaban, con el que podía contar siempre. Y él estuvo de acuerdo conmigo. Me dijo que nunca debió dejarme de lado, me pidió perdón. Yo había secuestrado a su hija, dos veces, y él me perdonaba. Terminamos llorando abrazados. Y Ana decía que no era nada. Ella nos trajo a esta confrontación.

-Es un montón - le dije.

Me miró como esa miraba inocente. Porque por más rebelde que fuera, seguía siendo una niña inocente. Una niña rebelde. Recorrió todo mi rostro de una vez con la mirada. Yo hice lo mismo, perdiéndome en sus ojos brillantes. Casi inconscientemente, acaricié su mano y enganché mis dedos con los de ella.

Cuando me di cuenta que estaba emprendiendo una jugada peligrosa, ya era tarde. No aguantaba más. Necesitaba saber si esas miradas, eso que percibía de ella hacia mí, era cierto o eran ideas mías. Ana no se movió ni un centímetro y aceptó mi agarre, aferrándose también a mi mano. Estaba como en un trance.
¿Realmente ella quería que esto pasara? ¿O solo se estaba dejando llevar? No, ella no dejaba llevar así de fácil, no con algo tan importante. Tal vez ella quería esto, pero el miedo a lo que todos pensaran la aterraba.
A la mierda.
No podía seguir pensándolo tanto. Me arriesgo a decir, que ninguna de las dos podía. Porque ella seguía ahí, parada frente a mí. Lo único que se movía era su pecho, subiendo y bajando, casi en sincronización con el mío. Incliné la cabeza y ella siguió sin moverse, como esperando por mis labios.
Iba a hacerlo, iba a besarla. Todo mi ser gritaba en silencio. Solo un poco más y...

Timbre.

Sí, timbre. Solo un ring fue suficiente para sacar a Ana de ese trance y que notara lo que sucedía. Se apartó de mi de golpe, haciendo caer a todas mis esperanzas.
Solo para no ver su miraba y no pensar, fui a abrir. Resultó ser Sofia. Mi mejor amiga había arruinado probablemente mi única oportunidad. Antes de lo notara, Ana se había ido y yo quería ahorcar a Sofia.

-¿Qué es todo este lio? - dijo haciendo referencia a nuestro fuerte de almohadas.

Le narré todo el día, como había terminado el problema con Bruno y lo que acababa de interrumpir.

-¿Y el plan que teníamos? - pregunto - Era un buen plan. Te gustan los planes.

-Sí, pero... A Ana se le ocurrió esto y funcionó.

-Aja. A Ana se le ocurrió. - repitió de mala gana.

-¿Qué? - dije de mal humor.

-Sabés que pienso de ella. Me cae bien, pero Cati... ella no... No quiero que sufras, boluda.

-No estoy sufriendo, - repliqué a la defensiva - ¿Me ves sufrir?

Ella se cruzó de brazos y me dio esa mirada de sabés lo que hiciste, que seguramente le daba a sus alumnos.

-Estoy bien. Y si no hubieras venido probablemente estaría mucho mejor.

-No. Si eso pasaba, solo ibas a empeorar las cosas confundiendo a esa chica. Amiga, escuchame, puede que hayan tenido un momento, pero Ana no es la clase de chica que se queda con la chica. Es la clase de chica que, por no saber qué hacer y no querer que te sientas mal, se va a quedar quieta a dejar que las cosas pasen.

-No la conoces, no sabes cómo es. Tal vez solo no está lista, pero...

- ¿Pero qué? ¿Un día se va a despertar y se va a dar cuenta que te ama? ¡Vamos, Cat! ¿Desde cuándo sos tan ingenua?

- No es ingenuidad, es... La forma en que me mira, en que... No sé. - suspiré, sabiendo que probablemente ella tuviera razón - ¿Creés que no lo intento? - dije al final - No quiero ser tan estúpida, pero no puedo evitarlo. Ana ya esta metida en mi vida, metida hasta el fondo, no la puedo extirpar.

-Sí que podés, solo no querés. No le escribas, no le hables, alejate de ella. Por el bien de las dos.

En ese momento, como siempre que me lo decia, no quise escucharla. Pero ahora, acostada en mi cama, pensando por milésima vez en Ana, buscando la forma de que exista un escenario donde ella quiera estar conmigo, me doy cuenta de que Sofia tiene razón. Solo nos voy a hacer sufrir a las dos. Y también por milésima vez, me juro olvidarla.

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