- Entonces ¿me vas a contar qué pasó? -me preguntó Tina cuando estuvimos en su apartamento.
Me senté en el sillón, más bien me desplomé sobre él. Tina se sentó a mi lado y me acarició el cabello.
- Ana -insistió - ¿Por qué no querés ir a tu casa? ¿Quién es...
- Damián -respondí -. Él podría ir a buscarme a casa.
- ¿Por qué...? ¿Qué paso? ¿Qué...
Me miró fijo y leyó algo en mí expresión.
- ¿Qué te hizo? -preguntó con voz sombría.
Le conté todo lo que pasó, desde que ella se fue de mí casa hasta que salí corriendo de la de Damián. Ella sostuvo mis manos durante todo mi relato y después me dió un largo abrazo. Podría quedarme entre sus brazos para siempre. Por fin toda la agitación de lo sucedido se disipaba. Estaba en calma y segura.
- Que hijo de la mierda -masculló.
Se separó de mi con suavidad.
- Matias me dijo que él era malo para vos -me dijo, afligida y enojada -. Me pidió que hiciera algo. Yo le dije que eras adulta y podías tomar tus propias decisiones. Si le hubiera hecho caso...
Moví la cabeza de derecha a izquierda.
- Matias me advirtió lo mismo desde el principio. Si alguien tiene la culpa soy yo. -me encogí de hombros.
- ¡No! -se sentó frente a mi, en la mesa ratona. - Ana, esto no fue tu culpa. El único culpable acá es ese imbécil. Vos fuiste muy valiente. Gritaste, lo golpeaste y saliste corriendo. Pudiste haberte paralizado y no lo hiciste. Estoy muy orgullosa de vos.
Sentía que no era para tanto, pero dejé que apretara mis manos con cariño y me reconfortara con su mirada cálida.
- Todavía es tu cumpleaños. -miró al reloj en la pared.
Vaya cumpleaños. Probablemente haya sido el peor cumpleaños de la historia
- ¿Qué te parece si lo terminamos como corresponde? -propuso.
Me reí. No creí que fuera capaz de hacerlo, el sonido solo salió de mi boca.
- Tina, no tengo ganas de salir.
Entornó los ojos.
- Mmm, yo pensaba en Netflix y pochoclos.
- No tenés Netflix y dudo que sepas hacer pochoclos. -repliqué.
- Pero mi hermano sí tiene Netflix y me juego la vida a que su contraseña es amoamihermanita, esa es su contraseña para todo -rodó los ojos, con una sonrisa sobradora. -. Y estoy segura de que sabés hacer los mejores pochoclos.
Sonreí.
La contraseña de su hermano sí era amoamihermanita. Nos sentamos en su cama, más bien nos abrazamos. Tina me dejó elegir la película y se durmió sobre mi apenas se terminaron los pochoclos (que, por cierto, sí eran los mejores). La vi ahí, en mí hombro, con su sonrisa de siempre y los brazos alrededor mío, y no podía imaginar mejor forma de terminar mi cumpleaños.
Me desperté más temprano de lo que me hubiera gustado. Kiarita estaba enferma hacía algunos días, por lo que Tamara estaba de licencia y yo no tenía que ir a trabajar. Pero me había olvidado de desactivar la alarma. Agarré el celular para apagarla y de paso revisar los mensajes.
Anoche, mientras preparaba los pochoclos, Damián me mandó un mensaje que ni siquiera leí. Siguió mandando, así que lo bloquee del WhatsApp. Entonces empezó a llamarme, por lo que apagué el teléfono. Al prenderlo luego de desactivar la alarma, me encontré con más de veinte llamadas suyas. Pero no era el único que intentó comunicarse conmigo, también tenía mensajes y llamadas de mí mamá y Matias. Al parecer, Damián, les había hablado a los dos, les dijo que discutimos y me fui, y que, como no le respondía, estaba preocupado por mi. Yo creo que lo único que le preocupaba era que arruinara su reputación contando lo que pasó. A mamá solo le dije que me encontraba bien; mientras que a Matias también le avisé que estaba con Tina. Y volví a apagar el celular.
ESTÁS LEYENDO
Mi mundo real
No FicciónAna siempre fue lo que esperaban que fuera: una chica recatada, catequista, que participa activamente de su parroquia y estudia Medicina como su padre. Nunca estuvo conforme con esa vida, pero siempre tuvo demasiado miedo de cambiarlo. Entonces ll...