Esa perra

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-¡Esa perra! – fue lo primero que escuché cuando atendí el teléfono.
No había necesidad de ver el identificador, sabía perfectamente quién era.

Después de que la dejara en su casa el domingo, Tina, me pidió que le avisara cuando yo llegara a mi casa, lo cual hice, y desde entonces hablamos casi cada día. Al principio era ella la que me escribía, pero siempre terminaba con ¿te puedo llamar? Y así hablábamos un largo rato. Luego fui yo la que le escribí. Desde ese momento empezamos a turnarnos, un día cada una. Más que nada bromeábamos, ninguna conversación seria, pero se sentía tan bien. Se había convertido en el respiro diario de mi aburrida rutina.

-¿Qué paso? – pregunté, encerrándome en mi habitación bajo la mirada curiosa de mis padres.
Seguro no tardarían en preguntarme quién era esta nueva amiga. Me sorprendía que aún no lo hubiesen hecho.

-Mi cuñada, es una perra. Te juro que si no fuera la mujer de mi hermano y la madre de mi sobrina, la cortaría en pedacitos y la tiraría a la basura.

-¿Sigue sin dejarte ver a Camila?

De acuerdo, ¿se acuerdan de la respuesta que le había dado Tina a su sobrina? Esa que decía, "ya te secuestré demasiado". Pues, resulta que era cierto. La cuñada de Tina, Maria, había preparado una gran celebración para la comunión de su hija, pomposa, llena de adultos y, peor, de su horrible familia, palabras de Tina. Todo sin avisarles ni a ella ni a sus padres.

-Y seguramente – me había dicho – no la iba a dejar hacer nada con tal de que no arruine ese vestido que quién sabe cuánto le costo. Mi pobre niña se iba a morir de aburrimiento.

Así que, medio por Camila medio por venganza, decidió que luego de la misa se la llevaría de paseo. Cuando sus padres no le prestaron el auto, quizás porque sospechaban de su plan, desistió de llevar a cabo el secuestro. Y así es como me volví cómplice. Obviamente todos se enojaron muchísimo con ella, pero la peor fue la madre de la niña, que le prohibió verla. Ella creía que en algunos días se le pasaría o que no soportaría tener que pasar tanto tiempo con su hija, ya que era Tina quien la cuidaba la mayor parte del tiempo, pero no fue así. Y ya habían pasados algo más de dos semanas.

-¡Sí! - exclamó furiosa, del otro lado del auricular - ¿Podes creer que no la va a dejar participar del recital de baile de fin de año? ¡Es ridículo! Hace meses que practicamos para esto. Entiendo que me quiera hacer la vida imposible, pero no tiene por qué meter a Camila.

-¿Qué le vio ese bombón de hermano tuyo a esa idiota? – dijo una voz de mujer del otro lado del teléfono. Evidentemente, Tina, no estaba sola.
Espero que no se le haya ocurrido ponerme en alta voz.

-Qué sé yo.

-Esta buenísima, – dijo un hombre – eso le vio.

-¿La ves buenísima? Eso explica a todas tus novias desabridas. – replicó Tina.

El chico se quejó y la otra chica se rió. Por un momento tuve el impulso de cortar, de repente había quedado completamente fuera de lugar.

-Entonces... - atiné a decir, para recordarle que seguía aquí.

-Sí, – respondió ella – ellos son unos amigos.  La pervertida que le quiere entrar a mi hermano es Sofia y el imbécil que cree que María esta buena es Pancho, también está Tomas, pero está demasiado ocupado comiendo.

-¡Hola! – gritó alguien con la boca llena.

- Gente, ella es la Ana de la que les hablé.

Todos me saludaron, pero yo solo podía pensar: ¿les habló de mi?

Mi mundo realDonde viven las historias. Descúbrelo ahora