Era el segundo día sin mis padres y esto de tener la casa todo el día para mí ya empezaba a gustarme.
La noche anterior, justo cuando Tamara y su familia salían de mi casa, Tina estaba por salir de trabajar. Llegó a eso de las dos de la madrugada.
- ¿Comiste algo? -le pregunté.
- Picoteé algunas papas en la cocina del bar, no te preocupes.
- Eso no es comer -repliqué -. Quedó pizza, si querés.
- Ah, porque la pizza es un gran alimento -respondió Tina con gracia.
- Mejor que unas papas.
- Nada es mejor que esas papas -se defendió ella, alzando el dedo índice.
Igual sí comió la pizza que le ofrecí, más algo de helado.
Nos fuimos a acostar pasadas las tres y solo dormimos algo más de dos horas. Realmente nunca creí que dormir tan poco y tan apretada a alguien pudiera ser tan lindo.
Tina me alcanzó hasta la casa de Tamara, quien se había quedado dormida y estaba más alterada que de costumbre. Salió sin peinarse y con el sweater al revés. Kiarita durmió hasta más tarde de lo normal, yo me senté en el sillón y por poco me duermo, pero mi celular empezó a sonar por una lluvia de mensajes.
> Boluda, me acaban de llamar para una entrevista de trabajo y tengo que ir ya. -me escribió Matias.
> Es en un call center, re explotadores, pero fue, quiero plata.
> No aguanto más esa pensión
No podía creer que todavía no los hubieran descubierto. Sé que el dueño de la pensión no vivía ahí, pero habían tenido suerte de que ninguno de los otros inquilinos los denunciaran. Entonces se me ocurrió: ese día Tina se iba a juntar con sus amigos, ¿por qué yo no? Tenía la casa para mi sola y todavía no había invitado a mi mejor amigo, Dios, ¿qué clase de amiga soy?
> ¿Pijamada en mi casa? -le escribí.
> Pensé que nunca lo ibas a decir. Obvio, querida -me respondió.
> Almuerzo con Delfina y voy para allá.
Sí, Matias seguía con Delfina. Yo tampoco podía creerlo.
Cuando me fui estaba agotada. Resulta que dormir poco y después cuidar a una niña de casi tres años no es una buena idea. De todas formas, mientras caminaba lentamente por debajo de los árboles, y con cansancio y todo, me sentía tan en calma. Tenía un trabajo que me gustaba, empezaría a estudiar una carrera que realmente me apasionaba, tenía buenos amigos y una novia –¿ya podía llamarla así? Me gusta cómo suena, NO-VI-A. – que me encantaba. De un día para el otro todo en mi vida parecía estar en su lugar.
Bueno, casi todo.
Llegué a casa y Diablo me recibió a los saltos y me lamió toda cuando me agaché a saludarlo. Estaba tan bonito mi bebé. Lo alcé para llevarlo conmigo hasta la cocina, y no di ni dos pasos cuando tocaron la puerta.
Wow, ese almuerzo sí que fue rápido, pensé, creyendo que era Matías.
Fui a abrir con Diablo en brazos, pero no era Matias.
Era Damián.
Me sonrió, con esa sonrisa encantadora que antes me había cautivado, y ahora me aterraba.
- Hola -dijo, casi que amable.
Di un paso hacia atrás y solté a Diablo.
- ¿Qué hacés acá?
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Mi mundo real
NonfiksiAna siempre fue lo que esperaban que fuera: una chica recatada, catequista, que participa activamente de su parroquia y estudia Medicina como su padre. Nunca estuvo conforme con esa vida, pero siempre tuvo demasiado miedo de cambiarlo. Entonces ll...