Estamos grandes para berrinches

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Odio las motos.

Nunca me había subido a ninguna hasta ese momento, pero lo deteste. Camila parecía disfrutarlo, ella iba sentada delante de Tina, sostenida del volante, con un casco que le quedaba demasiado grande; mientras que yo iba atrás, agarrada de la cintura de su tía y sin ningún casco, porque Tina solo tenía uno: El que usaba Cami. Los veinte minutos hasta su departamento fueron los veinte minutos más largos de mi vida. En todo momento sentía que me caería por unos de los lados, y la sensación aumentaba cuando doblábamos o sobrepasábamos a otro vehículo , haciendo que me aferrara aún más de Tina. Creo que al final ya lo hacia apropósito, solo porque le gustaba verme aterrada.

-No te preocupes - dijo volteando hacia mí con una sonrisa en un semáforo- No voy a dejar que nada te pase.

Fuimos directo a su departamento. Camila no dudo en seguirnos en ningún momento, ni siquiera cuando Tina le dijo que nos estábamos metiendo en un montón de problemas, ella solo se encogió de hombros y fue detrás de su tía. El departamento de Tina tenia el tamaño perfecto para una persona. Ni bien entrabas te encontrabas con el living, un desayunador lo separaba de la cocina, a la derecha estaba el balcón y a la izquierda el baño y la habitación. En el mundo real un lugar así en el centro no era nada barato, pero el dueño de casi todo el piso resultaba ser su padrino, asi que prácticamente no pagaba nada. Apenas entramos, Camila corrió a asomarse por el balcón y Tina la observó con una sonrisa.

-Fue una buena idea - asintió .

-Fue una pésima idea - replique.

Ella me miro interrogante, como queriendo saber si me arrepentía de haberlo sugerido o de estar ahí. Yo le devolví la mirada con una sonrisa y se rió.

-Muchos problemas voy a tener - dijo sin parar de reírse.

Pedimos helado para merendar, y a Camila se le congelo el cerebro por comer una cucharada muy grande. ¿Pueden creer que a Tina le gusta quinotos al whisky? Lo bueno es que tuvo todo un gusto para ella sola, lo malo es que también se comió el resto de los gustos, incluyendo gran parte de mi dulce de leche con nuez.

Obviamente, la desaparición de Camila no paso desapercibida, el hermano de Tina fue a buscarla, y cuando no la encontró enseguida supo que había sido su hermana quien la había llevado. La llamo por teléfono y ella fue a hablar al balcón, no debió ser una charla muy amorosa, porque más de una vez la escuchamos gritar, haciendo que Cami levantara la cabeza sobre el respaldo del sillón, mirando hacia la ventana. Luego de que cortó, pegó un grito de furia y se quedo fuera por un rato. Al darme cuenta de que algo no iba bien le dije a Camila que esperara allí y fui a ver qué había pasado.

Me pare en la ventana del balcón sin saber si esperar a que notara mi presencia o avanzar. Estaba de espaldas, mirando a la calle, aferrándose con fuerza al barandal. Tenia el cabello mal atado y varios mechos se le escapaban. Me acerqué y, algo dudosa, pose mi mano en su espalda. Ella volteo a verme y acto seguido envolvió mi cuello con sus brazos, abrazándome con fuerza. Le devolví el abrazo y nos quedamos asi por varios minutos. Se sentía tan cálido y reconfortante. Hasta que una voz llamó nuestra atención.

-¿Papá viene a buscarme?

- Sí, amor - contesto apenada, Tina sobre mi hombro, apartándose lo suficiente como para que yo pudiera darme la vuelta.

Camila frunció el ceño, pero lejos de parecer triste, parecía que estaba tramando algo.

-¿Qué? - preguntó su tía.

La niña sonrió con picardía y corrió de vuelta a la sala.

- Lo siento - le dije - No quería... Fue una mala idea.

- No - respondió ella - No, no fue una mala idea. Tenes razon, esa hija de puta tiene algo en contra mío, no importa lo que haga. Esta celosa.

- ¿Celosa?

- De mi hermano. Yo siempre fui su prioridad, soy su hermanita. Si ella tenia algo importante y yo también, él siempre me elegía a mi. Claro que eso era antes de que ella tomará el control absoluto de la vida mi hermano. Supongo que haciéndomela imposible es su manera de reafirmar su territorio, como la perra que es.

- Pero es super estúpido, él es tu hermano, ni que te lo vayas a...

- ¿A? - dijo Tina con una sonrisa burlona.

Me puse roja, como un gran tomate caliente.

- Sos muy tierna. - dijo, más como si estuviera pensando en voz alta que como si en serio hubiese querido decirlo - No te preocupes, aproveché para decirle algunas cosas y creo que lo deje pesando. Se tiene que dar cuenta de lo que pasa.

Abrió la boca para decir algo más, pero unos ruidos de golpes desde adentro nos sorprendieron. Tina entró preocupada, conmigo detrás. Parecía que alguien había entrado a robar: todos los almohadones del sillón estaban en el piso, la mesa ratona estaba patas para arriba junto con las banquetas del desayunador y Camila apareció desde la habitación, trayendo más almohadas y poniéndolas delante de la mesa volteada.

- ¡Camila! - exclamó Tina - ¿Qué estas haciendo? Entiendo que estes enojada, pero esto no soluciona nada.

- Estoy haciendo un fuerte - chilló -. Nos metemos atrás del sillón y cuando papi llegue lo atacamos.

Tina apoyó las manos en sus rodillas y tomó aire. Cuando se incorporó, puso los brazos en jarra y miró a su sobrina con una mirada entre cansada, comprensiva y confundida. Creo que entendí lo que le pasaba: no quería pelear con su hermano, pero quería estar con su sobrina, y ver que ella deseaba lo mismo, medio que la alentaba y medio que la preocupaba. Lo menos que quería era que Camila se enfrentara a su padre por ella.

-¿Y con qué querés atacarlo? - preguntó.

-Tenemos almohadas y adornos.

-No podemos... - empezó a replicar Tina, pero yo la interrumpí.

-¿Y si hacés el berrinche de la historia?

-Estoy un poco grande para berrinches.

-No vos Cat, Cami. Si hacés la mejor escena de la historia de cómo extrañás a tu tía, quizás ablandes el corazón de tu papá.

Pensé que Tina me iba a recriminar por usar a su sobrina de ese modo, pero cuando Camila estuvo de acuerdo, todas estuvimos de acuerdo. Asi que nos sentamos detrás del fuerte de sillón, almohadas, mesa y banquetas.

Al poco rato, mientras estábamos sentadas en suelo y Camila jugaba con su tablet, sentí la sonrisa de Tina sobre mi.

-¿Por qué me dijiste asi? - preguntó con sus grandes ojos puestos en mi.

-¿Asi cómo?

-Cat.

¿Le había dicho Cat? No lo había notado. 

-No sé, perdón, solo me salió. - me encogí de hombros.

-No importa, podés llamarme como quieras.

-¿Puedo llamarte por tu nombre?

-Seguí soñando Analia. - contesto que una sonrisa malévola.

Tengo que admitir que esa sonrisa logró que sintiera algo raro justo en el estomago. Conocía demasiado bien esa sensación. Esa donde tenés un nudo en el pecho, que, lejos de incomodar, es agradable; esa donde se te acelera el corazón y te falta la respiración; esa que, pensándolo bien, era la que tenia cada vez que estaba con ella; esa de cuando te gusta alguien. Pero no, no podía ser. No podía gustarme Tina por el simple hecho de que no me gustaban las mujeres. Así había sido toda mi vida. Una persona no podía solo llegar y cambiar  toda mi vida. Me repetí eso mismo por el resto de la tarde, por el resto del día y luego por días, y semanas, y cada vez con menos convencimiento.


Mi mundo realDonde viven las historias. Descúbrelo ahora