¿No te acordás de nada?

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Diría que nunca me emborraché tanto en mi vida, sino fuera porque hubo otra vez en la que emborraché más.

Luego de que Tina sugiriera borrar con alcohol todo lo sucedido entre nosotras, nos dirigimos hacia el bar donde ella trabajaba. Fuimos en su moto, por lo que tuve que estar abrazaba a ella por más de veinte minutos. ¿Saben lo incómodo que es ir agarrado con todas tus fuerzas de la cintura de alguien que acabás de casi besar? Sí, muy incómodo. Y también agradable, sobre todo en esos momentos en los que Tina separaba una mano del manubrio para sostener las mías. Lo que lo hacía todo más incómodo. Y creo que ella lo notaba, porque rápidamente me soltaba; solo para volver a agarrarme en la siguiente curva.

Tina no entraba a trabajar hasta las 20.00, y recién eran las 19.00, por lo que se sentó a beber conmigo hasta que empezara su horario de trabajo. Yo creí que me iría cuando ella tuviera que comenzar a trabajar, pero no.

¿Qué creyeron? ¿Que me había agarrado la segunda borrachera de mi vida en tan solo una hora? Cuando el turno de Tina arrancaba, el de Tomás terminaba y entre los dos me convencieron para me quedara un rato más. Así que me senté en la barra con Tomás, a beber los tragos que Tina me servía. Al principio me asusté: yo no había llevado tanto plata. Pero luego me di cuenta de su truco: no hacía tragos nuevos. A las personas que le quedaba poca bebida en sus vasos o botellas, les preguntaba si querían otro y, si le decían que sí, vertía ese poquito de alcohol que les quedaba, en los vasos de los que nosotros tomábamos. Así que sí, me emborraché con sobras. Y me reí toda la noche por eso. Al inicio era porque en serio me causaba gracia, y luego, porque ya no podía controlar de qué me reía y de qué no.

Lo que más recuerdo de la noche, fue hablar con Tomás, ya que Tina estaba trabajando e iba y venía. Era tan simpático. Me habló de prácticamente todo, pero sobre todo de las razones por las cuales su hermana, con la vivía, era insoportable. La número uno era no dejarlo llevar chicos.

- Es castrante ¿sabés? - me dijo - Cada vez que quiero coger tengo que buscar a alguien que me pueda llevar a su casa, o ir a algún telo. Pero odio los telos, no puedo dejar de pensar que alguien acaba de garchar en el mismo colchón hace cinco minutos. Esta bien, eso me calienta un poco. Pero después me acuerdo de que probablemente haya sido una pareja hetero, y ya me la baja ¿viste?

Yo asentía a todo lo que decía, pero en realidad no entendía nada. Tal vez por el alcohol, o quizás porque era tan virgen como Maria. Tal vez más. 

- Para vos debe ser más difícil ¿no? Con tus viejos tan religiosos, supongo que no podés ni pajearte tranquila.

No daba más de la vergüenza. Nunca había escuchado hablar de sexo tan naturalmente. Muchos menos que alguien me preguntara por mi vida sexual. Por suerte, justo apareció Tina para salvar mi santidad.

- Tomás, porque vos seas un prostituto y te la pases viendo porno, no quiere decir que todo el mundo lo haga.

- ¡Perdón! Habló la santa de la casa ¿verdad?

Tina sonrió, como dándole que entender que sí, y él le revoleó un hielo del vaso.

En el descanso de Tina, Tomás invitó unos tragos de verdad. Ella se sentó a mi lado y yo me recosté sobre ella, causando que casi nos caigamos las dos de las banquetas. Por suerte, logró sostenerme, pasando sus brazos debajo de por debajo de mis axilas. Si les dijera qué paso después de eso, probablemente les mentiría. Solo recuerdo que miré para arriba y ahí estaba ella, mirándome con una sonrisa burlona. Luego de eso no hay nada. Solo una nebulosa de caras, palabras, risas y música.

Me desperté confundida, perdida y con un horrible gusto a vómito en la boca. Intenté incorporarme, pero, ni bien estuve separada dos centímetros de las cama, me sentí terriblemente mareada, por lo que volví a recostarme. Con algo de dificultad, ya que me molestaba la luz, abrí un poco los ojos. Miré para todos lados, desorientada. O seguía borracha, o esta no era mi habitación. Tardé un poco en reconocerla, porque nunca había entrado, pero se trataba del cuarto de Tina. ¿Cómo había llegado acá? ¿Qué había pasado?

- Estabas demasiado borracha. - contestó Tina desde la puerta de la habitación, como si hubiera leído mis pensamientos - No podía llevarte a tu casa en ese estado. No quería que tus padres te hicieran un problema. Aunque no deberían, porque ya sos mayor y podés hacer lo que quieras.

Cada palabra que salía de su boca era como  si me taladrara en el cerebro. ¿Por qué hablaba tan alto? Me apreté la cabeza, para intentar aplacar el dolor. Tina se rió y se acercó a mí con una taza de café. Recién cuando estuvo al lado mio pude ver que solo llevaba una remera larga. Probablemente hubiera sentido algo por eso, sino me estuviera sintiendo tan mal.

- ¿Qué fue lo que pasó?

- ¿No te acordás de nada? - volvió a reírse.

Amaba su risa, en serio que sí, mas ahora solo quería apagarla por un rato.

- Lo último que me acuerdo es tú descanso. Después es todo muy borroso.

Tina dejó la taza sobre la mesa de luz y se sentó en la cama, doblando una de las piernas bajo su cuerpo.

- A ver... - dijo - ¿No te acordás que nos reímos de Pancho? y que Tomás, también borracho, admitió que todavía le gustaba.

- No. - contesté.

- Y cuando yo le dijiste a una pareja que dejaran de besarse, porque eran asquerosos, ¿te acordás?

¿Yo había hecho eso?

Ay, Dios. Sí lo había hecho. Estaban besándose en frente mío. Literalmente, podía ver sus  lenguas saliendo de sus bocas.

- Ay - me tapé la cara con la frazada, muriéndome de la vergüenza.

- Esta bien, sí eran asquerosos. ¿Te acordás haberle dicho  a todo el que pasara que no te molestara?

- ¿Qué? - chillé.

¿Qué?

- Y de forma muy violenta, en realidad. No creí que fueras capaz de tanta violencia. Fue muy genial.

No era genial, era muy vergonzoso.

- Nos fuimos tipo tres. Quisimos tomar un taxi, pero nadie quería llevarnos porque a alguien se vomitó toda la remera. Así que, tomamos un colectivo hasta acá.

Ay, no.

Eso explicaba el gusto a vomito en mi boca. Presté atención a lo que traía puesto: una remera de Volver al futuro que, obviamente, no era mía. No sabía cómo disculparme. Era un desastre de persona.

- No te preocupes, el que te cambió y te metió en la cama fue Tomás. Yo dormí en el sillón - me explicó -. Así nadie se sentía... incómodo.

En realidad, cuando vi que traía puesta otra remera, no pensé en el hecho de que ella me hubiese visto semi desnuda o dormido conmigo. Pero ahora que ella lo mencionaba, sí lo estaba pensando.

-  No me hubiera incomodado que lo hubieses hecho vos.

Tina miró hacía abajo, sonrojada, y se encogió de hombros.

- ¿Y Tomás? - pregunté, para que las dos dejemos de pensar en eso.

- Se fue después de que te acostó.

Nos miramos por un segundo. Me parece que las  dos nos preguntábamos los mismo: ¿ya había pasado? ¿Ya podíamos volver a ser las mismas amigas? La respuesta a esas dos preguntas era no.

No había pasado, y no podríamos ser las mismas. Pero sí sirvió para algo: para seguir adelante. Yo todavía no entendía qué pasaba. Tampoco quería entenderlo, me daba miedo hacerlo. Y Tina... Bueno, no sé qué le pasaba a ella. Pero no iba a presionarme nada, eso ya me había quedado claro. Las dos queríamos que la otra siguiera en nuestra vida. Pero para eso, tuvimos que tirar litros de alcohol encima de lo que sentíamos y prenderlo fuego.

La historia es desde la perspectiva de Ana, pero si tuviera que decir cómo se sintió Tina esa noche, con Ana en su departamento, sería algo como esto:


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