Llegaron las comuniones y paso algo más extraño que familias separadas, discutiendo a todo pulmón en medio de la Iglesia.
Al final yo tenía razón: eran demasiados niños para una sola ceremonia. Algo que pudo haber durado poco más de hora y media, se extendió por toda la mañana y casi mediodía.
Antes de irse los niños solían correr a abrazar a su catequista, la que los había acompañado por dos años y probablemente no verían más, es decir, a mí. Normalmente tengo cuatro o cinco grupos por sábado, ya que de mi Iglesia dependen varias parroquias pequeñas. Intento tratarlos a todos por igual, pero siempre hay uno con el que inevitablemente me encariño más. Este año ese fue el grupo de Camila Fernandez. Camila era una adorable niña de diez años, preguntona y extrovertida. Todos los chicos de su grupo vinieron a saludarme, y lo extraño empezó cuando fue su turno. De la mano traía a la que enseguida supe que era su tía, pero que yo ya conocía de otro lugar.
-¡Seño! – me abrazó Camila – Ella es mi tía Cati.
-Hola – me saludo ella igual de sorprendida que yo. – Sí te acordás de mi, ¿no?
-Sí, claro. – le di un beso en la mejilla – Solo que creo que te recordaba con otro nombre.
-Si, bueno, Cati, Tina, distintos apodos misma persona.
-¿Y cuál es tu nombre verdadero?
-Con suerte, nunca lo vas a tener que saber.
Camila estaba en medio de nosotras, mirándonos a mi y a su tía, como si fuera un partido de tenis.
-¿Se conocen? – preguntó.
-Sí, nos conocimos hace unos días. – contestó Tina, o Cati, o como quiera que se llame – Dijiste que eras catequista, jamás me imaginé que fueras la catequista de mi sobrina.
Camila suspiró.
-El mundo es un pañuelo – dijo la niña dramáticamente, haciéndonos reír.
-¿De dónde sacaste esa frase?
-La abuela la dice todo el tiempo – respondió.
Tina sonrió y me guiñó un ojo.
-Y supongo que esta enana se portaba muy bien, ¿verdad? No hablaba en clases, prestaba atención...
Camila se empezó a reírse bajito, mientras se mordía las uñas. Le seguí el juego a su tía e hice que dudaba de la respuesta, entornando los ojos y apretando los labios. Al final me reí.
-Sí, se portó muy bien. Es muy curiosa, siempre preguntaba por todo.
De repente, pareció acordarse de algo y se volteó hacia Tina de un salto.
-Tía, ella dijo que no te vas al ir infierno porque te gusten las chicas.
Tina abrió grandes los ojos, pasmada. Me lanzó una mirada rápida, e intentó actuar natural. Pero me di cuenta que se había puesto algo nerviosa. Recordaba esa pregunta, la había hecho cuando hablamos de sacramentos y el matrimonio. Cuando dijo que Tina era su tía, no me dio tiempo a asociar esa pregunta a ella. Aunque debí suponer algo así cuando su jefe me llamo su novia.
-¿En serio? – respondió ella – Wow, eso nos alivia a todos. Creo que tu abuela va a estar muy feliz por eso, ¿por qué no se lo vas a contar?
La niña asintió con la cabeza, y salió corriendo hacia un grupo de personas que charlaban a un costado de la plaza donde estaba la Iglesia.
Tina me miró, entornando un poco los ojos.
-¿Lo dijiste enserio? Lo del infierno, ¿en serio lo crees? ¿O solo fue para calmar la preocupación de una niña de diez años?
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Mi mundo real
Non-FictionAna siempre fue lo que esperaban que fuera: una chica recatada, catequista, que participa activamente de su parroquia y estudia Medicina como su padre. Nunca estuvo conforme con esa vida, pero siempre tuvo demasiado miedo de cambiarlo. Entonces ll...