Te la dejo picando

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- Dejame ver si entiendo, ¿tu plan es seguir con ella como si nada? ¿Cómo si no hubiera querido besarte, cómo si no te pasara nada con eso, cómo si siguieran siendo dos amigas normales?

Desde que le dije que había quedado para verme con Tina en la plaza, Matias, no dejaba de cuestionar mi decisión de hacer de cuenta que nada había pasado. Según él tenia que llegar a la plaza, aceptar que estaba muerta con ella y comerle la boca. En su pequeño cerebrito todo era así de fácil.

-Sí, eso es exactamente lo que voy a hacer. - le respondí.

-¿Por qué? - exclamó.

-Porque es lo mejor.

-¿Ah, sí? ¿Y lo mejor para quién?

Lo miré de mala gana. Estábamos sentados en el mismo banco de la plaza en donde nos habíamos encontrado semanas atrás, solo que él estaba en el asiento, con los brazos alrededor del respaldo, prácticamente descolocándoselos, y yo estaba sentada en ese respaldo, como cuando estaba con Tina. Por lo que mi mirada de desprecio también tuvo algo de superioridad, puesto que estaba bastantes cabezas sobre él. Abrió la manos a modo de disculpa y fijó su mirada en la calle.

-Ahí viene tu chica.

Podría haberle replicado que no era mi chica, pero en lugar de eso alcé la mirada hacia donde él me indicaba. Llevaba puesta la remera y calzas negras que usaba para trabajar en el bar, junto con el cabello recogido. Se veía tan natural. Siempre se veía natural, como si no le costara nada ser tan... tan. Todos los sentimientos confusos volvieron a aparecer, pero, como cada vez que la veía, no eran confusos. Eran una clara mezcla de algo agradable que me encantaba. El problema venía después, cuando mi cabeza tomaba el mando y analizaba y cuestionaba todo.

-Si yo fuera mujer, - dijo Matias - también me haría torta por una mina así.

-Listo, te vas. - contesté, pateándolo en la espalda y haciendo que se levante.

-¡Au! - se quejó - ¿Sabés? Sos muy violenta para esa cara de santita.

-Vos despertás lo peor de mí. - respondí sin mirarlo, con la vista fija en el camino por el que se acercaba Tina. - Aparte no tengo por qué tratarte bien, no es que seamos amigos, ni nada.

Tina solo estaba a unos pasos, así que volví mi mirada a Matias, que se masajeaba su espalda, donde aún estaba marcada la huella de mi zapatilla.

-¿Qué haces acá todavía? - le reclamé.

-Apenas puedo caminar. ¿Por qué tenés tanta fuerza?

-Sos un exagerado. Te vas.

-¡Bien! - accedió de mala gana - Pero quiero que pienses, ¿por qué estás tan desesperada por quedarte sola con ella si no pasa nada entre ustedes?

Les dije: la suerte nunca estuvo de mi lado, tanto es así que en ese preciso momento, Tina, apareció frente a nosotros. Solo esperaba que no hubiese escuchado lo que Matias estaba diciendo. Él la miró y temblé por lo que podría llegar a decir, pero solo volvió la vista hacia mí y, antes de irse, agregó:

-Te la dejo picando. - y se dio la vuelta, saludando a Tina cuando paso a su lado - Un gusto, pelirroja.

Ella pareció algo confundida. Lo señalo y me miró:

-¿Me dijo pelirroja?

Asentí, haciendo la cabeza a un lado.

-Okey, creo que no me gusta. No soy pelirroja ¿Te parezco pelirroja?

Me parecía tierno que eso le preocupara, pero no iba a decírselo.

-No - respondí -. Sos... ¿rubia? La verdad, no entiendo tu pelo.

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