Ese lunes se acababa la licencia de Tamara, por lo que yo también debía volver a trabajar. Me desperté antes de que sonara la alarma, y por dos segundos fue una mañana normal y desabrida, hasta me di cuenta que mi brazo no estaba alrededor de una almohada o un montón de mantas. Justo junto a mí, ocupando un espacio muy pequeño, de frente a la pared, estaba Tina.
Su cuerpo desnudo estaba cubierto por mi sábana de los Looney Tunes, solo podía ver su hombro desnudo y su cabello cobrizo despeinado. Mi brazo estaba sobre su la piel de su cintura, debajo de la sábana. Fue una sorpresa, y no tanto, notar que yo también estaba desnuda. En un minuto recapitulé lo que había sucedido esa noche. Sonreí y me sonrojé al recordarlo. Era extraño que todo haya sido tan natural, como si supiera exactamente qué tenía que hacer. Tina tuvo mucho que ver con eso, ella me hacía sentir cómoda y segura.
Aproveché los pocos minutos que quedaban antes de que suene la alarma para observarla un poco más. No podía ver su rostro, ya que estaba de espaldas a mí, pero no lo necesitaba. Podía imaginar su expresión serena, con su sonrisa permanente incluida. Acaricié su estómago con la mano que rodeaba su cintura. No quería despertala, solo quería sentirla más.
El despertador no tardó en sonar. Tina se despertó, rezongó, se quejó y, finalmente, volteó hacia mí y me sonrió. Por suerte aún no abría los ojos, sino me hubiera visto mirarla completamente embobada.
- Buenos días. -dije después de unos segundos.
- Buen día -respondió, intentando abrir los ojos - ¿Qué hora es?
- Temprano. Perdón. Creo que me olvidé de decirte que hoy trabajo. -me disculpé.
- Sí, olvidaste mencionar ese pequeño detalle cuando me obligaste a estar despierta hasta recién. -ahora ya sonaba más despabilada.
- Yo no te obligué a nada. -me defendí.
Despierta o no, acercó su cuerpo al mío y me besó.
No nos levantamos enseguida. Luego, en lo que yo me bañaba Tina preparó algo para desayunar. Le mostré mi escondite de cosas dulces y me hizo una chocolatada, y ella se tomó un café.
- Ya sabemos quién es la adulta de la relación -comentó con una sonrisa detrás de su taza.
- No sé a qué te referís. -me hice la desentendida.
Nos miramos como estúpidas todo el desayuno, mientras nos besábamos y nos reíamos de nosotras mismas. Parecía que estaba en una película romántica, cuando los dos protagonistas finalmente están juntos. Pero ese sería el final, y este no es el final.
Tina me llevó en su moto hasta la casa de Tamara. Nos despedimos en la puerta con un largo y húmedo beso que me hubiese gustado que durara para siempre.
- Te amo -me susurró.
Le sonreí.
- Y yo te amo a vos.
Me besó con una sonrisa en los labios.
- ¿Venís hoy? -pregunté antes de que se fuera.
- Trabajo hoy a la noche.
- Está bien. -sonreí decepcionada.
Tina me dió un rápido beso en los labios, se puso el casco y se fue. Me quedé viendo cómo se iba en su moto, hasta que recordé que yo debía entrar a trabajar.
Tami me dió las indicaciones de los antibióticos que Kiarita aún debía tomar mientras se terminaba de preparar para el trabajo. Yo la escuchaba y al mismo tiempo moría de ganas de decirle todo lo que había pasado esos días, pero también tenía miedo ¿y si ella no estaba de acuerdo con todo esto? No dije nada, de todas formas no era el momento.
Kiarita parecía que nunca había estaba enferma. Se levantó a la misma hora de siempre, jugó como siempre y, cuando tuvo que tomar el medicamento, lo hizo sin chistar.
Luego de la semana que acababa de pasar, era raro tener una mañana tan normal. Aunque no era normal, una parte de mí no dejaba de gritarme que había pasado la noche Tina, había besado todo su cuerpo desnudo, la había abrazado y nos habíamos dormido enredada una a la otra. Todo eso acababa de pasar. No era una mañana normal. De repente, nada era normal.
Tami llegó un poco más tarde de lo usual, ya que tenía trabajo acumulado luego de la licencia. Yo no tenía más planes para ese día, así que no tuve problemas.
- ¿Y cómo pasaste tu cumpleaños? -me preguntó Tami, cuando por fin logró sentarse.
- Primero bien, después no tanto, después horrible y a lo último estuvo bien. -sí, no alcanzaba una palabra para describir mi cumpleaños.
- ¿Por qué horrible? -se rió, probablemente porque pensaba que estaba exagerando.
- Bueno, ¿te acordas de Damián?
- Es tu chico, me acuerdo.
- Bueno, ya no es mi chico. Se fue de mambo y lo dejé.
- ¿Cómo que se fue de mambo? -preguntó, más preocupada - ¿Te hizo algo?
- No, no llegó a nada serio, pero no es el chico que yo creía que era.
- No, mi cielo, nadie es como creemos que son. ¿Y después? ¿Terminaste bien el día?
Ahí quería contarle lo de Tina, por qué mi cumpleaños había terminado bien después de todo. Pero no me animé. Se me hizo un nudo en la garganta que me impidió decirlo. Tami era mi amiga de más años, me importaba lo que pensara y no estaba lista para escucharlo.
- Sí, terminé bien. -sonreí.
- ¡Genial! Tendríamos que hacer algo para festejar nosotras.
- Pueden venir a comer a casa. -se me ocurrió. -Mis padres se fueron a una segunda luna de miel y no me fascina estar sola, así que pueden venir.
Quizás entonces podría decirle. Quizás en casa me sintiera segura.
- ¡Sí! Me encanta. Lo pongo a Sebastián a cocinar unas pizzas y nosotras chusmeamos, que para lo único que nos vemos últimamente es para entregarnos el paquete.
- Perfecto. ¿Hoy? ¿Quieren venir?
Lo pensó dos segundos.
- Sí, dale. Hoy tipo ocho estamos por ahí.
Llegaron a eso de las nueve, con el queso, dos cervezas y Kiarita. Sebastián se puso a amasar y Kiara se entretuvo un buen rato con Diablo, que estaba encantado de tener a alguien con las mismas energías que él. Nosotras nos sentamos a conversar en el comedor, con una cerveza de por medio. Todo el tiempo estuve a punto de decirle y nunca pude. Ni ahí, ni durante la cena y en la sobremesa. Simplemente no me salía. Al final decidí esperar otro momento y disfrutar lo que quedaba de la noche.
Pedimos helado y Kiara comió el suyo sentada en mi sillón mirando dibujitos de YouTube.
- ¿Qué es lo que está mirando? -preguntó Sebastián.
- Yo ya ni sé. Ella se los pone sola, yo solo reviso que no esté mirando desnudos o cosas así.
- A la tarde mira los dibujos que hay en la tele no más. -mencioné.
Sí, el noventa por ciento de las conversaciones giraban en torno a la niña. Tami contó algunos chismes del trabajo y Sebastián conversó otro poco de cosas varias, pero siempre volvíamos a Kiara. Hasta que empezábamos a hablar del colegio, ahí Tami se entusiasmaba y recordaba todo. Definitivamente fue, para ella, la mejor época de su vida. La mía no, por si hacía falta aclararlo.
Fue una noche agradable. Las pizzas estaban ricas y el helado y la cerveza también. Kiarita se porto bien y Diablo se divirtió con ella. Pero lo más agradable fue cuando, dos minutos después de que ellos se fueran, Tina me mandó un mensaje para avisar que ya había salido del trabajo y venía para casa.
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Mi mundo real
Não FicçãoAna siempre fue lo que esperaban que fuera: una chica recatada, catequista, que participa activamente de su parroquia y estudia Medicina como su padre. Nunca estuvo conforme con esa vida, pero siempre tuvo demasiado miedo de cambiarlo. Entonces ll...