Confrontaciones

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Las confrontaciones nunca fueron lo mío. Tardé dos días en volver a mirar a los ojos a mis padres después de decirles que no estudiaría medicina y aún no lograba hablar con Tina sobre mi cita con Damián. Así que tener a Matias mirándome con desaprobación me ponía bastante incómoda.

- No puedo creerlo, Ana - me repitió -. El tipo es una mala persona ¿En qué estabas pensando cuando lo dijiste que sí? ¿En qué estás pensando ahora?

- Ya entendió que no estás de acuerdo, dejala tranquila -me defendió Sandra.

- Y no entiendo por qué la estás ayudando -le recriminó él.

Otra cosa que no se me daba bien era maquillarme, y no pensaba hacerlo, pero para Sandra el maquillaje era sagrado y no me dejaría salir sin un poco de rubor. Por lo que estaba en su habitación, sentada frente a ella, dejando que me maquillara.

Desde que mencioné que Damian me había invitado a salir, Matias, no dejaba de cuestionarme.

- ¿Por qué le dijiste que sí? - me preguntó.

- No sé -me encogí de hombros. -. Se me puso la mente en blanco y... No sé. Damián me gustó siempre, no últimamente, pero sí cuando era más chica. Supongo que... quise saber cómo era salir con él.

- ¿Ahora? ¿Ahora querés saber cómo es? Justo ahora que habías aceptado lo que sentís por la pelirroja ¿Justo ahora? ¿Querés saber cómo es? Damián es una mala persona. Parece bueno y encantador, pero no lo es, Ana. Listo, ya lo sabés, ya no tenés por qué salir con él.

- Pero quiero hacerlo -respondí a la defensiva.

- ¡No! Solo estás demasiado cagada  de estar con la pelirroja, así que te buscaste una salida fácil, una excusa.

- ¿Por qué estás empecinado en que esté con ella si ni siquiera te cae bien? -exclamé.

- Porque no es una mala persona. Damián sí.

En defensa de Matias, él tenía buenas razones para pensar que Damián era mala persona. Pero yo quería pensar que tal vez era todo un gran mal entendido, quizás Damián realmente no entendía a Sandra y solo había que explicarle.

- No tiene  sentido, Damián apenas se acuerda cómo te llamás ¿por qué estaría interesado en vos?

- ¡Matias! - lo reprendió su hermana.

- No está bien - dije mirando hacia otro lado -. Yo tampoco entiendo por qué alguien se fijaría en mí.

- No quise decir eso - se arrepintió Matias.

- Sí, sí quisiste. Y está bien, nunca nadie se fijó en mí ¿por qué ahora sí? Quizás por eso le dije que sí, porque es la primera persona que muestra verdadero interés en mí.

- Eso no es cierto -replicó él -. Tenés a esa pelirroja loca por vos y hasta donde recuerdo vos sentías lo mismo.

- Tal vez no. Tal vez... estaba confundida, pero no lo voy a saber si no hago esto.

- Así que necesitas salir con alguien  para saber si te gusta otra persona. Sí, muy inteligente.

- Matias, basta -se interpuso Sandra al notar que la conversación empezaba a subir de tono.

Estaba bien con que Matias no estuviera de acuerdo en que saliera con Damián por sus problemas con él, pero insinuar que no había razón para que se fijara en mí era atacar directamente mi frágil autoestima y no lo iba a permitir.

- Bien, hacé lo que quieras -dijo al final -, pero no cuentes conmigo. Y aunque no lo creas, esa pelirroja te quiere en serio, así que deberías ser honesta con ella y decirle todo esto.

Y sin decir nada más, salió de la habitación dando un portazo. Me temblaba el cuerpo entero: las confrontaciones no eran lo mío. Sandra suspiró, fastidiada.

- Disculpá -dijo.

- Está bien, creó que lo entiendo.

- Ya se le va a pasar.

Se separó dos pasos de mí y me miró.

- Bueno, yo ya terminé mi trabajo.

Me paré y fui hasta el pequeño espejo para mirarme. El maquillaje era sutil, casi no se notaba que estaba, pero al mismo tiempo me cambiaba por completo el rostro. Quedé sorprendida: estaba hermosa.

- ¿Te gusta? -me preguntó.

Asentí con la cabeza, sin despegar la mirada del espejo.

- ¿En serio? Porque no tenés cara de que te guste. Si es por lo que dijo Matias...

- No -dije de inmediato -. Me encanta, solo me sorprendí. Gracias. Tendrías que dedicarte a esto.

- Sí, lo sé -admitió -. Pensaba en empezar a promocionarme en redes sociales o algo por el estilo.

Volví a asentir, separándome del espejito.

- Ana, sí sabés que Matias tiene razón ¿no? Tenés que decirle a Tina esto ¿Hablaron algo después de...?

Del beso, eso quería decir. Pero ni yo, ni ninguno se animaba a decirlo en voz alta. Si no lo mencionaba, no había pasado

- Sí, pero... nada de importancia.

- Tendrías que decirle -repitió -. Personalmente, estoy de acuerdo en que tenés que estar con ella, pero no soy quién para obligarte a hacerlo. Pero si salís con este chico para tapar lo que en verdad sentís, te digo por experiencia que eso no funciona, solo te hace perder tiempo.

- No es por eso -contesté.

- Esta bien. Entonces llamala y decile, no querés dejarla esperando por algo que quizás no pase. Voy a buscar algo para tomar.

Abrió la puerta y antes de salir me miró y me dijo:

- ¿Te puedo dar un consejo para esta noche? Compará. Compará lo que sentís con él y lo que sentís con ella. Después hacé lo que quieras, pero vas a estar segura de lo que quiere tu corazón.

Una vez que estuve sola en la habitación, volví a mirarme al espejo. Tal vez Matias estaba en lo cierto y no había razón para que le interesara a Damián, pero saqué esos pensamientos de mi cabeza. Hoy no era un  día para dejar que mi autoestima me tirara abajo. Con esa seguridad, agarré el celular y llamé a Tina.

No sabía muy bien qué le iba a decir, pero tenía que decirlo. No sólo por lo que había pasado entre nosotras, también porque era mi amiga. O algo por el estilo.

- Hola -me respondió del otro lado del auricular.

- Hola ¿Cómo estás?

- Bien, por irme al bar ¿Vos?

- También por salir. - hice una pausa larga, tomando fuerzas para decir lo que iba a decirle. - Voy a salir con alguien.

- ¿El imbécil de Matias? - asumió - Pueden venir al bar.

- No, es... alguien más. Un chico de la parroquia me invitó a salir.

- Ah.

Ninguna habló. Me senté en la cama. Se me hizo un nudo en el pecho, sentía que estaba haciendo algo malo, que la estaba traicionando. A ella y a mí misma.

- Bueno... -dijo con voz queda -. Me tengo que ir. Pasala bien.

- Gracias. Te llamo después para contarte cómo fue.

- No. No creo que quiera saberlo -admitió -. Voy a confiar en que te va a ir bien, sea lo que eso sea.

Asentí con la cabeza, aunque ella no podía verme.

- Tengo que irme.

No alcancé a decirle chau que ya había cortado. Entonces me di cuenta que la había cagado en grande.




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