Es la indicada

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El sol en la cara me estaba matando y los lentes de sol que Matías me había prestado no servían de nada. Definitivamente no iba a volver a tomar nunca más en mi vida.

- Sí, claro. Contate otro, querida. - se burló Matías tomando un sorbo de su café.

Estábamos en la plaza. Luego de dejar la casa de Tina e ir a buscar mi auto, tuve que llamar a Matias para que lo condujera, ya que me sentía fatal. Recordatorio: chocolatada más resaca no era una buena idea. Debí pedirle al taxista, que me llevó hasta el auto, que se detuviera dos veces para vomitar. Una vez que llegó, Matías, sentenció que no podía aparecer en mi casa  ni en ningún lado en ese estado. Por lo que fuimos al parque, nos compró un café a los dos, más un analgésico para mí.

Cuando me preguntó qué había pasado, no le respondí. Todavía no podía asimilarlo. Así que empezó a hablar de su noche.

- Anoche salí con Delfina - me dijo emocionado.

- ¿Delfina? ¿Qué Delfina? - pregunté cubriéndome del sol. No tenía energía para recordar cada chica a la que le pedía una cita.

Matias no era mujeriego, era enamoradizo. Cada mujer que le gustaba era el amor de su vida y la futura madre de sus hijos. A todas las invitaba salir, aunque apenas se conocieran.

- ¡Delfina! La de la entrevista de trabajo.

La semana anterior tuvo una entrevista de trabajo para una empresa de no sé qué cosa. Jamás lo llamaron.

- No conseguiste el trabajo, pero sí la chica. Peor es nada - respondí encogiéndome de hombros y tomando un sorbo de mi café.

- No, no, nada de peor es nada. Ella definitivamente no es un peor es nada. Es ella.

- ¿Quién? - pregunté mirando hacia los costados.

- No quién, tonta. Ella es ella, la chica, la indicada. Estoy seguro.

Me dolía demasiado la cabeza para tolerar estas cursilerías.

- ¿Y eso lo sabes después de una cita?

- ¡Sí! - exclamó - Cuando lo sabés, lo sabés ¿sabés?

- Ay, Matias - me quejé -. No me da el cerebro para juegos de palabras.

- No te da el cerebro, punto.

- Te golpearía si tuviera control de mis extremidades.

- Como sea, - prosiguió - no sólo es hermosa, es divertida y dulce, inteligente, perfecta.

- Wow, ¿perfecta no es un poco mucho?

- No. Ella es perfecta. Te dije, es la indicada - insistió.

- Está bien, si vos lo decís. Felicidades.

- Gracias. - contestó alegre.

- En realidad, era sarcasmo - aclaré -, pero creo que mi tono sarcástico sigue dormido.

- Te odio. - respondió, haciéndome sonreír.

Nos quedamos en silencio, aprovechando, o más bien sufriendo, el sol de media tarde y tomando nuestros cafés. Pero el silencio hizo que debiera escuchar mis pensamientos y solo había una cosa en la que podía pensar.

- La besé - dije de repente.

- ¿A quién? - preguntó Matías.

Yo no respondí y, al notar que no lo hacía, él volteó a verme. Sus ojos se clavaron en mí, entendiendo a quién me refería.

- ¿La pelirroja? - exclamó.

Asentí con la cabeza.

- Pero... ¿cómo? O sea... ¿Fue un beso en la mejilla o un pico tímido?

Mi mundo realDonde viven las historias. Descúbrelo ahora