Qué había pasado o qué iba a pasar

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Me miré al espejo de mi habitación por décima vez. Dentro de unas horas era la renovación de votos de mis padres y todavía no me convencía el vestido que había elegido mi madre para mi. Era largo hasta los tobillos, de cuello alto y color rosa pálido. El problema no era por el cuello, ni el color, ni siquiera el largo, sino por la forma en que la tela caía sobre mi cuerpo. Sobre que mí cuerpo tiene pocas formas, el vestido me hacía menos, parecía un enorme rectángulo.

- Ana, te queda hermoso. -intentó convencerme Tina por teléfono después de que le mandara una foto.

- Soy un montón de tela rosa -repliqué.

- ¡Claro que no! Confiá en mi.

- No confío en vos. El otro día me dijiste que tu remera me quedaba bien y parecía una bolsa gris.

Luego de mí cumpleaños, Damián me había invitado a salir. Yo accedí solo porque tenía en mente terminar con él, pero las cosas se me fueron de las manos y tuve que salir corriendo de su casa luego de que intentara propasarse conmigo. En la desesperación de no saber a quién concurrir, fui a lo de Tina. Y del infierno de Damián, pasé al paraíso de besarla. Pero no pasó mucho más, porque Camila llegó para usar la pileta del edificio.

Yo insistí en que no me iba a meter, pero "alguien" (Tina) me empujó a la pileta y terminé empapada de pies a cabeza, por lo que tuvo que prestarme ropa.

Intenté enojarme con ella, pero no me salió. Me miró con sus ojos traviesos y una sonrisa pícara, y no pude pensar en otra cosa que en volverla a besar. Pero Camila estaba allí. Ya nos había visto besándonos y daba vueltas alrededor nuestro esperando a que volviera a pasar y preguntándonos si ya éramos novias. Tina esquivó esa pregunta durante toda la tarde, ya que todavía no habíamos tenido chance de hablar de nosotras.

Nosotras. Se sentía tan raro pensar que había un nosotras, que era real. Tan raro y tan natural, como si así tendría haber sido siempre.

Volví a casa poco antes de que atardeciera. No tenía ganas de enfrentar a mí madre, sabía que había hablado con Damián y era muy probable de intentara convercerme de que volviera con él e incluso que insinuara que nuestra "discusión" había sido mí culpa. Pero todo eso parecía algo tan lejano que creí que podía hacer de cuenta que nunca había pasado. Aparte, la renovación de votos de mis padres era en dos días y sabía que mí madre debía estar enloqueciendo con los preparativos. Así que, contra mí voluntad, volví a casa.

- ¿Estás segura? -me preguntó Tina - Podés quedarte acá todo lo que quieras.

Le sonreí.

Sabía lo que pasaba: Tina creía que no quería quedarme a solas con ella, temía que me arrepintiera de haberla besado.

Me aseguré de que Camila no estuviera prestándonos atención, me acerqué a ella y la besé.

- Sí, estoy segura -le dije contra sus labios.

Tina sonrió, entendiendo mí mensaje.

- Bien, entonces dejá que te lleve.

La idea de ir en su moto no me fascinaba, pero por pasar veinte minutos más con ella terminé diciéndole que sí.

Fui abrazada a su cintura como si mi vida dependendiera de ello, porque así era. Dios, nunca entendí como ella podía amar a esa máquina asesina.

Estacionó en la esquina de mí casa y me dió la mano para bajar. Una vez estuve a salvo en el suelo, me paré frente su moto. No sé si yo esperaba que ella me bese o ella esperaba que yo la bese. Una sonrisa algo tímida empezó a formarse en sus labios y supe que yo iba a besarla.

Mi mundo realDonde viven las historias. Descúbrelo ahora