Todo va a estar bien

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La casa de Tina olía a leña, aunque estuviéramos en verano, y también había un rico aroma a comida que me abrió el apetito. Su madre, María, nos hizo sentar en la mesa de la cocina mientras ella terminaba de preparar el almuerzo. Su hija se ofreció a ayudarla, pero ella se negó.

–Quedate ahí con Ana, que necesita amor. –Me sonrió con dulzura.

Tina se sentó frente a mí y también me sonrió. Noté que las dos tenían la misma sonrisa reconfortante.

–¿Papá? –preguntó mi novia.

–Ay, tu padrino le pidió que revise unos planos de no sé qué proyecto –contestó rápidamente, para enseguida mirarme a mí –¿Cómo la estás llevando, dulzura? –me preguntó.

Yo asentí, pero tardé en responder.

–Bien –dije tragando saliva –, creo –agregué indecisa.

Si me detenía a pensar en lo que había pasado, la angustia volvía a atacarme. Mientras no lo pensara, estaba bien.

–Deja que pasen los días –me aconsejó, mientras se movía por la cocina –, vas a ver cómo entra en razón. –Se detuvo y volteó hacia mí –. Incluso yo tuve que procesarlo cuando Cati me lo dijo –vi cómo Tina bajaba la mirada –, pero al final entendés que lo único que importa es que sean felices.

Le sonreí, aunque no estaba segura de que con mi madre fuera igual.

–¿De qué son los planos? –dijo Tina, estoy segura que para desviar el tema de mí.

El padre de Tina era arquitecto, fue mientras estudiaban que él y su padrino se habían conocido.

–No lo sé –contestó María, revolviendo lo que sea que tuviera al fuego –. Estoy segura que quiere convencer a tu padre de meterse en alguna inversión.

–Como siempre. –Se encogió de hombros Tina –. Papá nunca quiso meterse en esos proyectos enormes en los que trabaja el padrino –me explicó.

Se sintió que abrían el portón, seguido de alguien que corría. Enseguida llegó a la cocina una agitada Camila. Saludó a su abuela y en cuanto me vio me abrazó al grito de "¡Seño!". El hermano de Tina no tardó en aparecer en el umbral.

–Ey, si es la seño secuestradora –exclamó refiriéndose a mí.

Sonreí algo avergonzada por aquel hecho, aunque esa fue una de las cosas que me acercó a Tina en primer lugar.

–¿Vas a ser mi seño el año que viene? –me preguntó Camila mientras abrazaba a su tía.

–Va a tomar la confirmación –contó Bruno en lo que intentaba robar algo de lo que se cocinaba en una olla.

Su madre lo echó pegándole con un repasador.

– ¿Vas a ser mi seño? –repitió la niña.

–No creo –admití.

Me gustaban mucho mis clases de catecismo, pero no podía enseñar algo en lo de no sabía si creía. Mi yo que aparentaba seguir conforme con ese mundo había ido desapareciendo, ya no quedaba porqué fingir, y honestamente, tampoco quería hacerlo más. Creo que de la iglesia de la que una vez forme parte solo me quedan lindos recuerdos de una Analía que ya no soy.

–Oh –se lamentó ella.

–No es como si no la fueras a volver a ver –la consoló su padre, guiñándome un ojo.

A los pocos minutos el almuerzo ya estaba listo y servido. Tina y Bruno se sentaron en los que parecían sus lugares ya determinados por los años de convivencia en esa misma casa, mientras que Camila y yo nos ubicamos en las sillas que quedaban libres, quedé en medio de ella y María.

Mi mundo realDonde viven las historias. Descúbrelo ahora