Kiara ya había empezado el jardín, por lo que mi tarea de niñera se había reducido a la mitad del día. Debía ir a buscarla al jardín de infantes, llevarla a su casa, hacerle de comer y cuidarla hasta que Tamara llegara. A estas alturas ya tenía mis truquitos de niñera para manejarla, el más efectivo: la plaza. "Si te comes la acelga, más tarde vamos a la plaza", "si levantás tus juguetes, quizás te lleve a la plaza", "si terminas tu manzana, puede que vayamos a la plaza", etc. Nunca fallaba. A veces no hacía falta cumplir mi promesa, ya que Tamara llegaba antes o Kiara simplemente se olvidaba.
El viernes Tamara tuvo que hacer horas extras, así que lleve a Kiara a la plaza para que se distraiga y no extrañe a su mamá. El parque estaba a pocas a cuadras de su casa, así que la dejaba ir en su mini triciclo y yo iba atrás suyo caminando. Era una tarde soleada, pero ventosa, por lo que no había muchos niños y era más fácil tenerle el ojo encima a Kiara. Su juego favorito era el fuerte de madera que ocupaba gran parte de la plaza, por el que podía subir y bajar incansablemente. Me senté en donde no podía perderla de vista, cuando escucho que alguien grita:-¡Seño!
Al principio no me dí por aludida, pero entonces una niña se abalanzó sobre mí. Tuve que apartarla un poco para ver quién era.
- Hola Cami - Camila Fernandez, la sobrina de Tina. -. ¿Viniste a la plaza?
- Sip, me trajo mi tía Cati.
Cierto. Tina hoy iba a buscar a su sobrina al colegio y luego debía llevarla al dentista. Claro que esa última parte Camila todavía no la sabía.
- Cami, ¿qué te dije de hablar con extraños? - la retó Tina, que apareció detrás mío.
Camila le sacó la lengua, yo sonreí avergonzada. ¿Cómo debía comportarme cerca de su sobrina?
- ¿Soy extraño? - pregunté.
Tina me abrazó por la cintura y me dio un beso en los labios. Inmediatamente después desvíe la mirada a donde estaba Kiarita. Me dije a mí misma que la estaba vigilando, pero realmente observaba si nos había visto.
- ¿Estás con tu ñiña? - preguntó.
- Sí - respondí con timidez. Todavía estaba sorprendida de verla ahí.
Aún no le había dicho a Tamara sobre Tina. No pregunten por qué, porque no lo sé, supongo que no había encontrado el momento. O eso me decía a mí misma. Cada vez que estaba a punto de decírselo, las palabras quedaban en mi boca y no salían. Es mi amiga más antigua, no sé cuál era mi problema. Pero sí sabía que no quería que se enterara porque su hija me vió besando a una chica en la plaza.
- ¿Todavía no descifró tu malévolo plan? - pregunté cuando Camila fue corriendo a los juegos y nos quedamos solas.
- Es más inteligente que yo - se sentó.-, seguramente ya lo hizo y me va a manipular por golosinas.
Me reí.
- ¿Qué hacen por acá?
- La escuela de Camila está acá a dos cuadras, siempre venimos a esta plaza.
La miré fijo.
- Yo siempre venía a esta plaza en la secundaria - le dije.
Ella me miró a mí.
- Ibamos a la casa de Tami y después veníamos para acá -expliqué.
- ¿Cómo es que siempre estuvimos por los mismos barrios y nunca nos cruzamos?
- No era el momento, supongo.
Conversamos un rato mientras vigilábamos a las niñas jugar, estaban las dos en el mismo juego, Camila se trepaba por el tobogán y Kiara la miraba desde arriba. Cuando Camila por fin llegó arriba, saludó a Kiari y se pusieron a hablar. Siempre envidié eso de los niños, esa capacidad de hacer amigos tan rápido. No tienen vergüenza de ponerse a conversar y jugar, aunque sean absolutamente desconocidos. En un momento, bajaron las dos rápido por el tobogán y corrieron hacia nosotras.
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Mi mundo real
Non-FictionAna siempre fue lo que esperaban que fuera: una chica recatada, catequista, que participa activamente de su parroquia y estudia Medicina como su padre. Nunca estuvo conforme con esa vida, pero siempre tuvo demasiado miedo de cambiarlo. Entonces ll...