Esa noche casi no pude dormir, di vueltas junto a Tina durante horas. Podía notar que ella tampoco lograba conciliar el sueño, pero no dijo nada, solo se mantuvo a mi lado, sin dejar de abrazarme.
Sentía cómo la presión del mundo que se derrumbaba caía sobre mí. Una sensación de angustia se instaló en mi pecho y garganta. Y me dejé llevar por ella.
La mañana llegó sin que yo haya cerrado un ojo. Besé a Tina, que en algún momento se durmió, y me levanté. Si bien mi mundo se había derrumbado, el resto seguía girando. Revolví el bolso del cual todavía no había sacado la ropa, busqué algo para ponerme, me bañé y me senté a desayunar. Tardé en agarrar el celular y cuando lo hice tenía varios mensajes de mi padre queriendo saber de mí.
Era raro tener tanta atención de él, pero me gustaba. Me di cuenta que siempre había estado cuidando de mí, desde las sombras, atrás de mi mamá, y ahora que ella no estaba, era su turno de ponerse al frente.
Le contesté que estaba bien, que no se preocupara, a lo que él me respondió si quería que almorcemos juntos. Lo pensé un momento. Presentía la charla que íbamos a tener, la charla sobre mí y qué pasaría ahora, no sabía si estaba lista para hablar de eso. Le propuse desayunar al otro día, así tendría tiempo de prepararme mentalmente.
Tina no tardó en levantarse, tenía reunión en el estudio de danza, ya que ya estaban por empezar las clases.
—Buen día —me saludó desperezándose —. ¿Dormiste algo?
—Algo —mentí.
Se acercó, me dió un beso en los labios y puso el agua a calentar.
—Y ¿cómo estás? —preguntó.
Me encogí de hombros.
—No sé —suspiré —, por un lado me siento aliviada, pero por otro estoy perdida. La persona que siempre fui desapareció para siempre, de verdad, y ahora... no sé quién soy.
—Amor —me abrazó por la espalda —, esa persona desapareció hace mucho. Ya no sos esa chica perdida en un bar, te convertiste en una mujer fuerte, decidida, y ni siquiera te diste cuenta.
La pava empezó a chillar y Tina fue a servirse su café.
—Sí me di cuenta —repliqué —, yo solo...
Puso una mano sobre mi hombro.
—Entiendo —me dijo con cariño.
—¿Estás lista para volver a las clases? —Cambié de tema.
Necesitaba hablar de otra cosa, que todo siguiera su curso. Ella sonrió y me contó sus planes para este año, qué obras quería hacer y con qué madres no quería cruzarse.
—Voy a pelear con uñas y dientes por las medianas —me aseguró.
—¿Ese es el de Camila?
—Todavía no, le falta un año. Pero es el mejor grupo, son suficientemente grandes como para entender lo que les decís, pero no tanto como para creerse divas.
Me reí.
Se despidió de mí al rato, y yo también debía ir a trabajar.
Durante esas horas intenté dejar atrás de mi cabeza todos esos pensamientos que me aplastaban el pecho y me llenaban los ojos de lágrimas. Traté de estar lo más posible en ese momento, corriendo a Kiarita por toda la casa, jugando a ser la mamá, después la hija, la princesa y el hada madrina. Sirvió para mantenerme distraída y olvidarme por un rato de todo.
Tamara llegó pasadas las cinco, e insistió en que me quedara unos minutos más a conversar. Me preguntó por Tina y quiso saber cuándo la iba a conocerla.
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Mi mundo real
Non-FictionAna siempre fue lo que esperaban que fuera: una chica recatada, catequista, que participa activamente de su parroquia y estudia Medicina como su padre. Nunca estuvo conforme con esa vida, pero siempre tuvo demasiado miedo de cambiarlo. Entonces ll...