Calle Avellaneda

3.3K 302 15
                                    

Después de aquella vez en la plaza, solo volví a ver a Sandra en una ocasión que pasé a buscar a Matías por su pensión. Él me había contado y un poco de su historia y cómo pasó todo.

Incluso antes de irse a España, Sandra, ya estaba haciendo el tratamiento de hormonas. Su viaje fue para realizarse las operaciones y poder terminar el proceso, sin la crítica o impedimento de su familia y amigos. En Argentina, solo Matías sabía de su identidad y su verdadero propósito. Ahora, claro, todos lo sabían y, como supuso, nadie la apoyaba. Y a pesar de estar prácticamente sola y despreciada por las personas que amaba, ella era divertida, simpática y alegre, como si su vida no fuera una mierda.

- ¿Cómo es eso de que tu nueva mejor amiga no tiene que la acompañe a comprar ropa y no sabe dónde hacerlo? - preguntó Tina, estirándose sobre el asiento, mientras esperábamos a Sandra en la puerta de el a casona que hacía de pensión.

Probablemente, a Sandra, le quedaría el apodo de "tu nueva mejor amiga" para siempre.

- Vivió mucho años afuera, - respondí - así que no tiene muchos amigos acá.

Iba a decirle que, antes de irse, compraba su ropa en locales de ropa de hombres. Pero no sabía si estaba habilitada para dar esa información, así que la omití.

- Y como no tiene amigos, decidiste adoptarla. Sos tan tierna. - dijo con sarcasmo.

Me hice para atrás, apoyando la cabeza en el asiento, y la miré frunciendo el ceño.

- Te vas a la mierda de celosa. - le dije.

- ¡No soy celosa! - exclamó.

Justo en ese momento, Sandra apareció por la puerta del edificio, deteniendo el berrinche de Tina. La saludé con la mano, y, antes de que entrara al al auto, la miré a Tina, intentando decirle que se comportara. Ella se encogió de hombros y fijó su vista al frente.

- ¡Hola! - dijo Sandra al entrar al auto.

- Hola - saludamos nosotras.

Hice las presentaciones pertinentes y arranqué hacia la calle Avellaneda. Allí podías comprar mucha ropa, muy barata. Sobre todo van personas que tienen negocios de ropa, que compran en cantidad; pera también es para gente común, como nosotras. Estacioné en una de las calles paralelas y empezamos a caminar.

Al principio fue algo incómodo. Las tres poníamos la mejor onda, apenas nos conocíamos. Pasamos por algunos negocios en los que solo miramos un par de percheros y seguimos de largo. Nos encontrábamos con que la ropa o era para chicas más chicas, adolescentes, o para mujeres más grandes. No lográbamos hallar nada que creyéramos acorde a nuestra edad.

Fue bastante aburrido y frustrante, hasta que Tina encontró un remera rosa. Era pequeña hasta para ella, que era delgada, y tenía una inscripción que decía: ME GUSTAN TODOS. Se la apoyó en el pecho, como si se la estuviera probando, y dijo:

- Creo que esta es perfecta para mi.

- Deberías llevarla - asentí.

Las dos empezamos a reírnos, mientras Sandra sonreía, sin animarse a ser parte.

- No me gustan todos, sino todas - le explicó Tina, pensando que no entendía. Aunque yo suponía que Matías le había contado algo.

- Entonces, definitivamente deberías llevar esta - dijo Sandra, sacando del perchero una remera que decía my girls, en una horrible letra cursiva.

Tina abrió la boca, exagerando emoción.

- ¡Sí! - exclamó - la voy a llevar. - se la arrancó de las manos a Sandra y fue hacia la caja.

Mi mundo realDonde viven las historias. Descúbrelo ahora