10: « ¿Qué es, doctora? »

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10: « ¿Qué es, doctora? »

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10: « ¿Qué es, doctora? »

¡Se prendió esta mierda!

¡Se prendió fatal!

Vi a Justin salir corriendo de la tienda de zapatos, la vendedora lo perseguía con un tacón en la mano y no dejaba de gritarle groserías. Yo por mi lado, veía todo cómo si no lo conociera, porque él se lo había buscado solito, nadie le mando a decirle a la señora que «tenga sexo con su esposo porque su vida es amargada», y aunque es verdad, mi novio lo dijo directamente, ¿por qué? ¡Porque jamás piensa!

—¡Maldito, mocoso! —le grito la señora—. ¡Ojalá te caigas por las escaleras, rubio teñido!

—¡Ayuda, ayuda, la señora me quiere matar!

Tome asiento en una banca de madera y comí mi manzana acaramelada, la escena era tan divertida cómo una película. Ambos corrieron alrededor, hasta que Justin termino saltando detrás de unos grandes arbustos, lo cual la vendedora no vio y se fue de frente, buscándolo hasta que se dio por vencida y regreso a su trabajo.

Me asegure que la vendedora no regresara a buscarlo, y cuando fue así, me levante tranquilamente y me acerque a donde se encontraba mi novio escondido, parecía un niño de cinco años. Dios, ilumina su mente, por favor.

—Ya puedes salir de tu escondite, mariquita —avise, aguantándome la risa.

—¿Se fue...? Espera, ¿mariquita? ¡Yo no lo soy!

Asomo su cabeza por un costado, tenía el ceño fruncido y un puchero dibujado.

—Cariño, solo te pedí que me alcanzaras los zapatos, no que le insultaras a la señora —dije.

—No es mi culpa que esa señora sea tan amargada.

—Lo sé, pero debiste aguantar, casi terminas con un tacón clavado en tus ojitos.

—Mis ojitos están bien por suerte.

Salió de su escondite y se acomodó la ropa, nos marchamos en silencio, con cuidado de que la señora de la tienda no nos viera cruzar o mi novio tendría que correr nuevamente.

—Tenemos treinta minutos para llegar a nuestra cita —informo.

—Yo no fui la que se puso a jugar con la señora en vez de ir a saber que será el bebé.

—¡Iba a clavarme un tacón en el ojo!

—No es cierto.

—Sí, sí lo es —y me saco la lengua.

No sabía si reírme y decirle algo más, pero preferí la primera opción. Durante nuestro recorrido al estacionamiento, Justin me fue contando mil razones por las cuales agradeciera que se hubiera ocultado de la señora, y aunque eran tontas, solo lo escuche como buena novia.

Proyecto Bebé: Fuera de ControlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora