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37: « Nos estamos divorciando »
Coloque al pequeño Jaden en su silla especial, mientras babeaba su puñito. Ya tenía dos meses en el planeta tierra, pero seguía exigiendo que lo regresaran por donde había venido, en pocas palabras: es un llorón. James se acercó a donde se encontraba su hermanito menor, le enseño su osito de peluche y se lo obsequio. Una vez que hizo su buena acción del día, regreso a jugar con sus camiones y Salem.
El pobre gato tenía la cara de querer morirse ya.
Le acaricie para que cambiara de cara, pero era imposible. Bueno, lo entendía, a veces los niños eran algo inquietos. Ahora mismo era un milagro que este reinando la paz, aunque eso durara poco.
—¡Hemos llegado! —grito a todo pulmón Justin al ingresar a la casa.
—¡Llegamos, mami! —grito un Jasper de la misma manera.
De tal palo, tal astilla.
Jasper ingreso como un rayo y se aferro a mis piernas mientras daba un beso en mi rodillas. Simplemente me reí y me incline para besar su cabeza. El niño salio corriendo nuevamente para ir a saludar a sus hermanos menores y al gato.
—¿No hay besito para mí? —Justin se acercó, haciendo un puchero.
—Nop. Porque nos estamos divorciando.
Justin frunció el ceño, y se cruzó de brazos, fingiendo estar enojado.
—Los papeles estarán listos en unos días para que los firmemos.
Simplemente asentí con una sonrisa y Justin me saco la lengua como un niño pequeño. Es una pena que nos estemos divorciando, él es tan gracioso... Pero según él —y el sueño loco que tuvo—, lo había engañado en Las Vegas con Chris Evans y ahora me estaba exigiendo el divorcio.
Iba a marcharme a la cocina, pero me detuvo como siempre.
Envolvió sus brazos alrededor de mi cintura y me acerco a él para que lo besara. De inmediato correspondí a sus labios. Me manoseo disimuladamente, y después me dejo ir otra vez, mientras me regalaba una sonrisa picara.
Me fui a servir la comida en la mesa y cuando todo estuvo listo, llame a los cuatro niños que jugaban en la alfombra, sí, dije cuatro: Justin cuenta como uno.
—Muy bien, ahora todos tómense de las manos —dijo, Justin cuando todos nos sentamos en la mesa—. Señor, muchas gracias por este maravilloso día, y porque mi amada esposa hizo un rico almuerzo. Gracias por bendecirnos de esta manera ahora y siempre, amén.
Una vez la oración termino, empezamos a comer. Pero la verdad es que primero hicimos que los niños comieran primero para que no se mancharan y pudiera irse a jugar otra vez. Una vez que nos dejaron tranquilos, mi esposo y yo pudimos comer tranquilos, mientras los veíamos. Ya saben la frase: primero los niños, después los adultos.
