Tarde o temprano

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Cuando el teléfono de Louis sonó, estaban en la entrada de la que había sido su casa los últimos siete años. Era Simon, por milésima vez, decidió no responderle porque lo último que le apetecía era escuchar su voz, se sintió tentado a echarle en cara que pasaría su cumpleaños junto a las personas más importantes de su vida. Pero no lo hizo, se enteraría de una u otra forma, sin duda.

Llegaron temprano, demasiado temprano. Ad y Harry todavía estaban en pijama preparando el desayuno cuando entraron. Rápidamente Ed se puso a cocinar. Eran esta clase de actividades las que les proporcionaban esa sensación de normalidad que los mantenía con los pies sobre la tierra.

Desayunaron, jugaron fut bol un buen rato y al cansarse, atravesaron el jardín para trepar un árbol. Ad estaba decidida a mostrarle a su tío Ed cómo se hace. Louis y Harry se sentaron en su columpio a observarlos, separados por una barrera invisible.

-¿Cómo es que tenemos ese pequeño mono? – preguntó Louis tristemente recordando la fiesta de cumpleaños, aquel día que hoy se antojaba tan lejano.

-Al parecer son mis genes – le respondió Harry sin convicción - ¿Estás seguro de que tendremos la capacidad de anteponer su bienestar por sobre todos nuestros problemas?

-Sí Harry, lo estoy. No solo moriría por ella, si no que daría mi vida por ella... otra vez. Si de una cosa estoy seguro, es que ustedes dos son lo que más me importa en el mundo y no descansaré hasta que estén a salvo.

Harry lo miró con tristeza. Quería decirle y preguntarle tantas cosas, pero no lo hizo. Dudó demasiado tiempo y los interrumpió la intempestiva llegada de Niall y Liam. El momento se había escapado.

Para sacudirse la tristeza que flotaba en el ambiente, Niall propuso que pusieran el árbol de Navidad. Este año, sin querer, se habían olvidado por completo de comprarlo, pero gracias a la genialidad de Bear, que se lo recordó a Liam, habían pasado por uno de camino. Ad disfrutó más que nunca colgarle al árbol sus figuras de dinosaurios. Esta Navidad ocuparía un lugar especial en su memoria, porque a pesar de que no se lo había dicho a nadie, temió grandemente no tener a sus padres juntos de nuevo, ni siquiera en navidad.

Como cada año, organizaron una gran cena, con toda la familia y con amigos cercanos, lo que era suficiente para llenar la casa de algarabía. Comenzaron a llegar los invitados, celebraron, charlaron, bebieron. Por unas horas pareció que los problemas de afuera no podían alcanzarlos. Se dieron el lujo de hacer una pausa.

Estaba por anochecer cuando Louis se alejó del barullo de la reunión. Ya se le empezaban a subir las copas a Niall y no quería escuchar por décima tercera vez las mañanitas. Se sentó en la terraza a ver el ocaso. Y como no podía evitarlo, automáticamente, sus pensamientos se volcaron hacia sus conflictos.

Harry encontró a Louis en la terraza, de pie, recargado en la barda, contemplando el cielo que rápidamente se había puesto oscuro. Hacía mucho frío y comenzaba a nevar.

-Deberías entrar, puedes enfermarte – le dijo Harry parándose junto a él y sacándolo de sus pensamientos.

-Debería escucharte, con la suerte que tengo tal vez pesque una pulmonía.

-Me alegra que estés aquí.

-¿Aunque te mentí? – preguntó Louis, no sin algo de temor a la respuesta.

-Entiendo que tenías que mentir pero... podías elegir a quien hacerlo. ¿Por qué me elegiste a mí?

Deseó contarle todo, el chantaje, la infame aparición de Simon, lo que descubrieron. Deseaba que el abismo que se había formado entre ellos, labrado de mentiras, de verdades omitidas y de silencios, desapareciera.

UnbreakableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora