La espesa niebla que cubría el camino nos volvió taciturnos aquella mañana. Sheila cabalgaba en cabeza observando todo con su aguda mirada, montaba un caballo zaino que habíamos adquirido en uno de los establos. La seguía Aidam, dando cabezadas, más dormido que despierto y aún bajo los efectos del alcohol. Tras él su esclava, la joven Acthea, sin decir ni media palabra y cerrando la comitiva este modesto narrador.Nos acercábamos a un cruce de caminos. Tocada decidir qué dirección seguir, por lo que hice todo lo posible por despertar a Aidam. No por nada él era el explorador y si esperaba ganar montones de oro primero tendría que ganárselos.
—¡Aidam, despierta! —Grité muy cerca de su oído.
Él pegó un bote y rezongó:
—¡Estoy despierto, viejo! ¡Oh, dioses mi cabeza...!
Se llevó las manos a la citada parte de su cuerpo cómo si de un momento a otro fuera a caérsele, rodando por el suelo.
—Estamos en un cruce de caminos, ¿sabes qué dirección tomar?
Aidam abrió los ojos enrojecidos y miró a ambos lados; el sendero de la derecha se internaba en un espeso bosque, el de la izquierda se perdía a lo lejos hacía unas lejanas montañas nevadas.
—Ese de ahí—dijo señalando a la derecha —, es el bosque de Madera Roja, si lo seguimos nos llevará a Roca Alta. En esa ciudad no suelen recibir bien a los forasteros, pero podremos obtener información, está a un día de marcha. El otro camino nos llevaría a Serwand, una ciudad bastante más acogedora, pero tardaremos una semana en llegar hasta allí. Tú decides Mago, las visiones las tienes tú.
Ya, pero en mis visiones no aparecía ninguna de esas ciudades.
—¿Tú qué opinas, Sheila? —le pregunté a la joven.
Ella se limitó a señalar hacia la derecha. Yo asentí, así que tomamos el camino del bosque.
Noté como Aidam, un poco más despejado se acercaba a Acthea y se colocaba a su lado adaptando el trote de su caballo al de ella.
—Ayer no nos presentaron como es debido—dijo el guerrero tratando de entablar conversación—. Me llamo Aidam y siento haberte metido en este lio.
—No te preocupes —dijo ella —, cumpliré mi castigo no temas...
—No tienes que hacer nada de eso. Eres libre de marcharte cuando quieras.
—Me sería imposible volver a PiedraPlata, ¿sabes lo que harían si volviera por allí antes de que hayan pasado los tres meses? Os acompañaré a donde quiera que vayáis.
—Podría ser peligroso —le aviso Aidam.
—Sé cuidarme sola.
Ella dio por zanjada la conversación haciendo avanzar a su corcel y alejándose del guerrero.
ESTÁS LEYENDO
La joya del dragón. (Terminada).
FantasíaSheila, una joven cazadora, encuentra accidentalmente una extraña joya. Una joya mágica que traerá una terrible maldición a su pueblo y al mundo, despertando la ira de un fantástico ser. Junto con un valeroso guerrero, un viejo mago, una hábil ladro...