Cuando conseguí levantarme y comprobé que aún seguía vivo, no pude mas que murmurar unas palabras de agradecimiento a ese dios, fuera quien fuese, que me había protegido.
Estaba vivo, pero, ¿qué había sido de mis compañeros?
Antes de que la ardiente turbonada nos abatiera como simples muñecos a los tres, había podido observar a Aidam, petrificado frente al dragón. Se hallaba demasiado cerca para haber sobrevivido al infierno de fuego que cayó sobre él.
Me acerqué tambaleándome para ver con mis propios ojos lo que suponía que quedaba de Aidam. Todo en una circunferencia de más de diez metros, había sido incinerado. La nieve se había derretido y las rocas estaban fundidas debido al insoportable calor que había generado la llamarada.
El dragón aún se cernía sobre mí, pero mi presencia no parecía importarle. ¿Qué peligro podría suponer para él? Ninguno.
Llegué al lugar donde Aidam había caído y comprobé con estupor que allí no estaba, no había ni rastro de él. Por muy intenso que hubiera sido el calor algo debería de quedar: algún hueso, el metal de las hebillas de su armadura. Incluso su daga había desaparecido.
Vi unas marcas en el suelo, como si alguien se hubiera arrastrado hasta detrás de una maciza roca que había a varios metros de distancia.
Allí estaba Aidam, y sujetaba algo entre sus brazos. Al principio no me di cuenta de lo que era. Después, no pude seguir mirando.
—Me salvó la vida —dijo Aidam —. Este enano estupido...me salvó la vida.
Lo que Aidam sujetaba en sus brazos era el cuerpo abrasado de Daurthon BirchBanch.
—Me empujó justo cuando el dragón escupía sus llamas. A él le alcanzó de lleno...Yo, sigo vivo gracias a él.
Aidam había escondido su rostro entre sus manos. Pude notar lo afligido que estaba.
En un momento se levantó y volvió su mirada hacia el dragón. Una intensa mirada de odio.
—No hay tiempo para lamentarse —dijo —. Tenemos que salvar a Sheila.
Creedme si os digo que por un momento me había olvidado de Sheila. Estaba tan abatido que había olvidado incluso donde me encontraba.
Miré al dragón y vi como en ese mismo instante se elevaba en el cielo, terrorífico y majestuoso. En sus garras llevaba algo. Sujetaba con fuerza el cuerpo de Sheila, llevándosela consigo.
Era demasiado tarde, habíamos fallado.
Un grito de desesperación salió de la garganta de Aidam. Un grito que heló la sangre en mis venas..
Los restos de Daurthon fueron exhumados al día siguiente. Thornill, Blumth y Anvrill pasaron toda la noche escavando la que sería la última morada de su compañero, eran muy hábiles en su trabajo y la tumba estuvo lista aún antes de que amaneciera.
Aidam contemplaba pensativo el horizonte, el lugar por donde el dragón, llevando entre sus garras a Sheila, había desaparecido.
Me acerqué hasta él y comprendí que en ese momento no deseaba la compañía de nadie. Estaba a punto de dar media vuelta y volver por donde había llegado, cuando escuché la voz del guerrero.
—No podremos rescatarla, Sargon — su voz sonaba ronca y su mirada no se apartaba del horizonte —. No creo que seamos capaces de hacerlo.
—No —reconocí —. En estos momentos no, Dragnark se ha vuelto muy poderoso. El solo ya supone una gran amenaza y eso sin contar con su ejército.
—Entonces... ¿Nos rendimos? —El guerrero me miró con extrañeza.
—¿Sabes una cosa? Sheila es hija mía... —Aidam se volvió a mirarme sorprendido —. ¿Crees que la abandonaría?
—¿O sea que tú y su madre...? Ya me entiendes.
Evité mirarle por si se le ocurria hacer algún gesto obsceno. No fue el caso.
—Sí, su madre y yo...eso mismo.
—¡Que callado te lo tenías! Siempre he sabido que los que menos fanfarronean, son los que cazan mas liebres... — Hizo una pausa y luego recuperó la seriedad — ¿Vas a ir a la fortaleza de tu hermano?
—No. No iremos a ella, todavía.
—Pero el tiempo corre en nuestra contra —se impacientó Aidam —. Dragnark puede matar a Sheila en cualquier momento.
—No lo hará. La necesita, sobre todo cuando se de cuenta del poder que tiene Sheila, incluso sin su espada y esa maldita joya. Tendremos el tiempo justo para prepararnos y cuando nos volvamos a reunir con él, estaremos en condiciones de hacerle frente.
—¿Qué tienes en mente?
—Hay una cosa que Dragnark no sabe —dije —, y es que existe una quinta joya. Una más poderosa aún que las cuatro restantes juntas. La llaman: los ojos del despertar.
—Y tú sabes dónde está, ¿verdad?
—Pues da la casualidad de que sí que sé donde se encuentra. Está en lugar tan protegido que nadie en su sano juicio intentaría hacerse con ella. Un lugar tan oscuro y peligroso que nadie ha sobrevivido de todos los que entraron en él. Un lugar al que tú, el resto de nuestros amigos y yo tendremos que ir.
—No pinta muy bien, que digamos.
—No, y será mucho peor de lo que puedas imaginar cuando lleguemos, solo puedo asegurarte una cosa, Aidam. Te gustará.
El guerrero volvió a mirar al horizonte, donde el sol acababa de aparecer entre los picos cubiertos de nieve que se teñían de rosas y naranjas. Sheila estaba allí, en algún lugar hacia el norte, pero ellos no irían en su búsqueda de momento, deberían dar un rodeo antes.
—¡Aguanta pequeña! ¡Iremos a rescatarte!Fin de la primera parte.
Continuara...
ESTÁS LEYENDO
La joya del dragón. (Terminada).
FantasySheila, una joven cazadora, encuentra accidentalmente una extraña joya. Una joya mágica que traerá una terrible maldición a su pueblo y al mundo, despertando la ira de un fantástico ser. Junto con un valeroso guerrero, un viejo mago, una hábil ladro...