Capítulo 21- El caballero del lirio

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—Alguien nos sigue —nos informó Haskh aquella desapacible tarde, cuando regresaba de hacer su guardia y con el sol estando a punto de desaparecer por el horizonte y el frío se volviéndose más intenso a cada momento que pasaba

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—Alguien nos sigue —nos informó Haskh aquella desapacible tarde, cuando regresaba de hacer su guardia y con el sol estando a punto de desaparecer por el horizonte y el frío se volviéndose más intenso a cada momento que pasaba.

—¿Sabes de quién puede tratarse? —Preguntó Aidam prestando atención al semiorco.
—Lo único que sé es que se trata de una sola persona y que lo está pasando francamente mal. Si el frío no lo ha matado aún, no creo que tarde mucho en hacerlo.
—¿Y porqué no se ha acercado hasta nosotros? —Quiso saber Sheila.
—Eso no lo sé. Quizás sus intenciones no sean del todo honestas, por eso trata de  ocultarse en las sombras —contestó el asesino.
—Lo averiguaremos —dijo Aidam—. Haskh, tú vendrás conmigo.
El semiorco asintió con la cabeza sin dudarlo un segundo a pesar del peligro que entrañaba. Las temperaturas se desplomarían en cuestión de minutos y el frío sería una trampa mortal. Eso sin contar con la espesa niebla que envolvía el paisaje como un blanco sudario. Si se despistaban tan solo unos metros, podría resultarles imposible volver al campamento, lo que significaría la muerte de ambos.
—No tenéis porque hacerlo —dijo Acthea, con la intención de hacerles cambiar de idea.
—Sea quien sea, se encuentra en peligro —explicó Haskh—.No sería muy honorable dejarle morir...
—Sobre todo sin saber quién es y qué trama —informé yo—. Tened cuidado, quizás solo se trate de un viajero más, pero también podría tratarse de una trampa. Estamos muy cerca de la torre de Dragnark y no dudo de que conoce nuestras intenciones.
—¿Cómo podría saber lo que planeamos? —Inquirió Thornill.
—Se trata de un mago muy poderoso. Sé que está al corriente de absolutamente todas nuestras decisiones y si he de ser sincero, cuento con ello.
Aidam esbozó una sonrisa. Le había hecho partícipe de mi plan. Un plan totalmente demencial y que por eso mismo podría dar resultado.
—Volveremos lo más pronto posible —aseguró el guerrero—. Mantened el fuego encendido, creo que lo necesitaremos más tarde.
Yo me acerqué junto a él y le susurré al oído.
—Si es un espía de Dragnark, o uno de sus asesinos, traedle con vida. Me gustaría poder interrogarlo.
—Dalo por hecho, Sargon —afirmó Aidam—. Eso si se deja capturar.
—Si no tienes más remedio que hacerlo, prefiero a un enemigo muerto que a uno vivo, pero nos vendría bien cualquier tipo de información.
—Si no puedo traerlo, haré que hable antes de encargarme de él.
Aidam se colocó una gruesa capa de lana sobre los hombros y comprobó que sus armas estuvieran a punto.
Haskh también se cubrió con una gruesa prenda y ambos salieron al frío exterior.
—Si por la mañana no hemos vuelto...No os molestéis en ir a buscarnos—me dijo el guerrero en un aparte.
Asentí, comprendiendo. El peligro era real, muy real.
Ambos se perdieron en la niebla que se deshacía en jirones al ser arrastrada por el gélido viento. Sus figuras fueron engullidas tal como si se hubieran esfumado ante nuestros ojos y como si nunca hubieran existido.
Alejé de mi mente esos fúnebres pensamientos, tenía la vaga certeza de que nada malo había de ocurrir y solo con eso contaba. Una pequeña esperanza.
Pasaron las horas, lentas y sobre todo muy frías y no solo por la temperatura glacial que había en el exterior del carromato, sino por lo que sentíamos en nuestros corazones. Una sensación de desamparo congelaba nuestras mentes. Sabíamos lo importantes que habían llegado a ser nuestros dos compañeros para nosotros. Aidam era un líder, aunque él por supuesto nunca lo admitiría y Haskh era...era un ejemplo a seguir. No, no me malinterpretéis. No es que considerara que ser un asesino era un buen ejemplo, no. Era por su, ¿como decirlo? Por esa extraña forma de honor que regía su vida. ¿Un asesino de noble corazón? Pues sí, ese era el caso.
Escuchamos voces casi al amanecer, cerca del lugar en el que habíamos establecido el campamento. Las primeras en salir fueron Sheila y Acthea precipitándose fuera del carro y oteando los alrededores. El frío seguía siendo muy intenso, pero la niebla había desaparecido, lo que nos permitía ver con bastante claridad a nuestro alrededor.
Tres figuras se acercaban en la lejanía, eran Aidam y Haskh y con ellos venía una tercera persona. Alguien grito y supe que algo no marchaba bien. Corrimos y al llegar a su lado reconocimos a quien les acompañaba: Era Florián, el caballero del lirio negro. El joven que había ganado las justas en el torneo Del Paso. El mismo que ofreció su victoria a Sheila.
Se encontraba muy mal, tanto que pensé que no lograría sobrevivir.
Sheila no pensó lo mismo, con ayuda de Acthea y de los enanos, introdujeron al joven en el carro y lo tumbaron cerca del fuego, quitandole las ropas húmedas y envolviéndolo en varias mantas. Le dejaron allí, al cuidado de Thornill, que decía conocer un método para devolverle el calor. Era un mejunje especial que solían preparar los enanos. Llevaba entre otros ingredientes: Aguardiente en grandes cantidades, pimienta y la raíz de un espino albar, un arbusto sumamente difícil de encontrar en aquellas zonas, pero que Thornill poseía en grandes cantidades.
—También sirve para curar la resaca después de una noche... agitada —nos dijo cuando le preguntamos por la raíz—. Siempre la llevo conmigo.
Sheila se acercó a donde Aidam estaba sentado, calentándose junto una gran hoguera que habíamos encendido en el exterior. Haskh se encontraba junto a él. Ambos nos relataron lo sucedido.
—Le encontramos casi a medianoche, oculto junto a unas rocas en las que buscaba cobijo contra la tempestad de nieve que se había desatado— nos explicó Aidam—. Estaba aterido por el frío y al principio creímos que habíamos llegado tarde y que se encontraba muerto. No era así. Le reconocimos al instante. Era aquel joven pedante del torneo de El Paso, pero; ¿qué hacía siguiéndonos? Nos costó conseguir que hablara. Teníamos que saber si era una amenaza y al final logramos entenderlo, aunque apenas hablaba con un hilo de voz.
—¿Qué os dijo? —Pregunté.
—Dijo que nada más marcharnos de la ciudad llegaron a ella varios jinetes de negras armaduras y que estuvieron haciendo bastantes preguntas acerca de nosotros. Florián, que así se llama el joven, decidió venir a avisarnos.
—¿Le creíste? —Volví a preguntarle.
—No, de hecho creo que sus planes eran otros. Creo que pretendía asesinarnos mientras dormíamos...

 Creo que pretendía asesinarnos mientras dormíamos

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La joya del dragón. (Terminada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora