Sheila, una joven cazadora, encuentra accidentalmente una extraña joya. Una joya mágica que traerá una terrible maldición a su pueblo y al mundo, despertando la ira de un fantástico ser.
Junto con un valeroso guerrero, un viejo mago, una hábil ladro...
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-¡Alguien viene! -El oído especial de Haskh, más sensible que los nuestros, había detectado algo.
-¿Cuántos son? -Preguntó Aidam.
-Son muchos. Seis o siete...Están en la puerta de la entrada de la posada. Soldados si no me equivoco, he escuchado el tintineo de sus armaduras.
-Bajaré a ver -dije yo, disponiéndome a bajar, pero Acthea me sujetó por el hombro.
-Iré yo -repuso la joven ladrona.
Aidam asintió con la cabeza y ella se deslizó sigilosa por la puerta de la habitación en dirección a la escalera.
Subió en escasos segundos y movió afirmativamente la cabeza.
-Siete -corroboró Acthea-. Soldados con armaduras oscuras, creo que nos han localizado. Tienen más soldados fuera rodeando la posada. No he visto ninguna manera de salir sin ser vistos.
Haskh señaló hacía el techo con la espada que había aparecido en sus manos de algún lugar oculto en su cuerpo, Aidam sonrió al comprender lo que el semiorco pretendía.
-Saldremos por el tejado, no nos verán.
Estábamos en la segunda planta, había otra más por encima de nosotros, por lo que, lo más rápido que pudimos, salimos al rellano de la escalera y corrimos escaleras arriba. Primero salió Haskh, seguido de Sheila y Acthea, después me tocó a mí correr tras ellos y pisándome los talones me seguían los cuatro enanos. Aidam se quedó el último para proteger la retaguardia.
Una vez en la planta superior, buscamos la trampilla que nos conduciría al tejado.
-Está cerrada con un candado -dijo Haskh-, podría romperlo, pero el ruido atraería la atención de los soldados.
-Déjame a mí, semiorco -indicó Acthea-. Hay maneras más sutiles de hacerlo. Yo me encargo de esa cerradura.
Era fabuloso contar con un ladrón experimentado en nuestro grupo. La cerradura no resistió ni medio minuto antes de abrirse y dejarnos pasar a la techumbre de la posada.
Una vez en el exterior, Haskh hecho un vistazo a la calle, evitando ser visto.
-Doce en total -Confirmó -. Siete se están preparando para entrar en la posada y cinco esperan fuera. Creo que podemos saltar al tejado del edificio colindante, no queda muy lejos de este.
Nos pusimos todos en marcha y al llegar al borde del edificio me di cuenta de algo. La distancia entre ambos edificios era de unos dos metros escasos, yo lo tendría difícil para saltar, pero para los enanos iba a ser casi imposible.
-Podremos hacerlo -afirmó Thornill, mostrando los dientes con una sonrisa aviesa-, con un poco de ayuda, eso sí.
Haskh saltó el primero al otro tejado, lo hizo con absoluta facilidad, con la agilidad de un felino y tras él le siguieron las dos jóvenes que tampoco tuvieron mayores problemas.