Capítulo 8- Un nuevo compañero

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Milay no tardó en aparecer y lo hizo justo cuando acabábamos de desayunar

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Milay no tardó en aparecer y lo hizo justo cuando acabábamos de desayunar.
Aidam se quedó pasmado al verla al... natural y Haskh no pudo evitar sonreír con picardía. Acthea fue la única que se acercó a ella y la invitó a entrar en nuestro pequeño salón-cocina.
—¡Vaya! —Exclamó la joven—¡Eres una preciosidad!
—Si yo molestar, yo mejor irme —dijo Milay al ver las extrañas miradas que le dirigían los miembros varones de nuestro pequeño grupo.
—No, no molestas —le explicó, Acthea—. Lo que sucede es que estos caballeros no están acostumbrados a ver la belleza en su versión más original. Te miran así porque están embelesados contigo.
—¿Mi gustar a ellos?
—Sí, les gustas mucho. Aunque yo diría que es la ausencia de tu ropa lo que más les llama la atención. Entre nosotros, los humanos, las féminas nos cubrimos con estos trapos y no, no me preguntes por qué lo hacemos, porque no sabría decirte cual es el motivo, salvo un exceso de castidad.
—Si no estás conforme con llevar ropa, puedes quitártela cuando te plazca, Acthea —dijo Aidam con una sonrisa embobada.
—Ya, eso sería lo que vosotros querríais.
Me levanté en el acto para acomodar a nuestra invitada en mi silla y de paso cortar aquella conversación que se iba poniendo cada vez más peligrosa.
—Milay —dije señalando a la sígilo— quiere unirse a nuestro grupo. Creo que ella misma debería exponernos sus razones.
—Mí unirme a vosotros para enfrentar a Sherina, diosa de muerte —dijo la mujer-gato —. Si lograr sobrevivir yo ser feliz en mi tribu, si no estar muerta y ya nada importarme. Mientras, yo ayudar a vosotros con plan vuestro.
—A mí me parece bien —dijo, Aidam—. Un poco más de ayuda nunca viene mal y he oído decir que los de su raza son unos feroces guerreros.
—Yo tampoco me opongo —dijo a su vez, Haskh.
Los enanos cabecearon en señal de asentimiento. Para ellos lo que decidiera Aidam estaba bien dicho. Acthea dijo estar encantada con la integración de Milay en nuestro grupo y yo tampoco quise oponerme al pensamiento de la mayoría, aunque por mi parte no la hubiera dejado participar. Era aún muy joven para perder la vida en esa tumba y no creía que fuéramos muchos los supervivientes.
—Entonces estás aceptada por unanimidad —dije a regañadientes—. Bienvenida a nuestro pequeño grupo.
Milay sonrió y todos nos quedamos prendados de aquella sonrisa.
—Mí estar contenta. Yo ayudar a vosotros en todo. Solo tener que mandar y Milay hará.
—Creo que deberíamos buscarle algo de ropa a nuestra nueva amiga —propuse —.  Aunque solo sea para que se abrigue...
—Eres un santurrón, Sargon —dijo Aidan, señalándome con un dedo acusador—. La muchacha está bien así y con ese pelaje que cubre su cuerpo no creo que pase frío.
Haskh y los enanos asintieron con complicidad.
—Mí no tener frío —dijo, Milay—. Yo estar acostumbrada a clima de montañas. Mí nacer aquí.
Reconocí que frío no iba a tener, pero también supe de otros que iban a estar muy calientes en su compañía.
Zanjé la discusión aceptando mi derrota y no volví a hablar del asunto. Mientras no supusiera una distracción para nuestro objetivo, tendría que aceptar la opinión de la mayoría.
—Creo que ha llegado la hora de exponeros mi plan —dije y todos me miraron expectantes —. Dentro de dos días bajaremos a lo más profundo del valle que es donde se halla ubicada la tumba de los olvidados. Deberemos entrar uno a uno y cada cual se enfrentará a un reto del que no sé nada...
—¿Tenemos que entrar por separado? —Preguntó, Acthea.
—Esas son las normas y no podemos incumplirlas —dije, continuando con mi exposición —. Una vez superada la primera fase, (quien lo consiga) nos reuniremos en el interior de la tumba. A partir de ahí todo son conjeturas. Nunca he podido hallar a nadie que hubiera logrado salir con vida de esa tumba, por lo que a mi entender, no debe de ser muy fácil sobrevivir. Tan solo sé lo que dicen las habladurías y las leyendas que se cuentan por ahí y que no considero muy fiables.
—¿Y qué es lo que cuentan esas leyendas? —Preguntó, Aidam.
—Hablan de montañas de oro y joyas. De unas construcciones como ningún ojo humano ha visto jamas y sobre todo hablan de Sherina. Ella será nuestro mayor oponente y tratará de engatusarnos para que olvidemos nuestro verdadero propósito. No debe conseguirlo. Hemos de ser nosotros los que la engañemos a ella porque hemos de robar los ojos del despertar, su bien más preciado.
—¿Cómo se puede engañar a una Diosa? —Preguntó Acthea, meneando la cabeza—.  Nunca lo conseguiremos.
—Se la puede engañar y lo haremos. Tan solo debemos invocar a su vanidad. Hasta los dioses adolecen de esos pecados que creemos tan nuestros.
—En el fondo se trata de una hembra —dijo, Thornill—.  Y todos sabemos que las hembras suelen ser muy vanidosas.
—Conozco a varones tanto o más vanidosos que muchas mujeres —respondí yo—. Lo que es cierto es que a Sherina le enloquecen las adulaciones y ese es su talón de Aquiles. Deberemos ser sumisos ante ella y estar dispuestos a dejarnos pisotear por sus encantos. Solo así conseguiremos sobrevivir.
—¿Entonces las armas no sirven de nada? —Quiso saber Aidam.
—Contra ella nuestra mejor arma serán las palabras, pero contra sus secuaces si que será necesaria tu espada, Aidam—le dije, temiendo la pregunta que venía a continuación.
—¿Secuaces? No nos habías dicho nada de secuaces, ¿cuándo pensabas ponernos al corriente?
—Lo dejaba para el final, amigo mío —contesté.
—Pues creo que este es el final. Desembucha, mago.
—Sus secuaces son aberraciones surgidas de su mente calenturienta. Mitad humanos, mitad arañas...
—¡Dioses, que asco! —Exclamó, Acthea.
—Pero mortales... —dije y remarqué la palabra mortales con énfasis —.  Se les puede matar al contrario que a Sherina. Ella es inmortal o por lo menos nadie ha encontrado la forma de acabar con su vida hasta el momento.
—Esto se pone cada vez más interesante —dijo, Aidam—. Trampas, pruebas, engendros con forma de araña y además una diosa a la que no se puede matar. Realmente encantador.
—Sabía que te gustaría, Aidam —dije yo y esbocé mi sonrisa más inocente.
—Gustarme no sé si me gustará, pero de lo que estoy seguro es que divertirnos, nos vamos a divertir un rato...

La joya del dragón. (Terminada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora