Capítulo 14 - El torneo

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Sheila se levantó temprano aquella fría mañana

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Sheila se levantó temprano aquella fría mañana. Era el día del torneo y se sabía preparada para afrontar todas las pruebas. Se vistió con su armadura élfica y colgando a su espalda un carcaj lleno de flechas, salió de la posada antes de que ninguno de los demás se hubieran levantado.

Al verme despierto me indicó que quería entrenar un poco antes del torneo. Yo asentí con la cabeza y le sonreí.
—Creo que ya no necesitas entrenar más —le dije. Se había tomado muy en serio su nueva ocupación. En el fondo creía saber por qué. Entrenar le ayudaba a despejar su mente de las pesadillas que acudían cada noche. Era debido a la influencia de la gema de su padre, nos hallábamos muy cerca de la torre donde vivía el nigromante e incluso yo podía sentir su influjo.
—Necesito hacerlo —me contestó—, siento que aún no estoy preparada.
—Lo harás bien, Sheila. Estoy convencido de ello.
—Sargon, no creo poder enfrentarme a él. Sé que fallaré y...
—No lo harás —le dije sonriéndole —. Comprendo el miedo que atenaza tu corazón, pero sé que demostrarás tu valor cuando tengas que hacerlo.
—Espero que sí. Si no, os defraudaré a todos.
—No debes pensar en nosotros, Sheila. Cada uno de los que aquí estamos, sabemos a qué nos enfrentamos. Lo decidimos por voluntad propia, nunca cargues con ese peso, no es el tuyo.
—Y tú, ¿por qué estás aquí? Él es tu hermano...
—Quizá sea por eso mismo. ¿Quién podría reprocharle sus actos si no fuera yo, o tú misma? O a lo mejor estoy esperando un milagro, no lo sé...Dejémoslo, no perturbes tu mente con los funestos pensamientos de un anciano, hoy solo debes preocuparte por acertar en la diana.
—Gracias, Sargon.
Sheila se acercó a mí y besó mi mejilla. Aquella era la primera vez que alguien me expresaba sus sentimientos desde hacía muchísimo tiempo.
—Gracias a ti, Sheila, por alegrar el corazón de un viejo solitario.
Salió, devolviéndome la sonrisa e iluminando mi alma durante un breve instante al recordarme otros ojos y otros labios ya casi olvidados, unos labios que me sonreían con afecto y unos ojos que ruborizados, parpadeaban al sentir los míos fijos en ellos. Mi dulce Irina...¿Por qué el destino se empeñó en separarnos?
No, no fue el destino. Ese viejo sabio que dirige nuestras vidas no fue el culpable, sino yo. Fui yo, el que tomó la decisión y el responsable de todo lo que ocurrió después, pues ambicioné lo prohibido.
Nadie lo sabía, ni nadie lo habría de saber. Era algo que se sepultaría conmigo en el momento de mi muerte.
Unos pasos junto a la puerta de mi cuarto me sobresaltaron.
—¿Y nuestra joven arquera? —Preguntó Aidam, recién levantado.
—Entrenando —contesté azorado, mientras trataba de olvidar esos terribles pensamientos—. Ha salido temprano.
—Se la ve muy emocionada. Creo que podría ganar ese torneo...
—Estoy convencido de ello.
—¿Ocurre algo, Sargon...?
—No...No, ¿por qué?
—No lo sé, me pareció oírte hablar con alguien, pero luego vi que estabas solo...
—Estaría pensando en voz alta —dije yo, tratando de restarle importancia al asunto, aunque ahora me preguntaba que habría podido escuchar.
—Te escuché decir un nombre...¿Ilina...Irina? ¿No es ese el nombre de la madre de Sheila?
—Sí —dije yo con un hilo de voz—. Ya sabes, los viejos solemos hablar con los fantasmas...Pasamos más tiempo en el pasado que en el presente.
—Bueno, iré a vestirme —dijo Aidam bostezando—. Hoy va a ser un día muy especial...
Aidam, también abandonó mi habitación y volví a quedarme solo con mis pecados.
No, nadie debería saber la verdad, sobre todo Sheila. Ella nunca lograría entenderlo.

Rozando el mediodía tuvieron lugar los torneos.
Primero comenzaron las justas en la que los caballeros, ataviados con deslumbrantes armaduras y montados en briosos corceles, entablaron batalla. Fue un joven de negra armadura adornada con lirios negros el vencedor de la liza. Un joven muy apuesto a juzgar por los comentarios de las jóvenes que atiborraban las gradas. Su nombre: Florián, el caballero del lirio negro.
Pude comprobar cómo la mirada de ese jovenzuelo no se apartaba de la de mi sobrina cuando le dedicó a ella la victoria.
—Un joven muy galante —dijo Sheila, ruborizándose.
Un tunante, pensé yo. Joven, apuesto y gallardo. ¿Por qué habría de fijarse en una joven que ni siquiera llevaba un fino vestido, sino una dura armadura?
En esos momentos recelaba de todo y de todos.
¡Basta! Me dije, ¿Y por qué no habría de fijarse en ella? Sheila también es joven y su belleza es deslumbrante, incluso vestida así.
Lo que te pasa, seguí diciéndome, es que te preocupas demasiado. Una simple muestra de cariño y tu mente se trastorna hasta el punto de ver amenazas donde no las hay. ¡Relájate, viejo!
Una hora más tarde tuvo lugar el torneo de tiro con arco. Sheila se mezcló con los otros participantes, esperando el momento de participar.
Uno de los contendientes, un soldado del ejército que protegía la ciudad de El Paso, era el favorito de la multitud. Logró acertar tres dianas y solo falló en una de ellas, desviándose ligeramente del centro.
Sheila no lo tenía nada fácil.
La jovencita se posicionó en el lugar indicado para disparar y respirando profundamente, tensó el arco.
La flecha voló veloz para acertar en el centro de la diana.
Un murmullo recorrió el claro donde se celebraba el torneo. Nunca nadie había visto a una mujer disparar de tal forma.
Sheila se aprestó a disparar de nuevo, concentrándose en el blanco, que en su segundo disparo estaba algo más lejos. Acarició con suavidad el astil hasta llegar a las sedosas plumas de cuervo y soltó la flecha.
Los gritos fueron esta vez de asombro al ver como acertaba de nuevo en centro de la diana. Ya nadie dudaba de sus cualidades.
Sheila trató de tranquilizarse, le sudaban las manos y el corazón latía desenfrenado en su pecho. La última era también la más difícil, puesto que la diana se retiraba unos veinte metros de distancia.
Sheila tensó de nuevo su arco y disparó...

Sheila tensó de nuevo su arco y disparó

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La joya del dragón. (Terminada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora