Capítulo 21. En presencia de Su Majestad.

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Sargon

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Sargon

—El mago del rey —dije—. Si hay alguien que posea los conocimientos necesarios para abrir un portal, sin duda será él.
—¿Le conoces en persona, Sargon? —Me preguntó Acthea.
—No, pero he oído hablar de él. Su nombre es Igneus y es un mago muy poderoso.
—¿Igneus? Bonito nombre, muy... Ardiente, diría yo —dijo Aidam—. Tengo una pregunta, ¿los magos os ponéis vuestros propios nombres? ¿No me dirás que Igneus es el nombre de nacimiento de ese mago? Sargon tampoco es tu verdadero nombre, ¿verdad?
—Los magos eligen su nombre cuando superan las pruebas en las Torres Arcanas —contesté—. Sargon no es mi verdadero nombre.
—¿Y cuál es tu nombre, si puede saberse?
—Hace mucho tiempo que lo olvidé —Me excusé.
—Ya —dijo Aidam—. Es lógico. Tal vez te llamases Belisarios o Reginaldo o tal vez Angustius...
—No —repliqué—. Mi verdadero nombre era mucho más sencillo, pero ya no representa nada para mí, es por eso que decidí olvidarlo.
—Anodinus, Estemporeo o quizá Alopedicus... —continuó con la retahíla de nombres Aidam—. Estigmatus o Parindolus o Esmirriadus...
—¡Era Jonah! —Exclamé, deseando que terminase de una vez—. Jonah de Alto Roble, ¿Estás contento?
—¿Jonah? Me gusta más que Sargon —apuntilló Aidam—. No debiste cambiarlo.
—Iré a ver al maestro Igneus y trataré de convencerle para que nos ayude —dije.
—Eso está muy bien, Jonah. ¿Puedo llamarte así? A mí me gusta más que el otro.
—¡No! —Grité—. Mi nombre es Sargon y así deberás llamarme.
A veces los guerreros me sacaban de quicio.
—Bien, Sargon, entonces. Yo te acompañaré a ver a ese mago y de paso hablaré con Reginus.
—¿Tú crees que es buena idea? —Preguntó Acthea, quien aún sonreía a causa de nuestro intercambio verbal.
—No, es una idea horrible —contestó el guerrero—. La peor de las ideas, la madre de todas las malas ideas, pero no puedo hacer otra cosa.
—¿Has bebido, Aidam? —Le pregunté, esperando que se sintiese tan incómodo como yo un momento antes.
—No, mago. Aunque no me importaría hacerlo. Quizá me diese las fuerzas que necesito para hacer lo que debo hacer. Pongámonos en marcha, el tiempo corre.

...

Acthea nos había aconsejado que nos vistiésemos con nuestros mejores ropajes y eso hicimos. Yo cambié mi vieja y deshilachada túnica por otra bastante más nueva y Aidam se enfundó en un traje oscuro compuesto por camisa, pantalón y casaca y recogió sus cabellos enmarañados en una coleta. Acthea también se había encargado de adecentarle las barbas, por lo que no parecía él mismo.
—Estás muy atractivo —dijo la joven y vi como Aidam, todo un valeroso guerrero, la persona más cínica, temeraria y bravucona que puedas echarte en cara se sonrojaba como una tímida adolescente.
—¿Tú crees? —Preguntó con un hilo de voz.
—Lo creo. Solo había que afeitarte, recoger tus cabellos y vestirte con ropa elegante para descubrir la piedra preciosa que hay oculta bajo el fango.
—No sé si eso es un piropo o un insulto —dijo el guerrero.
—No es un insulto, Aidam —contestó Acthea—. Estoy muy orgullosa de estar a tu lado y...
—Bien, tortolitos —les interrumpí—. Estamos algo cortos de tiempo, dejad vuestros arrumacos para más tarde. Ahora tenemos una cita en la corte.
Aidam y Acthea parecieron despertar de un profundo sueño y luego cada uno se retiró a un lugar opuesto de la habitación.
—Nuestros caballos nos esperan —dije a continuación—. Partamos enseguida.

La joya del dragón. (Terminada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora