Sheila
El despacho de mi tío, el lugar donde guardaba sus libros de magia, sus manuscritos y quizá una basta colección de bastones mágicos y pergaminos de hechizos, se encontraba frente a mí y tan solo tenía que tender mi mano para abrir aquella puerta tras la cual se encontraba todo el conocimiento que yo buscaba.
«No debes tener miedo». Me dije. «Eres su prisionera, no su invitada, y todo prisionero tiene la obligación de intentar huir, por eso hazlo de una vez».
Abrí la puerta que emitió un molesto gemido y traspasé el umbral. La penumbra no me permitió ver nada en un primer momento, pero después mis ojos se adaptaron a la oscuridad y lo que llegué a ver me sobrecogió.
A mi alrededor debía de haber más de mil libros, todos ellos reposando sobre elegantes estanterías de madera de nogal y una inmensa colección de rollos de pergaminos apilados en todos los rincones. No vi ningún bastón mágico entre ellos y era una lastima. No me iba a ser fácil encontrar lo que andaba buscando.
Me atreví a encender una pequeña luz y luego revolví entre los pergaminos, leyendo con avidez cada uno de ellos y sin llegar a comprender ni la mitad de lo que había escrito. Cuando uno de ellos me parecía interesante, lo guardaba en la bolsa de piel que colgaba de mi hombro y que había traído para tales menesteres. Pronto calculé que debía de haber cogido más de veinte, aunque no sabía si podrían llegar a serme útiles en algún determinado momento.
Mi corazón latía desenfrenado pensando que en cualquier momento podría aparecer mi tío, pillándome por sorpresa, pero no por ello dejé de intentar encontrar lo que había venido a buscar: El hechizo que podría transformarme en un poderoso dragón.
—¿Buscáis esto? —La voz a mis espaldas me sobresaltó y me volví hacia ella, pensando que había llegado mi fin.
—¿Sybill? ¿Qué haces aquí? —Grité angustiada.
—Por lo visto, ayudaros —contestó ella—. Creo que buscáis este libro: Draconnia Transmutación.
—¿C... Cómo lo sabes?
—Vuestro tío lo leía hace un par de días y lo colocó en esta librería mientras yo estaba presente. Me fijé dónde lo guardaba. Me dijo que era un libro muy peligroso y que nunca debía tocarlo sin su permiso.
—«Ni siquiera Sheila debería hacerlo» —dijo vuestro tío, sonriendo—. «Por lo menos no hasta que haya aprendido algo más, claro que si se empeña, tú, Sybill, le dirás donde se encuentra».
¿Lo sabía? ¿Cómo era posible que mi tío hubiera adivinado mis intenciones? Claro que se trataba de un poderoso mago y de alguien muy manipulador, pensé, recordando nuestra conversación días antes.
Tomé el libro que Sybill tendía hacia mí y supe que era el que yo andaba buscando.
—¿No dirás nada de esto? —Le pregunté y ella negó con la cabeza.
—Espero que logréis escapar, Sheila. No os deseo el destino que a mí me aguarda.
—Escaparemos juntas —dije y ella volvió a negar.
—No tengo el valor necesario para hacerlo, pero vos debéis marcharos. Vuestro tío sospecha lo que tramáis.
¿Lo sospechaba? Sí, eso era seguro.
—Tendréis que hacerlo hoy mismo —siguió diciendo Sybill.
—Estudiaré este hechizo —dije, sospechando que no me iba a ser nada fácil hacerlo.
—Vendré a buscaros a medianoche. De una forma o de otra debéis huir. Buscaré la forma de abriros el portón y de conseguiros una montura, vuestro tío dispone de varias en los establos.
—Gracias —dije y abracé a aquella joven.
—No me las deis, todavía no estáis a salvo....
Me había encerrado en mi habitación estudiando aquel complicado libro cuyas palabras escritas parecían evitar mi comprensión. Ante eso, tomé la decisión de memorizarlas, aprendiendo de memoria cada una de las frases de aquel hechizo y rezando por recordarlas más adelante. Eso era cuanto podía hacer por el momento.
A la hora del almuerzo bajé, como todos los días, hasta el salón donde me reunía con mi tío. Debía impedir que sospechase lo que tramaba, por mi propio bien y también por el de Sybill.
Los criados fueron trayendo los platos y dejándolos humeantes sobre la mesa, después escanciaron un oscuro vino de intenso aroma en una copa junto a mí.
—Me gustaría brindar contigo, sobrina —dijo Dragnark levantando su copa, se le veía de bastante buen humor ese mediodía.
—¿Por qué brindamos? —Me atreví a preguntar.
—Por tus progresos. Has estado aprendiendo mucho estos últimos días y debemos celebrarlo.
—No estoy segura de ello —dije—. Aún me falta mucho para considerarme siquiera una aprendiz.
—Es cierto que aún no posees grandes conocimientos. Algunos hechizos no bastan con ser memorizados —Dragnark alzó su vista de su copa de vino y me miró fijamente a los ojos—. Algunos requieren de una elevada comprensión.
—¿Cómo el hechizo para transformarse en dragón? ¿No fue eso lo que me dijisteis el otro día? —Tenté a la suerte.
—Ese hechizo es uno de los más difíciles de aprender y también de los más peligrosos. Una palabra errónea, una entonación fuera de lugar y el dragón que has invocado puede convertirse en tu enemigo. ¿Dónde tienes el libro?
—¿Qué libro? —Pregunté mortalmente pálida.
—Tu libro de hechizos. Todo mago que se precie debe tener uno.
—¡Ah! Ese —suspiré de alivio tratando de que mi tío no lo notase—. Está en mi cuarto.
—Me gustaría enseñarte ese hechizo en particular, ya que pareces tan interesada en aprenderlo.
—Pero dijiste que no sería capaz de hacerlo —dije. Dragnark parecía disfrutar con la situación, yo estaba muerta de miedo.
—Puedes hacerlo con mi ayuda. Le pediré a Sybill que traiga tu libro de hechizos de tu habitación y ya de paso que traiga ese otro libro de mi despacho.
Dragnark se puso en pie y llamó a gritos a Sybill. Ella acudió al instante.
—¿Sí, mi señor?
—Queremos que nos hagas un favor, Sybill. Sheila necesita su libro de hechizos. Lo encontrarás en sus aposentos y yo quiero que traigas ese libro del que te hablé el otro día. ¿Recuerdas cuál era?
—Sí, mi señor.
—Entonces, hazlo. Nosotros aguardaremos aquí.
Sybill me buscó con su mirada y luego hizo un gesto imperceptible, dándome a entender que no me preocupase.
—Enseguida, mi señor.
La joven abandonó el salón y mi tío se volvió hacia mí.
—Espero que encuentre ese libro —dijo—. Es una joven algo despistada.
—¿Por qué queréis enseñarme ese hechizo? —Pregunté con toda la sangre fría de que era capaz.
—Es un hechizo complejo, eso qué duda tiene, pero si eres capaz de aprenderlo habrás dado un paso muy grande en tu aprendizaje. Imagínate transformándose en un poderoso dragón. Sería algo digno de ver, ¿no es así?
—Sin duda —dije.
Permanecí en silencio durante un minuto o algo más y luego escuché a Sybill regresar junto a nosotros.
—Mi señor —dejó los libros sobre la mesa—. Vuestros libros.
—Gracias, Sybill. ¿No has tenido dificultad en encontrarlos?
—Ninguna, mi señor.
—Es extraño —dijo Dragnark, cuya sonrisa estaba a punto de esfumarse.
—¿Extraño, mi señor? —Preguntó tímidamente la joven. —Sí, muy extraño. Esta mañana busqué ese mismo libro en mi despacho y no lo encontré, pero parece que tú has tenido más suerte que yo.—¿No sé a qué os referís, mi s...?
Dragnark había alzado una mano y Sybill enmudeció.
—Me refiero a tu habilidad para encontrar libros donde estos no se encuentran. ¿Cómo es posible que puedas hacerlo?
—Tío —dije, poniéndome en pie, pero él nigromante no me dejó hablar.
—Primero quiero escucharla a ella, Sheila. Después tendrás tiempo de sobra de explicarte. A ver, Sybill. Explícanos cómo has encontrado este libro en mi despacho cuando yo estoy seguro de que no se encontraba allí.
—No lo sé... Mi señor... —Sybill temblaba de miedo—. Estaba en su sitio... Estaba allí...
—No te creía capaz de tales mentiras y por supuesto, no te creía capaz de traicionarme. ¿Sabes lo que les ocurre a los que me traicionan, Sybill?
—¡Yo lo cogí, tío! —Grité con todas mis fuerzas para terminar con aquello.
—Lo sé, Sheila. Pero esa no es la cuestión. La cuestión es que tengo a mi lado a una traidora y a una mentirosa también y no me queda otra opción que castigarla...
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La joya del dragón. (Terminada).
FantasíaSheila, una joven cazadora, encuentra accidentalmente una extraña joya. Una joya mágica que traerá una terrible maldición a su pueblo y al mundo, despertando la ira de un fantástico ser. Junto con un valeroso guerrero, un viejo mago, una hábil ladro...