Capítulo 28. La profecía

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Sheila

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Sheila

No salía de mi asombro. Aquella persona que se erguía frente a mí, que acababa de salvarme de algo mucho peor que la muerte y cuya máscara reposaba en el suelo a mis pies, era alguien a quien no había esperado encontrar.
—Me parece que he llegado justo a tiempo —dijo Haskh, el semiorco, con una sonrisa.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Una vez que el semiorco me liberó de mis ataduras, me abracé a él con lágrimas en los ojos. No me había dado cuenta de cuánto les había añorado—. ¿Dónde están los demás?
—No están conmigo, Sheila. Nos separamos hace algún tiempo.
—¿Os separasteis? ¿Ocurrió algo...?
—No. No tuve más remedio que hacerlo. Tenía un compromiso que me era imposible rechazar. Les dejé en la ciudad de Daàsh-Hulbark, estaban a punto de enfrentarse a Sherina, la diosa de la muerte y...
—¿Por qué iban a hacer tal cosa?
—Por ti, Sheila. Sargon... Tu padre —le miré extrañada de que lo supiese —. Sí lo sé, él me lo contó todo... Como decía, tu padre trataba de encontrar un objeto tan poderoso que con él podría intentar rescatarte de las garras de ese nigromante loco. Todos iban a arriesgar sus vidas por ti, Sheila, enfrentándose a la mismísima diosa de la muerte.
—¿Iban a hacer tal cosa por mí? —Pregunté con tristeza.
—Creíste que te habíamos abandonado, ¿verdad?
Bajé la vista al suelo y asentí. Las lágrimas amenazaban con derramarse de mis ojos.
—Sí, lo creí... Pero me equivocaba. ¿Lo consiguieron, encontraron lo que buscaban?
—No lo sé. Tuve que marcharme antes de que lo intentasen. No sé qué habrá sido de ellos. Les encontraremos, Sheila; tú y yo.

—Gracias, amigo mío —dije—. Déjame hacerte una pregunta: ¿Cómo has llegado hasta aquí?

—Es largo de contar, Sheila. En realidad venía siguiendo a esos dos tipos que te atacaron. El problema de mi amigo tenía que ver con ellos. Baste decir que mi deuda está saldada ahora que ya he despachado el asunto.

—¿Tu amigo se enredó con esas personas? —Pregunté.

—Así es. Al ver que no podían sacar nada de él le dieron una brutal paliza. Mi amigo murió en mis brazos, pero antes juré vengarle y eso he hecho. Me gustaría saber si Raqnor, su líder, tuvo algo que ver con ellos, pero ahora eso no es primordial. El destino ha hecho que nuestros caminos se crucen y eso significa algo. Nos pondremos en marcha. Iremos hasta esa ciudad: Daàsh-Hulbark, donde puede que nuestros amigos aún sigan estando y si ya no se encuentran allí, tal vez podamos averiguar hacia dónde se dirigían. Ahora soy yo quien está deseando escuchar tu historia, Sheila. ¿Cómo pudiste escapar de las garras de Dragnark?
Le expliqué parte de lo sucedido y tras ello, Haskh me miró con sorpresa.

—Estás hecha toda una heroína. Enfrentarte a un nigromante como Dragnark requiere mucho coraje.

—Más que coraje yo diría que era desesperación —aclaré—. Estaba muerta de miedo, pero salió bien. También tuve mucha ayuda. Esa joven, Sybill, arriesgó su vida para ayudarme. No sé qué habrá sido de ella. 

La joya del dragón. (Terminada).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora