Sheila, una joven cazadora, encuentra accidentalmente una extraña joya. Una joya mágica que traerá una terrible maldición a su pueblo y al mundo, despertando la ira de un fantástico ser.
Junto con un valeroso guerrero, un viejo mago, una hábil ladro...
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Sheila
Dragnark me guio hasta el exterior y después de muchos meses pude sentir el sol en mi piel y aspirar el aroma del bosque que rodeaba el castillo. Me condujo hasta un jardín apartado y rodeado de altos muros, pero fue lo más aproximado a sentirme en libertad desde que llegué allí. —Te enseñaré un hechizo que tú habrás de memorizar, cuando estés lista harás una demostración para mí. Mi tío desgranó una serie de palabras sin sentido que yo traté de retener sin conseguirlo. —¿Qué idioma es ese? —Pregunté. Había escuchado a mi padre hablar en el lenguaje arcano de los elfos y en la antigua lengua de los dragones, pero aquel idioma era desconocido para mí. —Es la lengua de los muertos —dijo Dragnark—. Repetiré de nuevo el hechizo y tú lo memorizarás: —Shura-Plentia-Arcania-Nodisma-Invrinato-Acanossa. Memoricé el hechizo y lo repetí ante él. Creía haberlo logrado. —Debes hacer hincapié en el ritmo, Sheila. En la magia la entonación es de capital importancia. Escucha: Shuuura Pleeentia Arcania Nodismaaa Invriiinaaato Acaaanosssa. Lo repetí tal y como lo había pronunciado y sentí vibrar la magia en mí. —¿Lo notas? —Me preguntó. —Sí —asentí. Era como un hormigueo en todo mi cuerpo. Aquella magia debía de ser muy poderosa. —Ahora repítelo de nuevo tres veces, dándole la entonación que requiere y veremos qué sucede. Así lo hice, repetí el hechizo tres veces simultáneas y entonces algo inesperado ocurrió. Un rayo de una fuerza increíble cayó a escasos metros de nosotros, calcinando el terreno donde había caído. Retrocedí asustada y Dragnark me atrapó en sus brazos. Sentí el tacto de su túnica negra, suave y cálida y noté una extraña sensación en mí interior. —Lo has hecho bien —susurró en mi oído—, pero debes tener cuidado. El hechizo siempre debe actuar donde tú le indiques. Nada debe quedar al azar. —Lo siento... —dije, soltándome de su abrazo. Dragnark sonrió imperturbable. —Vuelve a intentarlo y esta vez trata de controlarlo. Enfócalo hacia ese árbol de ahí. Observé el árbol, un manzano en flor y negué con la cabeza. —Es solo un árbol —dijo mi tío defraudado—. Todavía tienes mucho que aprender. Lancé de nuevo el hechizo y el rayo cayó esta vez sobre uno de los muros que rodeaban el jardín, destruyéndolo en parte y haciendo volar por los aires una rociada de piedras minúsculas que cayó sobre nosotros. —¿Así está mejor? —Pregunté con sorna y después sonreí.
...
Tras mi exhibición mi tío debió pensar en lo peligroso que podía llegar a ser enseñarme sus hechizos, porque no volvió a aparecer ni al día siguiente ni tampoco al que le siguió. Al amanecer del tercer día sentí abrirse la puerta de mi cuarto y me incorporé en la cama esperando ver al nigromante. No sé trataba de él, sino de Sybill y el desencanto me envolvió. —Vuestro tío me ha ordenado deciros que os espera esta noche para cenar con vos —dijo la joven, mientras dejaba un vestido sobre mi cama—. Quiere que os pongáis este vestido. Yo de vos no me negaría. No pensaba hacerlo. Contemplé el vestido, negro, transparente y delicado y tuve que ahogar una exclamación de sorpresa. Era realmente maravilloso. El tipo de vestido que siempre había soñado poseer. —¿Queréis probároslo? —Me preguntó Sybil y yo asentí complacida. Sybill me ayudó a vestirme y luego corrí a mirarme en un espejo. —Estáis preciosa, Sheila. A vuestro tío le encantará veros vestida con él. —Creía que me odiaba —dije. —¿Odiaros? ¿Por qué motivo iba a hacerlo? —No soy lo suficientemente buena aprendiendo las lecciones que él me ha enseñado. —En mi opinión, una joven como vos no debería dedicarse a la magia. Deberíais pensar en encontrar un buen marido y criar a sus hijos. Ese es el sueño de toda dama. —Yo no soy una dama, Sybill. Y por mucho que mi tío se empeñe nunca lo seré. Me crié en una pequeña aldea en medio de un bosque, sin más pretensiones que ser de utilidad a mi madre trayendo algo de comer a casa cazando lo que podía. —¿Vos cazabais? —Preguntó sorprendida. —Sí, y se me daba muy bien —sonreí. Recordaba muy bien aquellos mágicos días, cuando abandonaba la aldea antes del amanecer y me internaba yo sola en el bosque, cazando hasta el crepúsculo. También recordaba con pesar aquel fatídico día en el que encontré aquella maldita gema y todo mi mundo se desmoronó—. ¿Dónde has vivido tú, Sybill? —Mi padre era el amo de este castillo —explicó la joven—. Cuando llegó vuestro tío, se apropió de él y asesinó a toda mi familia. Solo yo me salve por vivir en la corte, pero Dragnark fue a recogerme y pasé a ser su esclava. —Lo siento —contesté—. Creía que mi tío dijo que tú padre era muy amigo de él. ¿Por qué lo mató entonces? —Los motivos escapan a mi conocimiento. Nunca me atrevido a preguntárselo. Era lógico, pensé. Pocos eran los que discutían las órdenes de mi tío y los que lo habían hecho ya no se encontraban entre los vivos. —¿Nunca has pensado en escaparte? —Le pregunté, dejándolo caer, como si su respuesta no me interesase. —¿Escapar?... Yo, jamás... No podría, además a dónde podría ir. No me queda nadie en el mundo. Era una verdadera desdicha no tener familia o amigos en el mundo, aunque a veces de poco servían, si eran capaces de olvidarte tan pronto, como me había pasado a mí. No sabía si sincerarme con Sybill, porque aún no la conocía lo suficiente, así que no dije nada sobre mis propios planes de fuga. Más adelante, cuando la conociese mejor, tal vez le propondría escapar juntas de allí. Sybill sonrió con tristeza. —Sois una joven muy especial —dijo—. Nunca antes había conocido a alguien como vos, tan luchadora y segura de sí misma. —En el fondo estoy muerta de miedo, Sybill—aclaré—. Mi tío también me tiene secuestrada, como a ti. Solo que no sé aún cuáles son sus intenciones. —Creo que vuestro tío está prendado por vos —comentó Sybill—. La forma de hablar de vos, elogiando vuestra belleza, vuestra inteligencia y vuestro coraje es más parecida a la que expresaría un amante, que un familiar. Aquello era algo a tener en cuenta, pensé. Si mi tío me elogiaba de esa forma ante los demás, entonces podría sentirme relativamente segura. A pesar de todo, y aún sabiendo aquello, debía ultimar mis planes de fuga. Cuando estuviera lejos de aquí podría respirar con tranquilidad, no antes.