Cap 6. El murciélago ha vuelto...

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El profesor Neville Longbottom salió de su despacho cerrando la puerta tras sí de un portazo. Necesitaba dar un pequeño paseo, para que al menos, le diera un poco el aire y recolectar fuerzas antes de enfrentarse a un comedor lleno de alumnos hormonados y revoltosos. Se había pasado todo el día encerrado en su despacho arreglando meras formalidades, horarios para el nuevo curso, resolviendo pequeños contratiempos que tenía que asumir como jefe de la casa Gryffindor. Sólo había salido un momento ha hablar con la profesora de transformaciones, para que aceptara a un par de alumnos de su casa con TIMOS mediocres en sus clases para los ÉXTASIS, ya que era muy selectiva. Tras una larga conversación y una media discusión, al fin había accedido, no muy convencida de uno de los casos: Eileen Snape.

La cabeza le iba a estallar.

Todos los años había aguardado con ilusión la llegada de un nuevo curso, aunque este año su entusiasmo estaba intensamente mermado. Le había pasado cuando sólo era un niño y vivía con su abuela, sentía unas ganas terribles que pasara el verano para volver al castillo a un nuevo curso y le ocurría ahora que era profesor. Enseñar le encantaba, nunca había sospechado que al fin conseguiría encontrar su hueco en este loco mundo, en el que fuera feliz de algún modo. Había encontrado su verdadera vocación: Ser profesor. Le gustaba lo que hacía, le entusiasmaba enseñar... le encantaba transmitir sus conocimientos de herbología a nuevas generaciones de magos. Aquel colegio era su vida... Era lo único que le quedaba por desgracia.

Pensó en Luna un momento, sintiendo una leve punzada en el estómago, desterrando ese recuerdo de su mente inmediatamente. No quería pensar en ella. Dolía tanto...

Miró distraídamente a su reloj, el tren llegaría en un par de horas, así que tenía tiempo de sobra para dar un leve paseo por los tranquilos y silenciosos pasillos de Hogwarts y volver a su despacho para darse un buen baño. Caminó sin rumbo por las largas galerías del castillo, bañadas aún por los tímidos rayos de sol de la tarde, que se colaban por los huecos de las ventanas. Comenzó a crujirse los dedos de las manos, era un gesto que hacía inconscientemente y se acercó a una vidriera con el dibujo de un unicornio. Miró a través de los cristales de colores al exterior del colegio, atardecía. Las últimas luces del ocaso se filtraban por el vidrio, proyectándose en el interior un bonito juego de luces. Neville sonrió levemente y sin poderlo evitar repasó lo vivido esos últimos días, su sufrimiento en silencio por la mujer que siempre había querido, lo cobarde que había resultado ser. Aquel agudo dolor en el lado izquierdo del pecho.

Ya no debía lamentarse más, ya no tenía remedio...

Recordó la figura recortada en la noche de Eileen Snape. Esa chica había aparecido de la nada cuando más sumergido en su desesperación de encontraba, cuando más perdido se sentía... le había dado justo lo que necesitaba, compartir su dolor con alguien. Sólo le había limitado ha escucharlo en silencio, sin juzgarlo, mirándole con aquellos inmensos ojos marrones... aunque ahora se moría de vergüenza sólo de recordarlo.

Unos conocidos y lejanos pasos resonaron al final de la galería. Neville giró su cabeza con curiosidad, ya que no sabía muy bien a quien ubicarlos. Un retazo de miedo infantil casi lo hace huir atropelladamente. Severus Snape caminaba directo hacia su posición, con su fantasmal capa negra flotando tras sí. Estaba despeinado y para su sorpresa, llevaba una sonrisa en los labios. Cuando se percató de su presencia, puso esa cara de mortífago que tanto le había atemorizado de niño. Sintió como resucitaba un irracional temor por su antiguo profesor de pociones, pero era del todo absurdo sentirse así, ahora sólo eran compañeros de trabajo, ya no se encontraba en su posición de poder con respecto a él, pero... el terror que le había provocado cuando era su alumno, volvía a él como un acto reflejo. Lo tenía grabado a fuego. Pero ya no debía comportarse como aquel niño temeroso que había sido, ya era adulto y nada menos que el jefe de la casa de Gryffindor. No podía huir de aquel hombre como si tratase de un chiquillo de once años.

No te acerques tanto a ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora