Cap 15. ¡Eileen! ¿Se puede saber qué estás haciendo?

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Eileen Snape sintió como su saeta de viento se deslizaba, como a cámara lenta, entre sus dedos. Era como si estos fueran de vulgar trapo, dejándola caer al suelo sin remedio. Todo su cuerpo se había quedado totalmente inmóvil, los músculos no respondían, estaban agarrotados, como si le hubieran lanzado algún hechizo de petrificación. Era como si por unos momentos, se observara a sí misma desde fuera... como si flotara por encima de su cabeza, observándose como una mera espectadora.

-No me importa ella. Me importas tú.

Esas palabras resonaban en su mente una y otra vez, como si hiciera eco dentro de su propia cabeza. Intentando buscarle algún sentido.

Podía sentir los labios suaves, dulces y cálidos del muchacho posados sobre los de ella. Sentía el tímido roce de éstos, en sus propios labios... la respiración del chico, acelerada e intensa golpeando su rostro...

Aún la tenía agarrada fuertemente por la túnica de quidditch, como si temiera que escapara, aferrándose a ella con fuerza.

Ahora comprendía cómo se debía sentir una persona a la que habían lanzado un hechizo confundus... porque así es como se sentía ella. Totalmente confusa y fuera de lugar.

Para nada se había esperado aquello.

Sus ojos seguían aún abiertos, llenos de incredulidad. Podía ver el rostro de Ted tan cerca del suyo, con sus ojos cerrados, concentrado en aquel retraído beso, como jamás habría sospechado encontrarse en la vida... no sabía qué hacer, la había pillado con la guardia baja. Estaba preparada para una discusión, para un duelo de sarcasmos, para una retahíla de insultos, para una contienda dialéctica... Estaba muy enfadada con él y llevaban casi una semana en pie de guerra, al menos por su parte. Había rechazado todos los acercamientos del muchacho con cierta facilidad y estaba preparada para todo, bueno, para casi todo: No para un beso.

Y un beso nada menos que de Teddy Lupin.

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El profesor Neville Longbottom, malhumorado, observó en la lejanía la escena. Podía sentir en su garganta un regusto un tanto amargo, como si los ácidos de su estómago subieran por su esófago hasta degustarlos en su boca. ¿Qué es lo que le ocurría? ¿Por qué esa escena que estaba ocurriendo en sus propias narices lo dañaba tanto? Sólo eran un par de estudiantes besándose. Aquello casi ocurría a diario, entre los fríos muros de aquel milenario castillo. Era normal ver semejantes escenas por los pasillos, ya que estaba repleto de centenares de estudiantes hormonados, los cuales aún no podían controlar bien sus impulsos en cuanto a lances amorosos, pero aquello... le dolía en demasía.

Neville observaba a la chica en cuestión, era nada menos que Eileen Snape, la hija de una de sus mejores amigas y del murciélago de la mazmorra. ¿Qué era lo que realmente le molestaba? El chico que la estaba besando era el hijo de Lupin y Tonks, en definitiva, un buen muchacho. Quizás el mejor candidato en todo el castillo para ella... ¿Entonces por qué sentía esos celos? Sí, había que ser sincero consigo mismo... aquello que le subía por la garganta con sabor a bilis era el sabor amargo de los celos. ¿Por qué los sentía? Y nada menos que por Eileen Snape...

Era absurdo tan solo planteárselo... Él siempre le había tenido mucho cariño a esa chica, quizás más que a otras alumnas por tratarse de la hija de Hermione... ¡Era la hija de su amiga! ¿Qué coño le pasaba a su cabeza? ¿En qué carajo pensaba?

Deberían encerrarle en San Mungo por sólo pensar así de ella... Él celoso... pero no podía evitar sentirlo. No debía temer por llamar las cosas por su nombre... ¿o quizás sí? Él estaba celoso, no podía negar que se sentía así. Si dejaba de hacerlo, quizás es porque estuviera muerto. Aquellas sensaciones eran intensas...

No te acerques tanto a ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora