Cap 2. Lupin.

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Aquí la segunda entrega de este fic. La mayoría de los personajes, pertenecen a JKR, el resto ha salido de mi mente perturbada. Escribo esto sólo para poder reír un poco. Ahora sí:


Severus Snape trabajaba en la más absoluta soledad y tranquilidad que le brindaba su laboratorio de pociones, en el gran sótano de la casa. Una vez al mes, se metía religiosamente a trabajar en aquella poción. Ya había perdido la cuenta de todos los años que llevaba haciéndolo. Severus a veces, se planteaba las razones por las que seguía preparándole esa poción a aquel mequetrefe: añoranza. Fue uno de los múltiples favores que le pidió Dumbledore a lo largo de su vida y su estancia en Hogwarts; lo extrañaba tanto, que casi lo hacía en honor a él. Si aún siguiera vivo, seguro que le diría algo parecido a "Severus, ¿no estarás convirtiéndote en una buena persona?"

Si alguna vez había tenido algo parecido a un padre, ese había sido él. Le echaba muchísimo de menos... a pesar de todos los años que habían pasado.

Volvió a poner toda su atención a su caldero. Debía mover la poción con tranquilidad, hasta que saliera aquel denso humo blanco del caldero de plata, que indicaría que la poción se había terminado de cocer.

Suspiró fuertemente, la primera vez que besó a su mujer, fue alrededor de un caldero de plata preparando aquella poción... Sintió a su mujer, conectándose a ella... estaba en el trabajo y se quejó de que no le entretuviera, ya que estaba muy ocupada. Siguió recordando aquella tarde con cariño.

-¡Aaaaahg! ¡¡Papaaaaaaaaaá!!

Snape resopló al oír el grito histérico de su hija en el piso superior. "Socorro, adolescente fuera de sí suelta por la casa" Notó sus fuertes pisadas bajando al sótano a tropel y abriendo la puerta de su laboratorio de un golpe seco, sin molestarse en llamar.

-¡Papá!- chilló Eileen entrando por la puerta del laboratorio.

-¡Shhhh! – La calló Snape, llevándose un dedo en los labios en señal de silencio y tranquilidad. Después de mirarla un momento, siguió removiendo con delicadeza el interior de su caldero. La chica sabía por propia experiencia, si no deseaba hacer enfadar a su padre, era mejor guardar silencio. Se acercó a su padre despacio, para observarle mejor. Cuando era pequeña, le encantaba bajar a su laboratorio y mirarle cómo realizaba pociones... cómo removía con mimo el contenido de sus calderos, su forma de añadir los ingredientes, como los preparaba... en una ocasión le había visto preparar con soltura cinco pociones a la vez. Era un genio y le admiraba, orgullosa de su padre. Siempre se había sentido maravillada con el don que poseía en esa disciplina. Del caldero de su padre, comenzó a salir a borbotones un denso humo blanco. Eileen reconoció aquella poción de inmediato: la poción Matalobos... sintió un pellizco en la boca del estómago.

Entonces se percató que su padre la miraba fijamente, clavándole esos ojos negros profundos.

-¿A qué vienen esos gritos?- Preguntó Severus, mientras se dirigía a una estantería a por uno de sus botes de cristal vacíos. Comenzó a rellenarlo de poción con cuidado, ayudado de un cucharón de plata.

Eileen se acercó a su padre.

-¡Mira!- dijo indignada, señalándose la frente.

Severus levantó la vista, escrutando con la mirada la pálida frente de su hija. No pudo evitar poner cara de repulsión, a la pobre le había salido un enorme y purulento grano en mitad de la frente.

-¡Qué asco Eileen! Creo que no voy a comer en días...

-¡Papá! ¡No te burles de mí! ¡Esto es una tragedia!

No te acerques tanto a ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora