Cap 44. El renacer de Eileen.

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Dejé a mi niña, dulce abril,
entre aire de fresas y jazmín;
se desdibuja en mi memoria
la umbría vereda que tantas veces recorrí. .

Eileen Snape sentía cómo sus manos temblaban levemente sin ningún tipo de control, se concentró en respirar despacio. Inspiraba y espiraba pausadamente, dejando entrar con suavidad el aire en sus pulmones, intentando en vano apaciguar esos nervios traicioneros, pero no podía evitarlo. Los nervios habían anidado en la boca de su estómago y no parecía tener intención de mermar. Sentía un constante e incómodo pellizco en el estómago y una opresión en el pecho, como si tuviera encima todos los volúmenes de una enciclopedia universal.

Pero tenía que guardar calma a toda costa, era vital que pudiera tranquilizarse y concentrarse en lo que estaba por llegar.

Esos últimos días cargados de estrés le estaban pasando factura, llevaba desde el encuentro de Neville con su padre en una constante tensión, pero debía aparcar sus sentimientos y mantener la mente clara. A lo que iba a enfrentarse, podía ser determinante para ella y debía estar concentrada al máximo, el errar no tenía cabida en sus planes. No podía permitirse vacilaciones y debía estar centrada en lo que iba a hacer.

Pero no podía impedir sentirse nerviosa, se sentía como en una montaña rusa, todo lo que había anhelado ser, iba a decidirse en unas horas. Si erraba encontraría nuevas oportunidades, de eso estaba segura, pero sencillamente no quería fracasar. Se merecía un triunfo.

Había dejado atrás a Hogwarts y todo lo que representaba. La niñez y la etapa escolar habían quedado atrás y ahora quería zambullirse de lleno en el mundo de los adultos. Había abandonado el curso casi al final, pero el pulso no le temblaba por aquella decisión, no dudaba por ello ya que estaba completamente segura de sus decisiones... Estaba segura en todo. No dudaba de su relación con Neville y no se arrepentía de haberse marchado de la prisión que se habían convertido aquellos muros, en la que apenas podía respirar.

Sus preocupaciones ahora eran otras.

Quería mostrarse a sí misma que podía hacerlo, que había nacido para eso. Quería demostrarles a todos que era capaz de tomar sus propias decisiones y llevarlas a cabo. Que ya no era una niña que no sabía qué esperar de la vida. Ya era hora de demostrar de la pasta que estaba hecha y sobretodo, demostrarle a su padre que ella tenía las riendas de su propia vida y era quién decidía. Siempre lo querría y estaría dispuesta a escuchar sus consejos, pero ella tendría siempre la última palabra.

Su vida le pertenecía.

Abrió un grifo en aquella hilera de lavabos, el sonido del agua fluir era relajante a sus oídos. Cerró los ojos y se refrescó la cara con agua fría, lo que fue muy agradable para sus ojos, aún irritados por sus continuas sesiones de llanto. Abrió los ojos y se contempló en aquel inmenso espejo. Las gotas surcaban su piel hasta su barbilla dónde caían al fin al vacío. No pudo evitar sonreír.

Había tomado otra decisión irrefutable: Neville.

Cuando la prueba concluyera, iría a buscarlo y ya nadie podría separarlos. El eco de las burlas de sus compañeros ya le eran lejanas y mirando aquellas gotas de agua que parecían lágrimas, comprendió una cosa que quizás había tardado en aprender: no podían dañarla si ella no se dejaba. Quería demostrarse que ella era capaz de tomar su camino en la vida y con paso firme, trazar el sendero que la llevara a todas sus metas. Quería demostrarse que bajo aquel espectro lloroso en el que se había convertido, aún quedaban restos de esa Eileen luchadora y fuerte.

Quería demostrarse que podía hacerlo.

Quería demostrarle a su padre que era una mujer adulta y sabía tomar sus propias decisiones.

No te acerques tanto a ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora