Cap 22. Slytherin quien lo lea.

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el miedo a traspasar la frontera
de los nombres,
como un extraño.
dibuja la espiral de la derrota
y oscurece tantos halagos,
solo, en la memoria que se va...

Hermione caminaba de la mano de Severus sin el más mínimo reparo. Llevaban más de dieciocho años casados para ponerse a disimular ahora entre los muros de aquel colegio o andarse con remilgos estúpidos. Lejos quedaban ya aquellos tiempos, en los que Severus y ella debían esconder su amor en la oscuridad del despacho de su marido, ocultándolo a ojos de toda la gente a la que quería, como Ginny, Harry, Ron, Neville... aquella miserable época cuando Voldemort no había sucumbido aún y Severus estaba siempre en peligro de muerte... en los dos bandos.

Afortunadamente aquella época ya pasó y no volvería jamás... La guerra había puesto final a aquella etapa oscura y lúgubre de la historia de la magia, cobrándose muchas vidas por el camino. No le gustaba recordarlo, pero aquel lugar le traía todos esos recuerdos a la mente. Su Eileen, afortunadamente, nunca debería pasar por todas las dificultades que habían pasado sus padres... y eso la aliviaba, ella jamás tendría que sufrir los horrores de una guerra, ni luchar sabiendo que la vida de sus amigos y la suya se hallaban en peligro...

Recordó lo guapa que estaba su hija aquella noche, con ese magnífico vestido de palabra de honor que tanto odiaba su padre y que ella solía ponerse cuando tenía la mínima ocasión... aún no podía creerse cómo había pasado el tiempo desde que ella nació, parecía que no había pasado el tiempo desde aquel día que la había acunado por primera vez entre sus brazos... ella había sido el mejor regalo que había recibido de Severus. Ella y su marido eran lo mejor que le había pasado en la vida.

Su marido apretó con suavidad su mano, notaba el hilo de sus pensamientos y podía sentir en sus propias carnes los sentimientos que la inundaban por completo. Sintió como le decía te quiero sin necesidad de palabras, solo sintiendo ese amor profundo que le profesaba.

Severus soltó únicamente la mano de Hermione cuando llegaron a su destino, en sus labios se asomó una gran sonrisa pícara, aquel lugar le traía tan magníficos recuerdos. Su marido se paseó tres veces ante la entrada de la sala de los menesteres mientras le clavaba esos ojos negros profundos, que la hacían estremecer como el primer día, con su capa ondeando tras sí, como si se tratara de su fiel mascota.

Una puerta surgió de la pared arrancándoles a ambos una gran sonrisa... Hacía ya más de dieciocho años de aquella noche que habían cruzado aquella puerta, no habían vuelto allí juntos desde su primera vez...

La puerta se cerró a sus espaldas, ya por costumbre Severus hechizó la puerta para que nadie pudiera entrar. Todo estaba dispuesto como la primera vez que estuvieran allí, en aquella noche en la que Hermione había cumplido la mayoría de edad y se hubiera escapado allí con su novio después de su fiesta de cumpleaños. Había velas flotando esparcidas por toda la habitación, la chimenea estaba encendida, iluminando cálidamente toda aquella acogedora sala... y la gran cama estaba allí, en mitad de la estancia.

-Severus... todo es como recordaba.

Snape se acercó a su mujer y la abrazó por detrás, rodeándola con sus brazos y poniendo sus manos sobre su vientre. Hermione se estremeció al sentir la respiración entrecortada de Severus en su nuca. Ya podían pasar mil años, que su amor por aquel hombre nunca se vería mermado... cada día que pasaba le amaba más, era una realidad.

-Te quiero. - susurró Hermione.

Severus no contestó, pero ya estaba acostumbrada. Su marido no era de las personas que se deshacían en halagos, él expresaba su amor a través de las pequeñas cosas, sus caricias, sus besos, sus miradas... no le hacía falta expresar con palabras lo que sentía por ella, como él solía defenderse "las palabras se le quedaban pequeñas para poder expresar lo que sentía por ella"

No te acerques tanto a ellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora